Trump acorralado: entre el impeachment y la guerra civil

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Donald Trump, el magnate neoyorquino, se encuentra acorralado. Por un lado sus enemigos políticos avivan la llama de un impeachment para destituirlo como presidente (ya saliente) de los Estados Unidos. Y por el otro por el otro las turbas enardecidas que le siguen apoyando, amenazan con incendiar todo el país, tal como ya hicieron con el Capitolio.

La vía del juicio para destituirlo aún no está del todo clara. De momento todo indica que cobra fuerza, como una maniobra política para separarle definitivamente del poder. Sin embargo, esta también sería sólo una formalidad. El verdadero objetivo de la estrategia sería inhabilitarlo políticamente.

De ese modo demócratas y algunos republicanos quieren conjurar definitivamente el peligro real de que Trump se recupere del revés. Ya que volvería a convertirse en una seria amenaza para un sistema, que se encuentra en franca decadencia.

policía capitolio

Proceso fast track  

Por sus ideas retrógradas y su nacionalismo ultra chovinista, Trump encaja perfectamente como un líder a favor del establishment. No obstante, la verdad es que este señor, califica más bien como un outsider, un antisistema.

De ahí la animadversión que despierta en las grandes cadenas informativas norteamericanas y en redes sociales. Polémico en sus intervenciones y con un estilo arrogante, este sujeto no deja de ser un líder carismático. Prueba de ello es que aún conserva intacta una base de apoyo de casi 80 millones de personas.

No puede sorprender entonces que la Cámara de Representantes haya metido el pie en el acelerador para aprobar de manera expedita la segunda moción de impeachment contra Trump.

Como se reseña en la prensa internacional, la Cámara de Representantes votó a tan solo una semana después de los hechos. No se articuló una investigación previa, comparecencias, ni testigos. Un procedimiento que hace un año contra el mismo Trump, a raíz del escándalo de Ucrania, consumió cerca de tres meses. En esta oportunidad le aplicaron un fast track.

Aliados que se voltean 

El partido demócrata en pleno con 222 votos respaldó la propuesta, a la que se sumaron 10 votos de la tolda de republicana, de la que Trump forma parte. Entre las deserciones con más resonancia, destaca la de Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney. Esto confirma las proyecciones de una fractura a lo interno de las fuerzas del partido de gobierno.

Al polémico mandatario se le acusa por un único delito: incitación a la insurrección. Sin embargo no está del todo claro si el juicio efectivamente va a prosperar. La moción aún debería ser debatida en el Senado, donde, según analistas es poco probable que los votos del partido republicano se vean resquebrajados. En esta instancia la correlación de fuerzas se mantiene en un empate de 50 votos a favor de un bando y de otro.

Se ha llegado a especular que una alternativa para las demócratas sería esperar que Biden (Joe, presidente electo) tome posesión. Entonces se enjuiciaría a Trump desinvestido de la majestad presidencial. Y, mediante un proceso que seguramente duraría varios meses, está cantado que se le inhabilitaría, prácticamente de por vida, de la política estadounidense.

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Turbas al acecho 

El problema con esta opción, como han advertido distintos analistas es que en la base de apoyo popular de Trump se cuentan millones de personas enceguecidas. Que militan fervorosamente en organizaciones extremistas y estrafalarias de extrema derecha, como Q Anon y Proud Boys.

Estos grupos han sido comprados por articulistas como el escritor cubano, Rafael de Águila, con las fuerzas de choque de Benito Mussolini. Es decir un pelotón de sujetos fuertemente armados, «místicamente listos«, para desatar una nueva guerra fratricida en el suelo de Walt Disney.

Aún contra las cuerdas, Trump hace alarde de ello y se mantiene amenazante. Esta semana advirtió que el impeachment podía ser muy peligroso para los EE.UU. Para el saliente mandatario una decisión en esa dirección podría causar «tremenda ira, división y dolor«.

Ése es el verdadero laberinto en el que está entrampado tanto Trump, como los EE.UU., en general. El balance de gestión de este sujeto no podía ser peor. Como resume de manera genial el articulista cubano, esta etapa ha sido un completo desastre:

«Por cuatro rocambolescos años Donald Trump hizo, malhizo y deshizo. Destrozó la presencia y el apoyo de USA en multitud de acuerdos y organismos internacionales. Causó estupor, malestar y rechazo ante sus aliados europeos. Se afanó en fabricar muros. Inició una guerra comercial, arancelaria y financiera con China sin efecto positivo alguno. Minimizó una pandemia que acabó por convertir a USA en el país más afectado del planeta. No logró poner de rodillas a sus enemigos: de pie están Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán. No logró mayor apoyo en América Latina. Permitió y alentó un vendaval de asesinatos raciales por la policía de su país. Llamó a la prensa <<enemigo del pueblo>>. Separó a niños de sus padres en deportaciones inhumanas y groseras. Llamó <<bad hombres>> a los inmigrantes. Lanzó rollos de papel higiénico a asombrados damnificados puertorriqueños. Sostuvo públicamente que solo los tontos pagaban impuestos. Supuso <<sin sonrojos>> que Finlandia pertenecía a Rusia. Defenestró a más asesores y miembros del gabinete que tal vez ningún otro Presidente. Propuso comprar Groenlandia. Ignoró que Gran Bretaña resulta una potencia nuclear. Llamó a ingerir desinfectante para combatir un virus. Asesinó con misiles a un general extranjero, colocando a USA ante la posibilidad real de una guerra. Soportó una lluvia de misiles posterior a ese hecho sin mover un dedo. No logró avance alguno en Irak y Afganistán. Rusia es hoy más fuerte. China es hoy más fuerte. Y América, es decir, USA, es hoy menos fuerte. Menos admirada, más rechazada», reflexiona de Águila.

Las torpezas de Trump sumadas a los problemas estructurales de lo que algunos autores, denominan el capitalismo racial (racismo, expoliación y supremacismo), colocan a los EE.UU. en medio de una de sus peores crisis internas. Hay quienes piensan que podría ser definitiva, si bien no para que desaparezca la Unión, sí para que pierda la hegemonía del liderazgo mundial.

 

 

 


 

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