La industria manda: Willie Colón carga otra vez contra Venezuela

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Qué lejanos están los tiempos de gloria artística del salsero Willie Colón. En la actualidad, el sonero convertido en despojo, tiene que seguir la pauta de sus amos en la industria cultural mayamera. Por eso carga otra vez contra Venezuela.

La primera vez que recibió instrucciones de meterse con el país fue en 2013, cuando hizo un chiste pésimo, acerca del estado de salud del Comandante Hugo Chávez. El repudio masivo por las mismas redes le llevó a recular, pero igual que la oposición G-2.4 este señor no se gobierna, si su dueño da la orden, debe actuar.

Actualmente, Colón ataca de nuevo, vuelve a publicar un tuit polémico pidiendo una invasión para Venezuela, en momentos en que se abre la vía electoral y el guaidosismo con todos sus derivados se encuentran al borde de la extinción política.

Todo un bacalao

Y en verdad hace tiempo que de Colón nadie habla, como no sea para comentar el ritmo tan desastroso que tomó su carrera musical. Con varias denuncias de plagio a grupos españoles y latinoamericanos, el sonero ha perdido mucho prestigio en el género de la salsa brava.

En el plano personal su vida tampoco es ejemplo para nadie. Aumentó tanto de peso que ya no es capaz de subirse a un escenario. Las disqueras hace mucho tiempo que no piensan en él, ni siquiera como telonero, porque dejó de ser una opción rentable.

Por si fuera poco, su hijo ha estado involucrado en varios escándalos de pederastia, lo que ha sumido al cantante en crisis depresivas, en diversas oportunidades.

Manejo de símbolos

Aunque su vida personal y profesional sea una tragedia. Hay un elemento crucial que explica por qué sujetos como estos, de tanto en tanto, arremeten contra Venezuela.

Para la industria musical, específicamente las disqueras mayameras anticastristas, los artistas que patrocinan o han patrocinado constituyen un ariete para promover los valores del sistema capitalista, con una fuerza simbólica incluso más poderosa que los mismos políticos.

Esto lo analiza muy bien el escritor español Jon E. Illescas Martínez, en su libro La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefabricados, donde se destaca la promoción de antivalores con graves secuelas biológicas y comportamentales.

Paradójicamente, Colón fue un ícono del tipo duro antisistema. En sus inicios con Héctor Lavoe primero y luego con Rubén Blades (otro que dio la voltereta), produjeron temas que reivindicaban la patria grande latinoamericana y sus luchas sociales, como Tiburón y Plantación adentro, entre otros.

La industria musical se tenía que apropiar de estos símbolos culturales del pueblo y vaciarlos de contenido. Es un proceso similar al de la imagen de Ernesto Ché Guevara, inmortalizada por el fotógrafo cubano Alberto Korda.

Es evidente que Colón desdice de su pasado glorioso, es un cascarón vacío que al menos en Venezuela traicionó el amor y la confianza de su público. Y la industria no puede permitir que un país socialista se exhiba como vencedor, por el mal ejemplo que daría en la comarca. ¡Qué fallo!

Por su bajeza Colón volvió a suscitar el repudio de los venezolanos:

 


 

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