Guaidó en su laberinto | Por: Richard Canan

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En un descomunal ataque de desespero, ante la caída estrepitosa de su popularidad, anda el exdiputado Juan Guaidó dando vueltas por las calles como un alma en pena y sin rumbo fijo. Las imágenes recogen sus ojos rojos y desorbitados (como su socio de negocios Ramos Allup). Guaidó está atrapado en su propio laberinto, pues no tiene cómo cumplir las falaces promesas realizadas a sus amos del norte.

En apenas 3 años, Guaidó dilapidó el caudal político y la confianza que le entregaron las logias más conservadoras de la extrema derecha mundial; Guaidó evaporó a la masa electoral opositora y además logró dividir y fragmentar a los partidos y dirigentes que lo respaldaban; esquilmó millones de dólares pertenecientes a la República que bajo la figura de “ayudas humanitarias” terminaron en los bolsillos de la hambrienta cúpula neofascista venezolana. La Casa Blanca puso todo a su disposición, hasta mercenarios, pero todos sus planes fracasaron estruendosamente. En su palmarés olímpico aparecen cero victorias, puras derrotas.

Desde la soledad de su laberinto Guaidó advierte que la cosecha de fracasos se traducirá en la pérdida definitiva del apoyo político y financiero de lo que queda en pie del Cartel de Lima y del Departamento de Estado. No más cheques. No more money.

Por eso el cambio radical en su discurso. Del rechazo radical y extremo a participar en elecciones, ahora hay un tono de ambigüedad y ambivalencia. Sus despistados seguidores están confundidos.

Todo huele a que bajo la mesa ha tenido que pactar. Negociar para participar (a regañadientes) en los procesos electorales venideros. Pero esto significará que su base política, los grupos neofascistas de extrema derecha, tendrán que pausar temporalmente (por lo menos públicamente) su agenda de la salida violenta. Guarda sus planes golpistas y de generación de zozobra para otro momento.

Encuestas en mano, Guaidó y su gente están claros que no han podido conservar ni siquiera el afecto de su base electoral: la extrema derecha conservadora. Todo es un coladero en ese frente. Ninguna de sus propuestas, creadas en laboratorios de marketing, han cuajado en el sentir de la población. Puertas adentro Guaidó es una voz insignificante y fútil.

El colmo es que Guaidó no tiene pegada y nunca ha podido levantar apoyo entre la mayoría del pueblo venezolano. Pero eso no evita, en sus deschavetados desvaríos, que ahora se crea un líder continental (interplanetario, pues), mandando peligrosos mensajes de odio a otros países a través de sus redes sociales. Los recados solo rebotan y hacen fiesta entre la fauna de la extrema derecha. Pero la verdad es que reflejan la imagen de un desaliñado Guaidó vestido de triste marioneta, repitiendo burdamente libretos elaborados por los representantes de turno del imperio norteamericano.

Sin integridad alguna aparece Guaidó agradeciendo macabramente las vicisitudes impuestas por el bloqueo suplicado por él y su nefasta facción política. Se atreve además a meter la lengua en contra del digno pueblo cubano; el cual ha resistido gallardamente 60 años del más despiadado e inmisericorde bloqueo por parte del Tío Sam.

Desde el imperio de su ignorancia (o del libreto que le escribieron) el golpista Guaidó grita histéricamente “patria y vida”. Su morisqueta nos recuerda amargamente al inescrupuloso y sanguinario Frente Nacionalista Patria y Libertad. Organización paramilitar, neofascista de extrema derecha, encargada de ejecutar las acciones de violencia política (intentos de golpes de Estado, asesinatos selectivos de líderes sindicales y sociales, ataques terroristas, etc.) en contra del gobierno del querido presidente Salvador Allende. Todos sus partidarios resultaron aventajados adoradores del nazismo y del más sanguinario dictador de nuestro continente, el criminal Augusto Pinochet. A esos quiere emular Guaidó.

Entre líneas se percibe que Guaidó se ha visto obligado a moderar su discurso, y por lo menos aparentar que tiene intenciones de volver al carril democrático y electoral. Por eso se le ha visto, en los últimos días, desplegado por las calles, tratando de reconectarse con su base electoral. Luego de años vendiendo la idea de la salida violenta, ahora está haciendo morisquetas para convencer a sus desconfiadas huestes. Sin ocultar la inmensa nariz de Pinocho, se presenta un “esclarecido” Guaidó que en tono conciliador afirma, sin vergüenza alguna, que “una solución pasa por un Acuerdo integral, respaldado por la comunidad internacional, que incluya elecciones libres y justas. El evento 21N debe enmarcarse en la lucha y en favor de los venezolanos”. Quién entiende a este payaso.

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