La larga espera de Bolivia por terminar con la dictadura acabó este 8 de noviembre. Luis Arce asumió la presidencia en un acto en el que estuvieron ausentes las autoridades usurpadoras que gobernaron por casi un año. Volvió la democracia al país.
El nuevo mandatario boliviano coronó este día como el comienzo de un alivio para un país signado por “la guerra interna dirigida contra el pueblo más humilde”.
Arce destacó que en nombre de la democracia, la derecha vació a la democracia de sus contenidos esenciales; y que además “sembró muerte, miedo y discriminación, recrudeció el racismo y se usó la pandemia para perpetuar a un gobierno ilegal e ilegítimo”.
Desde el púlpito del congreso, el nuevo gobernante boliviano rindió honor y gloria a los mártires de las masacres de Senkata, Sacaba y El Pedregal, quienes son el testimonio de la brutalidad del régimen de facto y de la determinación popular por resistir a la tiranía.
Dos victorias legítimas
En su casi media hora de discurso, Luis Arce no mencionó al expresidente Evo Morales; pero remarcó que su triunfo electoral el 20 de octubre de 2019 fue una victoria legítima escamoteada por los golpistas.
Pero así como tampoco mencionó a Evo, tampoco se molestó en decir el nombre de Jeanine Áñez. Se refirió al breve pero intenso periodo dictatorial con el amable término de “gobierno de facto”, y remarcó que a pesar de los resentimientos políticos en el ambiente, será el presidente de todos los bolivianos.
Arce resumió en una idea potente la vocación política de la derecha boliviana que “solo levantan la bandera de la democracia cuando les conviene, y cuando no; recurren a la desestabilización y golpes de estado para hacerse del poder”.
Asimismo recordó el contenido racista de un periodo terrible en el que se estigmatizó a los sectores sociales llamándoles “salvajes, sediciosos y terroristas”.
En quizás uno de los pasajes más conmovedores del primer discurso de su presidencia fue cuando recordó el atropello cultural de una clase política que celebró la quema de la bandera Whipala, lo que es “como quemarnos a nosotros mismos, a nuestras raíces”.
El legado económico
Además de lamentar el saldo mortal de casi un año de dictadura, Luis Arce reseñó los escombros que hereda su presidencia de una gestión caótica que destruyó en 11 meses la obra colosal de 14 años de Evo Morales.
El nuevo mandatario boliviano resumió que la economía de Bolivia “está en medio de una recesión profunda”, registrando una caída del 11.1% del PIB.
También destacó que Bolivia pasó de ser el país que más crecía en la región al que cayó más fuerte entre todos, con números que no se veían desde hace 40 años.
“En tan solo un año de gestión se pasó de una gestión pública que privilegiaba la inversión pública y la redistribución del ingreso a tener la necesidad de contraer deuda pública para pagar los sueldos y salarios del sector público”, resumió Arce.
Para superar este trance, la única promesa de volver a pasado en un gobierno que empieza ofreciendo un mejor futuro, fue la de retomar y profundizar el modelo económico, social, comunitario y productivo que convirtió a Bolivia en un milagro económico para todos.