Delirios en la Casa Blanca | Por: Jorge Legañoa Alonso
El equipo legal del mandatario saliente de Estados Unidos llevó ayer al paroxismo su narrativa de fraude electoral en los comicios presidenciales de inicios de mes. Por insólito que a usted le pueda parecer, durante una conferencia de prensa, los abogados de Trump afirmaron tener pruebas de un “patrón” de fraude electoral en varios estados.
La abogada Sidney Powell aseguró que tienen conocimiento de “la influencia masiva del dinero comunista a través de Venezuela, Cuba y, probablemente China, en las elecciones estadounidenses y la interferencia de estos países que habrían ayudado a crear un software que alteró los resultados. Pero la cosa no para ahí, en este nuevo capítulo de la novela electoral estadounidense, incluyeron al líder venezolano, Hugo Chávez, quien según ellos sería un protagonista relevante en la supuesta operación, a siete años de su muerte.
De acuerdo con Sidney Powell, Chávez habría logrado la creación de un sistema de votación de la empresa Dominion y un software de tecnología de Smartmatic para asegurarse de que nunca perdería una elección; y esta tecnología habría sido usada durante el conteo de votos en las pasadas elecciones en EE.UU.
La prueba irrefutable de todo esto, dicen que es un “sólido testigo”, y que convenientemente no presentaron, ni dijeron su nombre. Señalaron que el “testigo” tan pronto vio que varios estados cerraban la votación en la noche de las elecciones, supo que estaba sucediendo lo mismo que en Venezuela.
Rudy Giuliani sudó tanto para hacer creíble este nuevo discurso de fraude, que terminó penosamente chorreando tinte de su cabello.
Giuliani aseguró que se usó una máquina de votación venezolana, para contar los votos. Dijo: “Si permitimos que esto pase, nos convertiremos en Venezuela”. Esto no es más que la misma retórica macartista que Trump empleó durante la campaña, tildando a Biden de socialista, cuando en realidad no lo es, ni de lejos.
Sé que todo esto que le he comentado ahora mismo usted lo está interpretando como un absurdo, porque es algo muy burdo, y no pasaría de un mal chiste, si no fuera por las graves implicaciones, pues la injerencia de países extranjeros en una elección es un tema muy delicado y justificación para agresiones y medidas unilaterales y el reforzamiento del bloqueo.
Las reacciones no se hicieron esperar. Jorge Arreaza, el canciller venezolano, dijo que hay tres niveles: las mentiras, lo absurdo y el ridículo y que responsabilizar al Comandante Chávez por la derrota de Trump, es en extremo ridículo. El ministro de Exteriores cubano también desmintió la supuesta injerencia de Cuba y tildó las acusaciones —sin pruebas— de “calumnia pura”.
La empresa Smartmatic publicó un comunicado asegurando que nunca han sido propiedad, ni han estado financiados o respaldados por ningún Gobierno. Y respecto al sistema de votación de Dominion, se trata en realidad de dos empresas que compiten por el mismo mercado.
Los abogados de Trump obvian que Chávez sí perdió elecciones, como el referendo constitucional de 2007, y el chavismo las parlamentarias de 2015, siempre utilizando equipos de Smarmatic para la votación y el conteo, y además el sistema fue certificado incluso por el Centro Carter.
En mi opinión, todo este rollo armado por los trumpistas busca alimentar la versión de fraude a toda costa y desviar la atención de su soberana derrota. No presentan ni una sola prueba, pero recurren a la narrativa anticomunista que casi siempre les ha dado dividendos, en un país dominado ahora mismo por la polarización y una brutal desinformación.
Trump se va de la Casa Blanca, pero busca quedarse a fuerza de mentiras en el corazón y la mente de los más de 70 millones que votaron por él; una buen parte de esos seguidores se creerán el cuento de Chávez, Venezuela, Cuba y China y que le robaron la elección, porque serán bombardeados con esta narrativa hasta que terminen asumiéndola como propia.
El cuento del fraude se cae por su propio peso, piden una investigación criminal a gran escala, pero obvian a la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad de EE.UU. que afirmó no hay evidencia de que “ningún sistema de votación haya eliminado, perdido o cambiado votos o se viera comprometido de alguna manera”. A Trump le quedan justamente dos meses en la Casa Blanca, y parece empeñado en utilizar este tiempo en campañas ridículas, pero preocupantes y peligrosas.
JORGE LEGAÑOA ALONSO
Delirios en la Casa Blanca | Por: Jorge Legañoa Alonso
Publicado en cubadebate.cu