Este lunes renunció el gobierno libanés, que cedió como un edificio más de los cientos que sacudió la explosión hace una semana en Beirut.
El país, que ya estaba en una situación económica y política delicada antes de la tragedia, terminó literalmente de explotar; estremeciendo los escombros tangibles de la ciudad y los cimientos deteriorados del sistema.
De acuerdo al periodista español, Alberto Rodríguez García, columnista de RT; la disolución del gobierno del Primer Ministro Hassan Diab es un evento predecible dentro de la crisis libanesa, pero no resuelve el problema.
Algo falla
Para Rodríguez García la explosión en Beirut no es el indicio de que “algo falla” sino que es el resultado de un sistema sectario, clientelar y disfuncional.
Para el articulistas español, la crisis libanesa no se puede apreciar en su magnitud sin echar la película muy atrás, hasta cuando la conformación del estado, el cual califica como “el hijo maldito del colonialismo francés”.
Según el colaborador de RT, El Líbano es la consumación del principio de “divide y vencerás”; un ensayo para debilitar la región de Medio Oriente cuando se escindió este territorio de la nación siria después de la disolución del imperio Otomano.
Defecto de origen
Para el analista, la debilidad de la clase política de El Líbano viene marcada por un defecto de origen signado por divisiones étnicas y religiosas que aseguran la manipulación extranjera de un país diseñado para el conflicto permanente.
La corrupción es otro pecado que abruma el alma del país. Según Rodríguez García, el modelo económico libanés ha contribuido a estas desviaciones, afincándose en un espíritu de especulación y acumulación desigual de la riqueza.
Estos problemas son muy profundos y severos. Prácticamente arraigados que no se liquidan con una explosión y que no se desvanecen con la renuncia de un gobierno; porque la tarea titánica de El Líbano ahora es doblemente heroica: reconstruir la ciudad devastada y levantar sobre los escombros viejos de un edificio un país nuevo.