Coronavirus y el ajedrez de la integración regional en Latinoamérica

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Uno de los grandes hechos históricos que abrió el siglo XXI para América Latina fue el impulso de mecanismos de integración que trascendieran la visión tradicional que delimitaba la gestión de estos organismos a la atención de asuntos burocráticos en el ámbito regional; y sin participación de los pueblos.

La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua y la presencia de Fidel Castro en Cuba; permitió resignificar la unidad latinoamericana, hacia una visión holística bolivariana y martiana, que involucró grandes problemas sociales para la atención conjunta de los países latinoamericanos, y más allá de esto, que implicaran una conexión científica, social y cultural de grandes dimensiones además de una gestión pública común en ámbitos sensibles como el de la salud.

Este proyecto implicó la pugna de intereses que se venía gestando en los países latinoamericanos donde se empezaba a combatir contra el modelo monroista impuesto desde Estados Unidos.

El punto cumbre de esta pugna internacional, se desarrolló el 5 de noviembre de 2005 en Mar del Plata, donde Hugo Chávez planteó frente al ALCA (propuesta de Estados Unidos en el marco de la doctrina Monroe), la expansión de Petrocaribe, la creación de un fondo humanitario contra el hambre, “vamos a bajar el gasto militar… a veces veo que nos quedamos en la superficie, con el cuento de que las inversiones, de que el libre comercio, de que la inversión extranjera, vamos a seguir oyendo ese cuento ? Hasta cuando? Eso es mentira”.

El Alba de los pueblos

El inicio de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP) dejó a la vista las implicaciones de una política social con enfoque regional que devastó desde la raíz aquella visión conservadora y conformista para la integración latinoamericana, que respondía al papel de la región en el orden internacional impuesto luego de la segunda guerra mundial. América Latina dejaba de responder a la política estadounidense para comenzar a diseñar sus propios procesos e instituciones políticas en un ejercicio de soberanía.

A través del método educativo “Yo Sí Puedo”, más de 3 millones 500 mil personas lograron aprender a leer y escribir en Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, siendo declarados por la UNESCO “Territorios Libres de Analfabetismo”. Asimismo, se han graduado hasta la fecha más de 21 mil médicos integrales comunitarios en el mundo. Estos diariamente desarrollan una política de prevención en materia de salud.

Por su parte, la Misión Milagro ha devuelto la capacidad visual a una cantidad aproximada de 8 millones de personas hasta la fecha; en estos casos, puede brindar más luces el testimonio directo de quienes han formado parte de esta proeza:

Coronavirus en Latinoamérica y el ajedrez actual

A partir del año 2013 con la muerte de Hugo Chávez, inició una arremetida feroz desde el imperio estadounidense contra la consolidación de América Latina como bloque de poder. Esto implicó la caída de gobiernos progresistas a través de golpes de Estado directos, golpes de Estado bajo la fachada judicial, campañas mediáticas contra líderes y detención de los mismos por condenas violatorias del derecho público.

La salida violenta del poder de los líderes que impulsaron la unidad latinoamericana, impactó en la configuración geopolítica alcanzada hasta entonces, y la región comenzó nuevamente a responder a la estrategia diseñada por Estados Unidos para la sumisión de la política regional, a partir de allí la creación de Prosur y del Grupo de Lima como mecanismos de “integración”.

La pandemia mundial del coronavirus llega a América Latina en este escenario

El Grupo de Lima surge en 2017, y tiene como objetivo estratégico “superar la crisis en Venezuela” (sin Venezuela), es decir, devolver a este país (principal reserva de petróleo en el mundo) su papel histórico designado desde la doctrina Monroe, que no es más que mantener todos sus recursos estratégicos bajo el dominio de Estados Unidos.

Está conformado por 14 países: Canadá, Chile, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana, Haití, Santa Lucía y Bolivia.

Otra organización surgida recientemente es el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur). Este proyecto es promovido por Sebastián Piñera, de Chile, e Iván Duque, de Colombia. Nace con la finalidad de derrumbar a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), creada entre 2004 y 2011 por Lula,Chávez y Kirchner.

Ninguna de estas organizaciones creadas a la luz del intento de resurrección del neoliberalismo en América Latina, ha promovido una política común para la atención de los ciudadanos y ciudadanas que en la región se encuentran afectados por la pandemia del coronavirus.

Al contrario, sus principales dirigentes (Colombia, Chile, Brasil y Ecuador) han demostrado hasta la fecha el espíritu irresponsable, ineficaz e insensible con respecto al tratamiento a lo interno de sus propios países.

  • En el caso de Chile, su ministro de salud ha manifestado que esperan “que el coronavirus se convierta en buena persona” y además que a partir de ahora las cifras de fallecidos entrarán como cifras de recuperados puesto que ya no tienen la capacidad de contagiar a otros.
  • En el caso de Ecuador, la gestión pública se concentra en el negocio de la muerte. Lenin Moreno ha manifestado que las cifras totales de fallecidos en Guayaquil se desconocen, pero que diariamente “recogemos entre 300 muertos”; se fabrican ataúdes de cartón y se construyen espacios para fosas comunes y cementerios.

  • Brasil es al día de hoy el país con mayor de contagios en América Latina y Bolsonaro plantea que los brasileños son inmunes porque “se lanzan por las alcantarillas y no les pasa nada”.

La pandemia ha permitido develar un modelo político en decadencia. La incapacidad suprema de los gobiernos que defienden el capitalismo, demuestra que las sociedades humanas no pueden seguir viviendo a la deriva del poder asumido por las élites mundiales del dinero y la mafia.

El papel de los países que defienden modelos alternativos, ha demostrado que sí es posible gobernar para las grandes mayorías. Se abre un gran debate a la luz de la población mundial. La posibilidad de gestionar modelos de salud pública es real. El libre mercado no va a mover la mano invisible para resolver los problemas humanos más cotidianos. La geopolítica mundial se está reconfigurando a partir de estos escenarios y América Latina debe volver a jugar el papel con el que abrió las puertas al siglo XXI.

 


 

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