La ciudad del crepúsculo dorado | Por: Marco Sarmiento

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El 14 de septiembre siempre será un tema en discusión en el pueblo de Barquisimeto. La demostración histórica de que ese día no se fundó la ciudad, hace que cada vez que se aproxima la fecha, se recuerden los aportes que oportunamente hicieran el Hermano Nectario María, Hermann Garmendia, Ramón Querales, entre otros, al constatar que ese día no es de alegría sino de opresión.

En las memorias de Nicolás de Federmann, el explorador y cronista de origen alemán que participó en los procesos colonizadores españoles, refiere que por estos lados el proceso de colonización comenzó en el año 1530. Desde ese año se le denomina como Provincia Caquetía de Variquicemeto (vocablo indígena que alude al río de aguas color cenizo o Río Turbio como se conoce en la actualidad).

Con la llegada del colonizador Juan de Villegas en el año 1552, luego de haber recibido un reporte de que por el río habían hallado oro proveniente de Buria, se “funda” la nueva ciudad. Aunque, hasta ahora, no se ha podido precisar la fecha exacta de la fundación de tan querido terruño, todo indica que debió ser a mediados del mes de mayo de ese año. En el Archivo de Indias en Sevilla, España, hay una carta de Villegas con fecha del 29 de abril de 1552 donde expresa que desde El Tocuyo iría próximamente a fundar la Nueva Segovia. Él había nacido en dicha ciudad española y tomó ese nombre para honrar su tierra natal.

En el documento titulado: “Aspectos históricos del Valle de Barquisimeto y de su secular vocación agrícola”, informe elaborado en el año 1999 por la Mancomunidad de Cronistas Municipales y Parroquiales de Barquisimeto, Cabudare, Sarare y Yaritagua, destacan la vida de etnias como los Ajaguas o Axaguas, Gayones, Jirajaras, Cuibas, Cyparicotos, con mayor predominio de los Caquetíos en estos territorios.

En ese mismo trabajo se explica, de manera puntual, el objetivo de las encomiendas. Los cronistas nos dicen que con las 32 encomiendas de septiembre de 1552, que Juan de Villegas repartió entre 22 conquistadores en el Valle del Turbio, permitían lo siguiente:

  • Establecer a los nativos bajo la autoridad de los españoles encargándoles su cristianización.
  • Aprovechar la mano de obra gratuita de todos los indígenas.
  • Disponer de todos los productos cosechados por los indios, así como ser obligados a trabajar para los encomenderos.

Con la mano de obra indígena los encomenderos construyeron hatos, fincas fundos, haciendas destinadas a la cría de animales y para la siembra. Un poquito subyugados y explotados nuestros ancestros originarios de estas tierras.

La fiebre del oro de los españoles los trajo hasta el río Buria y llegando desde El Tocuyo, sede de la primera capital de Venezuela, se establecería Nueva Segovia de Buria. Un año después, con la rebelión del negro Miguel en contra de los explotadores, se darían movimientos hacia varios lugares cercanos al Río Turbio.

Luego de los conflictos entre los indígenas y los colonizadores se documenta un segundo asentamiento en el sector llamado “El Carabalí”. Ya ahí comienza a recibir el nombre de Nueva Segovia de Barquisimeto. Sin embargo, apenas unos años después, la incipiente ciudad fue devastada por Lope de Aguirre, quien a su vez, fue ajusticiado por sus mismos seguidores. Estos sucesos motivaron la instalación de Nueva Segovia en la zona conocida como “El Desembocadero de Barquisimeto”, lugar donde confluyen los ríos Claro y Turbio. Sin embargo, debido a las frecuentes inundaciones, la ubicación de la que hoy conocemos como la Ciudad de los Crepúsculos, debe moverse al asentamiento donde finalmente inicia su desarrollo y crecimiento. Era el año 1563. El primer plano de Nueva Segovia emitido por los primeros alcaldes describe la construcción cuadriculada que hoy conocemos.

Nada qué celebrar

Muchos dicen que la fecha no es de celebración. Eso me recuerda una de las canciones más emblemáticas de la banda argentina Los Fabulosos Cadillacs llamada “V Centenario”. En el tema, los músicos sureños fijan una posición política determinante. Ante tanta matanza, violaciones, vejaciones por parte de los colonizadores a los pueblos de Nuestra América (como la definió José Martí en su famoso ensayo del año 1891), definitivamente no había nada qué celebrar.

Y es que cuando se acercaba la efeméride de los quinientos años del arribo de Cristóbal Colón a las tierras que, erróneamente llamaron Indias, diversos movimientos sociales, culturales, políticos y educativos expresaron su rechazo a la reproducción de la mentalidad colonialista. Ese contexto, permitió una reflexión más profunda y analítica del tratamiento de la historia. Aunque digan que la historia siempre la escriben los vencedores, es importante considerar que mientras suenen los tambores de la justicia siempre habrá posibilidad de transformar lo que, a pesar de todo, damos por cierto.

En el caso de la ciudad musical de Venezuela, encontramos un comportamiento similar respecto a la reivindicación histórica. Ya vimos como a través de una Consulta Popular se pudo cambiar el nombre de la parroquia más grande de Latinoamérica, que luego de llevar el nombre del repartidor de esclavos, ahora destaca el nombre de la Guerrera Ana Soto.

Mientras tanto

Barquisimeto es una ciudad de tradiciones. Su pueblo siempre ha expresado un gran arraigo. Es una ciudad que, gracias a sus características, ha crecido en tamaño, población y extensión, conservando su espíritu noble. Las expresiones culturales son variadas y hermosas. Su gastronomía es un placer para los paladares. Esa condición geográfica que ostenta le ha permitido ser un lugar estratégico para el estado Lara, de toda la región centroccidental y el país en general.

Reconocida, además, por el talento musical de su población. La ciudad tiene un recuento hermoso de actividades significativas. El recordado Festival de la Voz de Oro. Los inolvidables conciertos en el Anfiteatro Oscar Martínez o en el Coliseo Hípico Las Trinitarias. Las giras de grandes músicos y agrupaciones internacionales que casi siempre comenzaban en la ciudad de los guaros. La cantidad de agrupaciones de diversos géneros que han surgido como expresión de épocas, contextos y movimientos, convierten a la ciudad en una referencia obligada en el ámbito musical.

Es así que, mientras tanto se generan las condiciones para el cambio de fecha, de septiembre a mayo, una de las cosas buenas de estos días es que cuando “la ciudad cumple años” se escuchan en las programaciones radiales, obras musicales que destacan lo que inspira la ciudad. Canciones de Juan Vicente Torrealba, Gilberto Mejías Palazzi, Juan Ramón Barrios, Antonio Heredia, Mario Suárez, Mayra Martí, Juan Quinchoncho Díaz, composiciones y voces que evocan magistralmente el embrujo que encanta y cautiva en la ciudad del crepúsculo dorado.

 

MARCO SARMIENTO

@cantourgente


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