Octubre de Chávez | Por: Earle Herrera

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Octubre es un mes bonito, todavía no sé por qué. Por estos días me llegó un mensaje de María Gabriela Chávez con este trino: “No había leído este escrito tan hermoso, hasta el día de hoy. Gracias, Earle”. Y un corazón. Es uno de esos regalos que le llegan a uno bajo esta pandemia y en una cuarentena complotada con la soledad. Octubre lloviznaba sobre un barco de papel allá afuera.

El artículo que llegó a la querida hija del comandante invicto seis años después de su escritura, se titula “El gigante de María Gabriela”. Salió publicado unos días después de su cambio de paisaje. En medio de su dolor de hija y la conmoción del pueblo, no podía leerlo, no llegó a sus manos. Después, así ocurre con los textos periodísticos, el tiempo se lo llevó y lo convirtió, en voz de Héctor Lavoe, en un periódico de ayer. Pero ya lo dijo el maestro Kotepa Delgado: “Escribe, que algo queda”.

Todo escrito, como en los días de Simbad el Marino, es un mensaje metido en una botella y lanzada al mar. En tiempos de Yuri Gagarin, al espacio infinito. En los del ciberespacio, a la dimensión desconocida. El escritor no es dueño ni siquiera de sus letras. Alguna ola de la autopista de la información llevó mi escrito hasta las manos de María Gabriela. Siento lo que el marinero que llega a su puerto. Yo escribí ese artículo para ella.

Ahora recibo la noticia de que mi barco de letras alcanzó su destino, seis años después. Justo en octubre, cuando toda Venezuela recuerda la campaña épica del Comandante enfermo que culminó con su póstuma y hermosa victoria del 7-O, como abreviamos sus hazañas y vicisitudes desde aquel memorable 4F. Luego siguió su viaje a Cuba, su regreso el 8D para dirigirnos su última proclama y cantarnos un himno de batalla y patria soberana.

Cuando el pueblo despidió a Chávez en el Teresa Carreño para su primera quimioterapia, me tocó moderar ese acto. Por mi afonía de esa noche, me mandó con un oficial un pocillo con miel y jengibre “para que espantes esos gallos, es lo que yo tomo”.

El mensaje de su hija querida seis años después, me trajo el sabor de aquella pócima y entreví, entre Adilia Castillo, Cristóbal Jiménez y Reina Lucero, la sonrisa del gigante de María Gabriela. Octubre tiene esas cosas bonitas, extrañas y un olor a miel y jengibre.

 

EARLE HERRERA

Profesor universitario

Publicado en ÚN.


 

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