Argentina muerde la mano que le dio de comer: su votación en la ONU contra Venezuela representa una bajeza

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Cuando la Argentina estaba al borde del default (imposibilidad de honrar sus compromisos financieros), entre los años 2005 y 2008, el único gobierno que salió en su auxilio sin titubear fue Venezuela.

En aquella oportunidad, fiel a su visión bolivarianista de una Patria Grande suramericana, el entonces presidente, Comandante Hugo Chávez, aprobó una serie de operaciones de compra de deuda argentina, estimadas en más de 5 mil millones de dólares. Aquella transacción sería vital para que la nación gaucha encarara el acoso del Fondo Monetario Internacional (FMI) y evadiera el ataque de los sombríos fondos buitres.

Ese gesto de máxima solidaridad es «devuelto» ahora, 12 años más tarde con una bajeza difícil de creer. La actual administración argentina encabezada por su presidente, Alberto Fernández, ha votado en la Organización de Naciones Unidas (ONU) a favor de un amañado informe sobre Derechos Humanos, que condena a Venezuela y allana el camino para seguir asfixiando económicamente a la patria y al pueblo de Bolívar. Como se dice en Venezuela en vez de pagar amor con amor, las autoridades argentinas muerden la mano que les dio de comer. Este proceder representa una bajeza.

El tuit del ministro de Comunicación e Información, Fredy Ñañez, resulta oportuno y esclarecedor, especialmente para las nuevas generaciones:

Difícil de creer

Si semejante actuación hubiera venido del gobierno servil del impresentable, Mauricio Macri, nadie se hubiera sorprendido. Pero al lado de Fernández, se encuentra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, justamente primera dama de esa nación en los tiempos en que Chávez se la jugó por tenderle una mano a las autoridades de la Casa Rosada.

Pero esa no fue la única manifestación de amor y solidaridad desde Caracas hacia Buenos Aires. En la lucha por un mundo pluripolar y multicéntrico, varias veces Chávez salió en la defensa de Argentina cada vez que este país fue atacado desde EE.UU. o Inglaterra.

Sin embargo, el pueblo venezolano ha visto con sorpresa, una información que ha costado para digerirla. El Canciller de ese país, Felipe Solá, votó en el 45 período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, del pasado 6 de octubre; respaldando una resolución del Grupo de Lima contra el país.

El derrotero de la política exterior argentina con respecto a Venezuela, hace suponer que aunque la opción que derrotó a Macri, en el papel suponía un viraje favorable a la izquierda, en los hechos ha sido sólo un cambio cosmético. Igualmente, con esta conducta, al parecer se busca ganar la indulgencia de un organismo tan pernicioso, como traicionero: el FMI.

Un retroceso, una pena

Ese es el pensamiento del preclaro intelectual, sociólogo y filósofo argentino, Atilio Borón, quien reaccionó de inmediato. El prestigioso académico, fijo su posición sin ambages y calificó el hecho como un «retroceso y una vergüenza».

«¿Qué significa esto?, significa que va a haber una continuidad de la política exterior de Macri con el gobierno actual. (…) Es una pena, un retroceso tremendo para la Argentina y yo creo que esto va a tener graves consecuencias a futuro. Da la impresión de que la política exterior argentina ahora va a estar condicionada por el Fondo Monetario Internacional, por el Banco Mundial y por el BID», expresó Borón.

Lo sorpresiva actuación en el seno de la ONU, prácticamente generó una reacción en cadena en el país gaucho. Otro que manifestó su pesar, a través de redes sociales, fue el ex diputado, José Cruz Campagnoli, quien al igual que Borón calificó la votación como lamentable.

Incluso, el espaldarazo dado desde la Casa Rosada, propició la dimisión de funcionarios del gobierno de Alberto Fernández. Fue el caso de la embajadora argentina (encargada) en Rusia, Alicia Castro, quien renunció a su cargo.

El motivo: Castro no está de acuerdo con un voto que coloca a su país al lado de personajes tan desprestigiados como Piñera (Sebastián, presidente de Chile), Bolsonaro (Jair, presidente de Brasil), Duque (Iván, presidente de Colombia) y Vizcarra (Martín, jefe de Estado del Perú), todos señalados ante la opinión pública internacional como contumaces violadores de Derechos Humanos.

Doctrina pisoteada 

Con la condena a Venezuela en el seno de la ONU, el gobierno argentino echa por tierra una tradición diplomática de más de 100 años. Se trata de la famosa doctrina Drago, que debe su nombre al diplomático y excanciller de Argentina, Luís María Drago, quien estableció como un principio fundamental de la sana convivencia entre países, la no intromisión en los asuntos internos de cada nación.

Drago fue de las pocas voces dignas y valientes cuando en 1902 en una componenda de potencias imperiales la república venezolana fue bloqueada y sitiada, en forma similar a como ocurre hoy día. Eran los tiempos del presidente Cipriano Castro y la planta insolente del extranjero amenazaba con profanar, ayer igual que hoy, el suelo sagrado de la patria.

Informe «Pinocho»

El informe de Bachelet, en realidad constituye una burda maniobra, para seguir adelante con una componenda vil. Venezuela es un país asediado y hostigado por EE.UU. y un conjunto de países subordinados, entre los cuales lamentablemente habrá que incluir ahora a la Argentina de Alberto Fernández.

La estrategia de bloqueo, con más de 300 medidas entre ordenes ejecutivas y «sanciones» ha provocado muerte y pérdidas espantosas. Se estima que sólo entre los años 2017 y 2018, fallecieron cerca de 40 mil compatriotas. Las arcas de la república han registrado una hemorragia de fondos de más de 100 mil millones de dólares en los últimos 6 años. La situación se torna, ahora, más dramática y criminal en medio de la letal pandemia de covid-19.

Es curioso que el actual presidente argentino Alberto Fernández y a su compañera de fórmula, Cristina Fernández de Kirchner, no hayan dicho palabra en torno a los atropellos que comete EE.UU., día tras día, contra la patria y el pueblo de Bolívar. Por su acciones la historia no los absolverá, mucho menos los pueblos suramericanos, hermanados por siempre en la lucha de un destino más digno de inclusión y prosperidad.

 

 


 

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