Erik Prince, es un mercenario estadounidense fundador de la empresa Blackwater y es, sin dudas, una ficha destacada del candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Actualmente, impulsa un plan para desplegar en territorio venezolano un ejército privado con la intención de atacar al presidente reelecto, Nicolás Maduro.
Según algunos portales internacionales, Prince continúa sumando y buscando inversión y apoyo político de partidarios de Trump influyentes y exiliados venezolanos ricos para tal operación. En reuniones privadas en los Estados Unidos y Europa, Prince también es recordado por la fracasada Operación Gedeón cuando fueron contratados en nombre del líder opositor venezolano Juan Guaidó.
Cabe destacar que Prince de 55 años, es un exintegrante de los SEAL (Fuerza Élite de toda la estructura militar) de la marina norteamericana, con los que participó en muchas misiones desestabilizadoras desde Haití hasta Yugoslavia.
La amenaza cantada
Este personaje se volvió parte de la tendencia #YaCasiVenezuela luego de compartir una publicación mediante su cuenta de X (Twitter), donde se visualiza un video que anuncia el 16 de septiembre como una fecha importante, creando zozobra en el país.
“Estén atentos todos los venezolanos amantes de la libertad. Pronto habrá más…”, es el mensaje que acompaña al clip que compartió Prince mediante su red social. Igualmente este ex militar se ha mostrado activo con respecto a la situación política que atraviesa Venezuela y manifestó en varias publicaciones su apoyo a María Corina Machado.
Recordemos que en agosto de este mismo año, dijo en esta misma red que si elevan la recompensa a 100 millones de dólares por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y todo su régimen “solo tienen que sentarse y esperar a que suceda la magia”.
Estas amenazas de Prince ya las han respondido desde el gobierno revolucionario, de hecho, en julio de este año, el embajador Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la ONU, Samuel Moncada, destacó en un post de su cuenta en X que “En Venezuela la lucha es contra el fascismo mundial y la clara mayoría de nuestro pueblo está dispuesta a dar la batalla por nuestra independencia”.
Por otra parte, Erik Prince, el nuevo “héroe” de la oposición venezolana, llegó justo en los días en el que el excandidato a la presidencia Edmundo González Urrutia abandonó el país hacia España, gracias a la aprobación de un salvoconducto otorgado por el Ejecutivo Nacional, dejando huérfana a la oposición y además se deslindó de cualquier movimiento que pretenda desestabilizar la paz de Venezuela.
¿Por qué Venezuela?
Sin embargo, las publicaciones de Prince comenzaron a convertirse en tendencia en redes sociales, al utilizar frases como: un “movimiento imparable” ha comenzado en Venezuela, sugiriendo que la gestión del presidente legítimo Nicolás Maduro está a punto de enfrentar una “transformación radical”. Las palabras “se acabó el juego” y “esta vez será distinto” resuenan como una clara amenaza de desestabilización más que al gobierno al pueblo venezolano.
Existen más pruebas de esta nueva trama cargada de violencia que se cocina en la ultraderecha regional. De hecho, se intensificó cuando el fascista venezolano, Iván Simonovis, reveló que Prince había tenido una reunión con el presidente salvadoreño Nayib Bukele hace aproximadamente un mes. Por otra parte, este prófugo de la justicia añadió que «Hay que tener paciencia y esperar el momento para actuar. Más nunca dormirán en paz».
La empresa Blackwater se creó para evitar investigaciones del Congreso de EEUU, era mejor privatizar las horribles actividades de asesinatos, torturas y masacres que no era recomendable que las hicieran las fuerzas oficiales. ¿Pero, qué vio este personaje en Venezuela, que de repente lo hizo amenazar al Gobierno nacional? Pues lo mismo que su amigo Elon Musk: recursos naturales energéticos y minerales en cantidad.
Por ello, estos multimillonarios representan un nuevo tipo de colonialismo corporativo, que trata de apoderarse de un país a través de empresas que se instalan y explotan sus recursos sin retribuir nada y, por lo tanto, terminan influyendo en su vida política y social.
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