El amor como propiedad privada

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Según la Biblia, el amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza; no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. De esta forma por siglos ha sido enseñado para crear las bases de las sociedades actuales.

Sin embargo, a los ojos de Aristóteles, el amor se basa en que las personas que están destinadas a estar juntas y alguna vez fueron la misma persona. Al morir el alma se dispersa en el mundo y se convierte en otra persona que nace. Para el camarada Marx, si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación humana; sólo se puede cambiar amor por amor.

En cambio para el artista John Lennon, el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía, es más agradable. Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. Estudiado desde el punto filosófico desde los griegos cuando Aristófanes afirmó que el amor, es el sentimiento más grande que tiene el ser humano; y que nada se puede comparar con el placer de sentirlo.

En ninguna de estas acepciones el amor significa propiedad.

Amor “mío”

La ministra del Poder Popular para la Mujer e igualdad de género, Carolys Pérez, compartió en sus redes una reflexión con respecto a la industria que acecha al sentimiento que conocemos como amor.

En un audio que ha bautizado como “Palabra de mujer”, la ministra asegura que “durante años se nos ha educado a asumir el amor como un acto de conquista”; y luego de alcanzado el objetivo esa persona conquistada se convierte en una propiedad.

El concepto de amor como propiedad privada, por demás con su carga capitalista y egoísta, ha sido la orden del día en las últimas décadas.

¿Quién controla la gran industria del amor?

Esta interrogante es planteada por la joven ministra de la mujer venezolana, al igual que se cuestiona quién está detrás de las industrias de la música que consumimos o de la inmensa industria de las bodas; a lo que explica que “todas y todos hemos sido formados para ser consumidores de la misma”.

Que también es la misma industria que forma para que podemos hacer lo que nos plazca con lo que creemos que es de nuestra propiedad (mi casa, mi hijo, mi esposa, etc.); y que “ahí es donde se acciona el primero de los detonantes de la violencia intrafamiliar y de la violencia basada en género”.

Deconstruir y construir una nueva forma de amar no es una tarea sencilla. Así resalta Pérez en una nota de voz, que invita a la reflexión sobre este tema cotidiano; que además apela a los sentimientos a los que el guerrillero heroico, Ernesto Che Guevara, planteaba en una de sus frases célebres:

“Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”.

 


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