Tiempos venideros

REComendados

por: Luis Britto García

 

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Puertas afuera. Un problema es verdaderamente abrir la puerta y poner un pie en la calle. No hay superficie que no esté cubierta de colores y luces, cambiantes, centelleantes, hipnotizantes, paralelas, oblicuas, concéntricas, por momentos abstractas, por instantes aglutinándose en rostros, cosas, letras, signos, cuerpos: la palpitante cortina de publicidad que oculta y deforma todas las cosas reales.

Potentes luces de reflectores acribillan las nubes con imágenes de Ciudad Nueva: la proyección holográmica de la ciudad tal y como sueña ser, olvidándose de su putrefacción, su decadencia, de su ruina: la ciudad tal como se sueña a sí misma: el maquillaje del caos que había creado la ciudad real.

Así como cada mujer se maquilla hasta ser otra, cada ciudad engendra un doble holográmico de lo que quiso ser o pudo haber sido, con versiones ideales de sus seres más ínfimos, extraídos con Big Data de sus seres reales. Cada persona esconde su verdadero ser tras burbujas sensoriales que los rodean: en cada una de ellas parpadean senos, peinados, rostros de celebridades mil veces multiplicados y grotescamente deformados.

Como es el momento de la Gran Crisis de todos los Sistemas, con truenos espantables desaparecen secciones completas de la ciudad y las personas simulacro, dejando en su lugar los infiernos que disimulaban. Cada institución y cada ser que han creado su falsa imagen visible, con efecto de relampagina parpadean y desaparecen. La desaparición de ciudades y personas ficticias deja en el vacío nubes imposibles de formas impensadas.

Una tras otras desertan del firmamento las versiones ficticias de las estrellas, zarandas sensoriales arrojando puñales luminosos. Por un instante todos se apartan con estupefacción y horror de ti, que por no usar imágenes sobreimpuestas de ti mismo resultas de agresiva obscenidad. Intentas una vez más cubrirte los ojos con las manos, mas lo que descubres en lugar de manos te hace cerrar los ojos antes de descubrir lo que tienes en lugar de ojos. Espejos persiguen a todos aniquilándolos con sus imágenes.

Cenestesias. No sé desde cuándo el mundo ha dejado de tener compartimientos. Comenzó cuando azul dejó de ser un color para volverse olor, temperatura o sonido. De alguna forma empezamos a ver los colores escondidos en las variaciones Goldberg y el sabor del cánon de Pachelbel. Hubo entonces la sinfonía del mango y el pastel Crimen y Castigo. Hasta ese momento no habíamos experimentado lo que se dice nada, y mucho menos antes de que nos instalaran los nuevos sentidos como la visión completa del espectro sensible desde el ultravioleta hasta los rayos gamma, el olfato del sabueso y la sensación completa de todos los procesos corporales. Toda la vida podríamos pasar suspendidos escuchando la música de las partículas de polvo que danzan sin repetir sus cursos. De cada una de estas cenestesias nacen artes y de cada arte obras multisensoriales que se multiplican hasta el agotamiento de lo perceptible. Esto es posiblemente una ilusión para que no resistamos mientras nos desmantelan.

El tiempo. Estas son las historias que nos ocurren desde que el tiempo se ha hecho inestable. En una hora he pasado de mi primer recuerdo al pálpito de mi próxima muerte; pero ahora está la eternidad en un sorbo de agua. Todos los intrincados valores del tiempo se aceleran o estancan: algunos vivimos el infinito en este segundo y otros ven reducida a un latido su inmortalidad. No sabemos ya quien es quien ni para qué nos contraen o nos dilatan sobre las coordenadas del tiempo. Sospechamos que existen los efímeros, que se extinguen antes de percibirlos, y los eternos, que no podemos percibir por inabarcables. Encontrar ritmos tiemporales análogos es más difícil de lo que antes era atinar compatibilidad de caracteres. Amo a una eterna, que apenas presiento. No sé a quién amará ella, que no me percibe.

Y el espacio. Cuál sería el experimento que querían cumplir con nosotros manipulándonos las dimensiones. Algunos hemos sido reducidos a bidimensionales, planos como manchas o como sombras encontrándonos o desencontrándonos sobre superficies cuya forma no conocemos. Los lineales caben en el adelante o atrás de la línea; los puntuales en el punto.

Existimos también los tridimensionales, tetradimensionales y multidimensionales, que comenzamos a expandirnos como tumores en dimensiones que no controlamos. Algunos somos cuerdas que conectamos nociones incomprensibles. Otros no tenemos formas y cambiamos de una a otra imprevisiblemente. Toda forma es un horror del cual la eternidad nos impide aliviarnos.

Luis Britto García

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