El periodismo constituye una de las profesiones relativamente nuevas del mundo moderno. En la etapa previa a su período de industrialización y posterior consolidación de la gran prensa, a comienzos del siglo XX, la figura del periodista siempre estuvo asociada a la de un personaje acucioso, arrojado y no pocas veces bohemio, cuya angustia profesional era la búsqueda de la verdad. Seguramente por eso el inmortal escritor y periodista colombiano, Gabriel García Márquez (El Gabo), definió el complejo trabajo de los comunicadores sociales, como el «oficio más hermoso del mundo».
Un poco más tarde, ya consagrado como premio Nóbel de literatura por su extraordinaria novela Cien años de soledad, El Gabo advertía la necesidad imprescindible de asumir la ética como una condición vital del buen periodismo. Así acuñaría otra de sus frases geniales, expresando que la la ética para los periodistas, tenía que ser como: «el zumbido al moscardón».
Fue América Latina escenario de férreas y sanguinarias dictaduras a todo lo largo del siglo pasado. Y fueron los periodistas de diversas épocas verdaderos héroes que se inmolaron en favor de las causas más nobles. Hombres como el venezolano Fabricio Ojeda, el argentino Rodolfo Walsh y el héroe cubano José Martí, entre muchos otros, son genuinos representantes de un movimiento latinoamericanista, aguerrido, valiente y con una ética incorruptible. Fue Walsh quien planteó cara una salvaje tiranía y definió el periodismo antes de morir como: «El violento oficio de escribir». Precisamente porque sus denuncias detalladas y magistrales crónicas, literalmente, le costaron la vida al agudo escritor bonaerense, desaparecido el 25 de marzo de 1977, a manos del terrorismo de Estado en su patria natal.
La noticia como negocio
Pero, lamentablemente, esa vocación de servicio que hacía del periodismo un apostolado en favor de la verdad es cosa del pasado. Ha ido languideciendo, hasta casi extinguirse. Para dar paso en la llamada mediática internacional a otro enfoque diametralmente opuesto. La noticia se convirtió en mercancía y muchos periodistas vendieron, hace rato, su alma al Diablo.
Hoy prevalece un modelo corporativo, donde quien «pone la plata, pone la música». Y así se desembolsan sumas enormes de dinero, para «modelar» la línea editorial de medios pretendidamente alternativos. Un caso escandaloso es del portal web Efecto Cocuyo, fundado por la conocida comunicadora venezolana, Luz Mely Reyes.
Documentos que se filtraron del gobierno británico, revelan que el Reino Unido desembolso la cifra de 1 millón de dólares, para que el portal dirigido por Reyes arreciara los ataques contra el gobierno de Nicolás Maduro. Todo en el marco de la operación de «máxima presión, para un cambio de régimen«, planificada desde Washington.
Lo más irónico es que el Efecto Cocuyo se vendía como una web «independiente», resuelta a alumbrar en la oscurana como hacen las luciérnagas. Sin embargo, con el documento revelado queda al descubierto cuáles eran las verdaderas intenciones de la plataforma y a cuál molino intentaba llevar agua.
Plata para todos
Así como Efecto Cocuyo, se incluyen otros medios y organizaciones gremiales, como Radio Fe y Alegría y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), entre otros. Esta singular práctica de ganar «simpatías» entre periodistas, para nada es nueva ni mucho menos exclusiva de Venezuela.
Asimismo, el National Endowment of Democracy (NED) ha financiado varios proyectos de “libertad de información” en el país. Para 2017 se destinó un presupuesto de más de 60 mil dólares. Esto tenía como objetivo “aumentar la transparencia y la rendición de cuentas en los procesos de contratación pública venezolana. Y fomentar la colaboración con periodistas de toda la región”.
Como puede verse es una suerte de periodismo a la carta, al mejor estilo de los llamados «periodistas empotrados» de EE.UU., que asistieron a la guerra de Irak, sólo para hacer propaganda en favor de su gobierno. Al final, se dio una cobertura totalmente sesgada de la invasión a ese país petrolero del Medio Oriente, ocurrida en 2003.
Vicios en México y Colombia
Y de tiempos mucho más recientes aún, destacan el escándalo en el México de Enrique Peña Nieto. Allá se reveló una lista de 41 periodistas vinculados a medios influyentes, que habían recibido 56 millones de dólares. Pero en esta oportunidad, para realzar la imagen del ex mandatario azteca. La prensa pagada puede ser para promover o para hundir.
Esa es la otra variante, la contratación puede ser para hablar bien de las personas y/u organismos, vinculados. En este caso la propaganda era positiva. En la misma línea destaca otro escandalazo, ocurrido el año pasado en Colombia. El mandatario neogranadino, Iván Duque, encendió la polémica al gastarse 3.300 millones de pesos, para que periodistas y personajes influyentes lo «ayudaran» a mejorar su imágen en las redes sociales.
Como plantean algunos autores, la crisis civilizatoria de la post modernidad capitalista abarca todos los ámbitos. Por ello el periodismo no escapa a esta decadencia. En un sistema donde siempre prevalece el valor de cambio, las consecuencias no podían ser otras. La noticia como mercancía, ha hecho de muchos periodistas unos traficantes.