Ciencia y tecnología para la transmodernidad | Por: Grisel Romero Hiller

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El debate sobre las diferencias entre ciencia y tecnología usualmente inician con la definición de ciencia, sin embargo desde el momento en el cual el ser humano comienza a prever el resultado de sus acciones, resignificando objetos naturales para darle sentido como herramientas, aparece la tecnología que etimológicamente, es la reflexión sobre la técnica. En este sentido, la tecnología es previa a la ciencia, le antecede y la engloba, tal como lo expresó Thomas Dewey. Es un debate que aún continúa para algunos y para otros ya se ha superado, dándole importancia al pensamiento propio y específico que la tecnología contiene.

Los cientificistas o intelectualistas asumen que la tecnología es ciencia aplicada, mientras que los pragmatistas consideran que la base de todo conocimiento es la experiencia práctica. Ambas posiciones tienen argumentos a favor y en contra, especialmente si consideramos que cuando hablamos de ciencia, nos referimos a una síntesis teórica que, a su vez, produce y construye teoría, con conocimiento, imaginación y creatividad; teoría que se define como dos sistemas de proposiciones conectadas entre sí y en forma deductiva. Esta etapa de síntesis se nutre y apoya de una fase de análisis donde la investigación pura, la básica y la aplicada se entrecruzan en un intercambio permanente con la teoría.

Por su parte, la tecnología ejemplifica el ciclo de producción que viene de la planificación para crear y colocar un bien o insumo en el mercado, llevarlo al consumidor y generar desechos (para destruirlos o reciclarlos). Este ciclo de vida de un producto está íntimamente ligado al desarrollo experimental, el cual, a partir de diseños y prototipos permite su elaboración.

Ahora bien, más allá de los debates mencionados, cobra relevancia la relación que debe darse entre ciencia y tecnología, aceptando sus diferencias pero conectándose ambas, indiscutiblemente, en función del desarrollo. Este punto de contacto se visualiza en la investigación aplicada y el desarrollo experimental, plasmando igualmente una relación bidireccional entre aquella y los aspectos propios de la tecnología: planificación, producción, mercadeo, consumo y desechos. Es en este sistema de relaciones donde se centra el debate actual dada su complejidad.

Cada vez es más notorio que la innovación tecnológica es el motor de la investigación científica y la tecnología se constituye en impulsora de nuevas líneas de investigación y teorías, todo en función de la resolución de problemas que afectan a la sociedad partiendo de la similitud entre la lógica interna de la invención (factibilidad, eficiencia y fiabilidad) y la del método científico (verdad, capacidad explicativa y predictiva) concluyendo que, así como la ciencia es una actividad social por excelencia, la técnica se configura socialmente.

Adicionalmente, no debemos perder de vista que en la actualidad se impulsan espacios de reflexión para comprender la forma como estos paradigmas han influido en una cultura científica, una forma de generar conocimiento que proviene de la construcción civilizatoria moderna, la cual, como ya hemos dicho en este mismo espacio, debe superarse si aspiramos a otras formas de aproximación a las realidades que nos circundan en una civilización transmoderna.

 

GRISELL ROMERO HILLER

Presidenta del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

[email protected]

Publicado en ÚN.


 

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