Alerta, el covid-19 podría alborotarse con la gasolina | Por: Werther Sandoval

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El poder de este mensaje debe incluso ejercer pleno dominio sobre la comparación de las cifras del covid-19 respecto a otros países, pues el virus es tan imprevisible que ya existen frustradas experiencias que luego de haber anunciado con humilde postura que aplanaron la curva y quebraron la cadena de contagio; hoy se encuentran confinadas investigando y reconstruyendo políticas sanitarias.

En nuestro país, el alerta entorno a la alta letalidad y contagio debe continuar, para así restar fuerza a una incipiente opinión pública que por latente no es menos perjudicial, la cual arguye que ante los pocos casos, en Venezuela no hay covid-19 y actitud seguida algunas personas desdeñan e irrespetan las medidas preventivas.

Las últimas cifras de contagiados diarios son inquietantes. Más cuando están próximos a botar anclas en los puertos de PDVSA los buques tanqueros iraníes cargados de gasolina, que por naturaleza facilitará y elevará la movilidad y transporte de la población, y con ella elevará el riesgo de posibles contagios.

El mensaje a seguir es que la cuarentena, el distanciamiento social, uso del barbijo, el lavado de manos y el no tocarse la cara son en definitiva las medidas de precaución más apropiadas.

Sin embargo, su aplicación exige condiciones que hasta la fecha no han sido logradas de manera óptima, en buena razón por el carácter oportunista y escurridizo del virus, dotado de gran habilidad para aprovecharse de los apurruños y “querendones” tan propios de los venezolanos.

Una ventaja de Caracas es que ya tiene experiencia en eso de tratar con virus. La ciudad posee diseños urbanos y arquitectónicos hijos de pandemias acaecidas en otros continentes, importadas pues.

La arremetida francesa de mediados del siglo XIX contra la Caracas colonial española tuvo al menos dos motivos: uno, ejercer mayor control sobre los motines y barricadas, tan usadas por el pueblo parisino durante y después de la revolución francesa; dos, tomar la experiencia londinense y parisina de haber acabado con el hedor espantoso que impregnaba los recovecos de esas ciudades, en los años 50 de 1800.

Por ello, la vocación afrancesada de los presidentes Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) y de Eleazar López Contreras (1883-1973) no era solo un asunto estético y eurocéntrico. La sustitución de las calles estrechas de Caracas por el concepto parisino de amplias avenidas irradiadas por una mayor iluminación solar, dotada de espaciosos bulevares donde circulara el aire, tuberías para agua potable, sistemas cloacales, alcantarillado formaban un diseño urbano capaz de hacer frente a pandemias, como El Gran Hedor de Londres y París, y la Peste española, 1918-1920.

Pero el coronavirus no hiede. Ni Caracas es París o Londres. Esta llena de comunitarios barrios. Por ello se impone la inventiva estatal y popular para crear condiciones y actitudes que hagan cumplir la cuarentena, la distancia social, el uso del tapabocas, el lavado de manos y acabar con el mal habito de tocarse la cara, mientras nos movemos para satisfacer asuntos tan vitales como buscar ingresos, ir a la farmacia o comprar alimentos.

Y hasta ahora la única y siempre válida medida preventiva es la solidaridad. Tomar conciencia de que estar separados es la manera más efectiva y afectiva de estar juntos. Tal actitud del deber social nos tiene que obligar a inventar maneras de cumplir las precauciones y, a su paso, rehacer divisiones del trabajo y formas de organizarnos capaces de combatir a tan letal y contagioso virus.

 

Werther Sandoval

Periodista y Profesor universitario.

 

Publicado en ÚN.


 

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