Mientras El Clarín en Argentina enseña a manejar un arma de fuego, para prevenir “errores” y que dejen viva a la vicepresidenta; los medios chilenos desempolvaron viejos “fantasmas comunistas” para proteger la Constitución de Pinochet. Hechos que dejan en evidencia que en Latinoamérica el escenario de disputas simbólicas, está más vivo que nunca.
Y no es para menos, el sur vuelve a ser un dolor cabeza para el norte, luego de una etapa de ascenso de gobiernos de derecha; donde Colombia jugó un papel protagónico, gracias a su liderazgo en la conjura contra Venezuela.
La victoria de Gustavo Petro, el inminente regreso de Lula Da Silva a la presidencia de Brasil y la estabilidad de Nicolás Maduro en el poder, hacen girar la mirada del Tío Sam en otro intento por recuperar la correlación de fuerzas a su favor.
Los nuevos focos son los gobiernos progresistas más débiles. Es decir, a aquellos que estas alturas del partido sucumben ante la falacia de estar bien con Dios (el pueblo) y con el diablo (el imperialismo). Esto sin abandonar, por supuesto, las presiones y las sanciones contra el resto.
La receta ya es bien conocida. Los grandes medios se anotan sendas victorias, alimentando el odio y el miedo, en su rol de caballo de Troya de los partidos políticos. Mientras la democracia y la voluntad del pueblo expresada en ella es saboteada en nombre de la libertad.
En ese sentido, más que un deja vú, estaríamos frente a una nueva ola de embestidas, situada peligrosamente en la onda “Pasivo-Agresiva”. Pues aunque Washington insiste en mostrar su rostro de falsa neutralidad y voluntad diálogo; los medios que le sirven y las derechas locales arrecian sus acciones contra los pueblos.
Una vez más la historia se encarga de recordarnos que existe algo de certeza en esa frase que dice: En política ninguna victoria o derrota es definitiva.
