Las estadísticas en Venezuela tumban por sí solas las calumnias de la revista Semana de Colombia, que habla de una situación de ingobernabilidad ante la pandemia del Coronavirus en este país, con un supuesto crecimiento exponencial de casos positivos.
Sin embargo, el ataque desmedido es total y absolutamente coherente, pues este medio tiene el “deber” histórico de apoyar las posiciones de la oligarquía colombiana y de seguir con el entramado mafioso de mentiras y corrupción legado por sus fundadores, que les ha permitido sostenerse en la cúpula de los poderes político, económico y mediático.
¿Quiénes están detrás de Semana?
- “Un hombre con alma de secretario”: Esas eran las palabras con las que el gran Jorge Eliézer Gaitán se refería a Alberto Lleras Camargo, un periodista y político fiel de los designios de Washington, fundador del ministerio de las colonias (Organización de Estados Americanos) y militante del partido liberal, quien tras abandonar Colombia en medio de revueltas populares y una guerra, decide volver con el cínico pacto de Bernidor, el acuerdo bipartidista entre liberales y conservadores que lo llevó a la Presidencia por voto popular en 1958 y que ha sumido a Colombia, en un doloroso clima de violencia y desigualdad. Este es el padre fundado del referido medio colombiano.
- Un oligarca con ínfulas de intelectual: Los nexos de las cúpulas con este medio no se han cortado, por el contrario se han asegurado de mantener ese espacio al servicio de la clase dominante. Esa es la razón por la que Alejandro Santos Rumbos, sobrino del expresidente Juan Manuel Santos, un economista con estudios en la Universidad Javeriana, quien con una posición de crítica controlada se ha creado una falsa coraza de intelectual del área de la comunicación y de demócrata, es el actual director de Semana.
Genealogía de la conjura
- Álvaro Uribe Vélez fue militante del Partido Liberal hasta que decidió crear la plataforma “centro democrática” para hacerse de la Presidencia del país en 2006, desde donde se declaró enemigo acérrimo de la Revolución Bolivariana.
- Juan Manuel Santos llega a la Presidencia en 2010 de la mano de Álvaro Uribe a quien le fue negada la posibilidad de presentar su candidatura para un tercer período presidencial.
La familia Santos controla:
- Diario “El Tiempo” (Roberto Pombo, director)
- W Radio (Lucas Pombo Santos, editor político)
- Revista Semana (Alejandro Santos, director)
El negocio de la comunicación
En enero de 2019 Jaime y Gabriel Gilinski, banqueros colombianos catalogados por la revista Forbes como dos de los hombres más ricos del continente, formalizaron la compra del 50% de las acciones de la Revista Semana.
Dicha negociación se aceleró por problemas financieros de la revista, ocasionados en un principio por las disputas entre Juan Manual Santos y Álvaro Uribe, diferencias que se acentuaron con el triunfo de Iván Duque.
La decisión de los dueños del Banco de Colombia (Grupo Gilinsky) de adentrarse en los medios de comunicación podría tener respuesta en las recomendaciones de su socio George Soros, un polémico magnate de origen judío que encontró la fórmula perfecta para hacer fortuna desde una cortina de filantropía y que entendió muy bien los vínculos entre el poder político y las finanzas.
Levantar de las ruinas a uno de los medios más influyentes de Colombia y tener la posibilidad de influir directamente en la opinión pública, sería el primer paso de los Gilinsky para saltar a la escena política y una oportunidad de oro para los Santos de renacer.
¿Qué tiene que ver esto con Venezuela?
Sencillo. Las cúpulas de Colombia se sostienen gracias a las mafias, el caos social, las desigualdades económicas y los pactos políticos. Eso quiere decir que no tienen en su agenda la posibilidad de mejorar la calidad de vida de los colombianos y mucho menos promover cambios estructurales en el funcionamiento del Estado.
Por ello, aunque se oponen al gobierno de Iván Duque, no atacarán directamente su gestión porque en el fondo sería atacarse a sí mismos. Lo que sí no pueden evitar, ni en medio de una pandemia, es mostrar sus diferencias ideológicas con Venezuela y sus deseos de que este país estalle y pase a ser del grupo tutelado por el gobierno de Estados Unidos, para tratar de asegurarse un trozo del pastel (entendiendo por pastel los cuantiosos y apetecibles recursos naturales que están en juego).