Rafael Ramírez: la traición vestida de rojo, rojito

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«El talento sin probidad es un azote«. Nunca como ahora la célebre frase del Libertador Simón Bolívar, había sido tan perfecta, para retratar de cuerpo entero a un siniestro personaje de la política venezolana y su escandalosa traición.

Otrora símbolo de lealtad, enjundia, sagacidad y profesionalismo, Rafael Ramírez Carreño, supo ganarse como pocos, un sitial de honor en la primera línea de combate por la transformación de Venezuela. Sin embargo, tan sólo algunos años después esa imagen impecable se desvanece como un castillo de arena cuando lo golpea una ola marina.

A medida que avanzan las investigaciones del Ministerio Público venezolano, un manto de ignominia recubre de vergüenza una carrera brillante, que llegó a ser inspiración para las nuevas generaciones. Hoy por hoy, lamentablemente, este sujeto no pasa de ser un doloroso alerta de lo que no debe ser y no debe hacerse.

Deshonra familiar

Ingeniero mecánico por la Universidad de Los Andes (ULA), Ramírez Carreño fue acumulando méritos académicos bajo la guía de su padre, Rafael Ramírez Coronado. Su progenitor, antiguo militante del PCV, hizo una carrera meritoria en el seno de la casa matriz. De hecho,  Ramírez padre llegó a desempeñarse como Comisario de la industria, durante la gestión del también fallecido, Alí Rodríguez Araque.

A Ramírez Coronado se le conoció como un hombre íntegro de arraigados ideales y principios izquierdistas. De hecho, en su libro Informe del Comisario de PDVSA, este curtido dirigente comunista quiebra sus lanzas contra la intocable meritocracia de la vieja PDVSA. En esa obra se denuncia el desfalco a la nación mediante los extintos convenios operativos y la peculiar visión negocios de una cáfila de bandidos de cuello blanco, que abogaban por una privatización encubierta.

Por su parte, Ramírez Carreño, sabrá surfear con maestría esa ola de prestigio legada por su padre. Por ello se vendió como un hombre, cuya ética vertical, le llevaría a convertirse en un «paladín» del rescate de PDVSA. La oportunidad de oro de este hábil cuadro político se presentó, precisamente, en aquel turbulento año 2002, cuando la meritocracia de la llamada «Gente del Petróleo» quiso poner de rodillas al país y al Comandante Chávez, con la irresponsable aventura del paro-sabotaje petrolero.

Carrera ascendente

Ramírez Carreño venía de desempeñar un trabajo sobresaliente como primer presidente del Ente Nacional del Gas (Enagas). Esa gestión le valió méritos para que el Comandante Chávez le nombrara titular del entonces despacho de Energía y Minas. Igualmente, jugó un papel estelar en la recuperación de la industria petrolera, tras los aciagos días de la paralización de la vital empresa.

Poco a poco, con habilidad e inteligencia, Ramírez se supo promover como heredero de las luchas de su padre. Y también como nuevo representante de una generación destacada de hombres contemporáneos a su progenitor, como Francisco Mieres, Gastón Parra Luzardo, Salvador de La Plaza y el propio Alí Rodríguez Araque, entre muchos otros.

Su discurso enfatizaba la necesidad de resaltar esa lucha de pensadores autóctonos, que se oponían a los desmanes de una «nacionalización chucuta». Y que abogaban por una justa fiscalización de las utilidades petroleras que obtenían las grandes transnacionales. Así como una reinversión de la riqueza petrolera en el área social.

Con esa narrativa tan bien estructurada, Ramírez fue creciendo en popularidad y también en influencia. Ya para el año 2006 se acercaba al pináculo de ese poder. Detentaría por varios años el control del ahora ministerio de Petróleo y las riendas de PDVSA. Asimismo, contaba entre sus asesores inmediatos con hombres prestigiosos  académicamente como el germano-venezolano, Bernard Mommer, quien también aparecería implicado en escandalosas tramas de corrupción.

Roja, rojita

Fue precisamente ese año 2006, cuando con una declaración que se filtró a la prensa de forma confusa, Ramírez Carreño se terminaría de catapultar como uno de los hombres claves del proceso revolucionario.

La nueva Pdvsa es roja, rojita, de arriba abajo. No es el momento compañeros, no es el momento de que ahora nosotros nos comportemos como un gerente petrolero más, o peor aún, como un gerente petrolero que nos recuerde la vieja Pdvsa. Yo quiero que aquí ustedes se sacudan de la cabeza el tema de que alguien nos puede sancionar, o alguien nos puede criticar si nosotros expresamos a nuestro pueblo que esta empresa está 100% apoyando al presidente Chávez… Es un crimen, es un acto contrarrevolucionario, que algún gerente aquí pretenda frenar la expresión política de nuestros trabajadores en apoyo al presidente Chávez”, (Rafael Ramírez en Octubre de 2006).

La célebre frase se popularizó casi de inmediato. Tanto que se convertiría en una suerte de grito de guerra del chavismo. En esa primera etapa de la gestión de Ramírez se elevaron los porcentajes de regalía (subió de 1% a 33%) para todas las empresas extranjeras vinculadas a la extracción de hidrocarburos. Otra medida resonante fue la eliminación de los convenios operativos y la creación de las empresas mixtas con mayoría accionaria del Estado venezolano.

También se lanzó con «bombos y platillos» el plan Siembra Petrolera, mediante el cual se estimaba llevar la producción de crudo sobre los 5 millones de barriles diarios para el año 2013. Pero detrás de todos estos logros (algunos concretos, otros nunca cuajaron), Ramírez Carreño engordaba una hidra de mil cabezas de corrupción.

Varias puñaladas

Hábilmente Ramírez Carreño ensambló un tinglado nacional e internacional para delinquir. Su mano derecha para estos negocios turbios sería su primo, Diego Salazar Carreño. Entre los años 2009 y 2010 asestaron la primera puñalada trapera contra la patria y la enorme confianza depositada en ellos.

Tanto Ramírez Carreño, como Salazar Carreño incurrieron en los delitos de corrupción y legitimación de capitales, según denuncia el Ministerio Público venezolano. Ambos se aliaron para favorecer a la empresa Ingelec radicada en Sevilla. De estas operaciones ilícitas obtuvieron una suma estimada de entre 1.300 y 4.200 millones de euros.

El desfalco no quedaría allí. Entre los años 2010 y 2015 se produjo una malversación de fondos en Pdvsa. Esto al aprobarse de forma irregular contratos de bienes y servicios por más de 566 millones de dólares.

De acuerdo con las investigaciones del Fiscal General de la República, Tarek William Saab, se incluye en esta escandalosa lista de crímenes, la compra de un buque saudí llamado «Saturn». A pesar de mediar un contrato multimillonario, se trataba de una embarcación chatarra, que ha estado inactiva la mayor parte del tiempo.

La guinda de este macabro pastel fue el robo masivo del fondo de jubilaciones de PDVSA. Ramírez Carreño aparece involucrado en al menos 7 tramas de corrupción. Sobre su persona pende una solicitud formal de extradición (está prófugo en Italia, donde vive a todo dar) y una alerta roja de Interpol. Durante su larga gestión se ha identificado a más de 194 funcionarios corruptos, de los cuales han sido judicializados 103. Además, se han detectado al menos 28 redes de manejo doloso.

Cuando la traición se viste de rojo, rojito, se confirma dolorosamente que el talento sin probidad es un verdadero azote. La propia plaga.

 

 


 

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