La evidencia científica de que la Hidroxicloroquina no tiene una efectividad en el tratamiento de la covid-19 por fin disuadió al presidente brasileño Jair Bolsonaro.
El mandatario reconoció prácticamente que la recomendación del fármaco como cura contra la pandemia, fue un acto de fe sin sustento médico.
En una presentación en directo a través de sus redes sociales admitió que: “Puede que allá al frente digan que la opción (de la Hidroxicloroquina) es cero, que es un placebo. Todo bien, paciencia, me disculpo, chao, por lo menos no maté a nadie”.
Si bien sea cierto que Bolsonaro se sacude así de un error que transformó en emblema político, lo que sí no puede esquivar que es su responsabilidad la magnitud de la crisis sanitaria en su país.
Brasil es el tercer país del mundo con más contagios de coronavirus y el tercer con más fallecidos. Partidos políticos e iglesias evangélicas se han unido para pedir su destitución por el manejo de la pandemia.
Recientemente organizaciones religiosas enviaron un documento ante la ONU y la OMS para denunciar a Bolsonaro como responsable de la situación en su país.
La Hidroxicloroquina es un medicamento contra el paludismo y que al comienzo de la pandemia fue parte de los tratamientos experimentales contra la enfermedad.
Bolsonaro defendió su prescripción de esta medicina a los enfermos a pesar de que la Organización Mundial de la Salud no lo recomendaba. Esta situación le trajo como consecuencia la renuncia de sus 2 primeros ministros de Salud.
Durante su contagio, Bolsonaro señaló como aliado para su recuperación el consumo de la Hidroxicloroquina; e incluso en una ocasión desestimó el esfuerzo global para el desarrollo de una vacuna porque ya el mundo disponía de una “medicina eficaz”.
Recientemente el laboratorio francés Merck también reconoció que no hay evidencia médica de que la Ivermectina no funciona contra la covid-19.