¿Qué le pudiera esperar a Ecuador con el neoliberal Guillermo Lasso como Presidente?

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El banquero neoliberal Guillermo Lasso consigue por fin su objetivo: ganar la presidencia en Ecuador. El derechista comprobó que en política se hace realidad aquello de que “a la tercera va la vencida”, luego que tropezara antes contra Rafael Correa y Lenín Moreno.

Su tenacidad parece ser la única virtud entre el inventario de malas expectativas que siembra su triunfo. A pesar de ser el aliado de un gobierno impopular que termina en mayo, salió increíblemente airoso.

A pesar del impulso de desearle suerte y que su gestión sea en provecho de todos los ecuatorianos, hay ecuatorianos que esperan lo peor.

Lasso es un representante genuino de los intereses de los empresarios en su país, esa clase que consigue impunemente hacerse más ricos mientras la mayoría paga la cuenta de los platos rotos.

Continuidad neoliberal

El derechista se perfila como la continuación y consolidación del programa neoliberal aplicado por Lenín Moreno, quien entre otras cosas comprometió al país con el Fondo Monetario Internacional y aplicó un programa de ajustes que incrementó el costo de los combustibles, privatizó empresas estatales y recortó beneficios laborales.

La oposición popular al paquetazo le costó vidas al pueblo y hacía anticipar un cambio automático en el poder, pero esto no sucedió. Pasó que un político tradicional y conservador ganó, y que todavía no son pocos los que prefieren seguir probando la cicuta que los viene matando para “no ser como Venezuela”.

Con Lasso se impuso una amplia concertación reaccionaria, esa que sabe juntarse mejor cuando tiene claro lo que no quieren. Al mismo tiempo su victoria es el resultado de una sistemática operación de propaganda que apeló a la mentira y lugares comunes.

Satanizó al correísmo, el movimiento político que alguna vez puso en vanguardia al país. Acusó a la revolución ciudadano de lo que no es: una especie de movimiento de bolcheviques al servicio del “castrochavismo”.

Con Guillermo Lasso ganó el marketing político que hizo ganar una vez a Macri en Argentina; y ya se sabe cómo terminó ese país luego de ser gobernada por el señor Mauricio.

Gobierno al servicio de La Casa Blanca

Con el banquero en Carondelet, Washington entierra una estaca en el corazón de la integración latinoamericana. Y al mismo tiempo resuelve la tarea de que la derecha puede seguir ganando a pesar de que lo haga mal.

La lección del triunfo de Lasso revela que en política no bastan las buenas intenciones y que los grandes medios siguen siendo actores fácticos que impiden la democracia, intoxicando el discurso de sospechas, adjetivos acusatorios y augurios negativos contra los progresistas.

Con el triunfo de Lasso se consuma la democracia perfecta para el autoritarismo de derecha, esa que si bien mata al pueblo, se reelige sin problemas para seguir cocinando al pueblo democráticamente.

 


 

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