11 de abril: un panorama de golpes de Estado, triunfos y derrotas

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Un golpe de Estado es el resultado del quiebre del acuerdo entre los factores de poder de una nación. Dichos factores, están representados en quienes dominan la economía, el área militar, la institucionalidad política y el sector eclesiástico.

En las “democracias” tradicionales (conservadoras, elitistas), normalmente estos poderes poseen pactos a espalda de los pueblos; que compromete a los mandatarios a cumplir con sus demandas o, de lo contrario, se activa un proceso de conspiraciones que conllevan al llamado golpe de Estado. Suelen también venir acompañados de financiamientos internacionales de los países que poseen intereses en dichos pactos.

América Latina

Uno de los continentes donde se han aplicado este tipo de “salidas”, dado el control que su vecino más fuerte: EE.UU., pretende sobre las economías locales. La receta, es clara:

  1. Financiamiento de grupos locales para iniciar la agitación de poderes aún no definidos; pero necesarios para concretar el golpe.
  2. Financiamiento para organizar escaramuzas sociales, protagonizadas normalmente por sectores medios y profesionales.
  3. Compra de aliados políticos y militares.

Bajo este método, EE.UU. ha interrumpido el curso democrático varios países en diferentes periodos históricos. Algunos de los golpes exitosos son:

  • Bolivia 1971, 2019.
  • Honduras 2009.
  • Argentina 1966, 1976.
  • Venezuela 1948.
  • Brasil 1964.
  • Chile 1973.
  • República Dominicana 1963, 1971.
  • Guatemala 1954.
  • Haití 1994, 1986, 2004.
  • Panamá 1903, 1989.
  • Perú 1962, 1992.
  • Uruguay 1973.
  • El Salvador 1979.

Golpes Populares

Ahora bien, en determinadas oportunidades, las demandas populares consiguen aliados a sus causas, dentro de la estructura del Estado, y, cuando los sistemas electorales no reflejan su descontento, se opta también por el intento de organización de golpes de Estado.

Uno de los países que se jugó esta carta fue Venezuela. Sectores de la Fuerza Armada Nacional, liderados por el teniente coronel Hugo Chávez Frías, se decidieron a poner fin al gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez (1992).

Como era de esperarse -dada las razones antes expuestas- el evento no lograría sus objetivos iniciales, pero le permitió al pueblo identificar esa ala militar que estaba dispuesta a acabar con el gobierno pactado que había sumido a la nación en deudas y pobreza.

Es en este contexto, como en 1999, Chávez logra quebrar el sesgo electoral y se posiciona, de manera indiscutible, como el presidente de la nación bolivariana.

Desde ese momento, inicia la instalación de una serie de reformas, que claramente buscan hacer del Estado venezolano, un instrumento para la repartición de las riquezas acumuladas.

La recuperación de la principal industria nacional: PDVSA y la revalorización del petróleo, permitió el ingreso de grandes cantidades de recursos, que facilitaron el desarrollo de un sinfín de programas sociales que buscaban atender a los sectores más desfavorecidos.

Estas decisiones, enfurecieron a los demás grupos de poder, acostumbrados a que los recursos del Estado estuvieran dirigidos de manera exclusiva a incrementar sus capitales.

Si bien el Estado no dejó de financiar de manera preferencial a estos grupos, el hecho de intentar hacer crecer el sector medio; abrir la posibilidad de nuevos actores económicos; permitir el acceso popular a divisas internacionales, estudios y viajes al exterior; y proteger los recursos nacionales de los intereses extranjeros, fue demasiado para la oligarquía criolla y trasnacional.

Inicia el revés de la fórmula imperialista

Dada la negativa de Chávez de aceptar la agenda chantajista, nacional e internacional, se activa en Venezuela la primera conspiración golpista en contra del líder bolivariano.

El 11 de abril de 2002, luego de meses de agitación y reagrupamiento de sectores de la llamada clase media, se concreta el golpe de Estado, dejando a su paso el asesinato de venezolanos que defendían el palacio de gobierno y marchistas opositores.

Fueron días de mucha tensión y, sobre todo, movimiento popular. Las calles se llenaron de personas exigiendo ver a Chávez y la denuncia de su secuestro retumbó en la nación.

La mediática y sus comiquitas

La acción, puso en evidencia también los intereses de cada sector y, en especial, el papel de los dueños de medios de comunicación, quienes confesaron públicamente cómo habían engañado a la marcha opositora para que se desviara a Miraflores.

Documentales como “la Revolución no será transmitida”, narra con soportes históricos, cada uno de los acontecimientos de los días de abril y la manera cómo los medios trataron de contener al pueblo.

Pero el plan no salió como se esperaba. Por primera vez, una acción proveniente de los grupos de poder, no lograba su objetivo. El 13 de abril, la unión cívico militar había mostrado su real fortaleza y en una acción de rescate y presión popular Hugo Chávez retornaba al poder político nacional.

Desde esa fecha, en adelante, son cientos los intentos de interrumpir el gobierno de la revolución bolivariana. En especial, luego del fallecimiento del comandante Chávez.

¿Qué podemos esperar en el futuro cercano?

Actualmente, una nueva fórmula se pone en marcha, tratando de presionar la renuncia del presidente Nicolás Maduro por la vía de la presión de los países vecinos: Colombia, Guyana y Brasil; lo que nos permite concluir que, a pesar de las fuertes dificultades que padece Venezuela, producto de los intentos por derrotar a su Revolución, no existen condiciones internas para llevar adelante un golpe de Estado.

Recientemente, las Fuerzas Armadas se encuentran en un combate permanente en las fronteras, especialmente la que limita con Colombia, impidiendo que planes de invasión se concreten. En los últimos días, más de 8 oficiales dieron su vida por la soberanía nacional.

Si bien no se puede afirmar con certeza que EE.UU. saldrá siempre derrotado de Venezuela, el escenario de la región pareciera mostrarse suficientemente adverso.

Con el retorno del poder del programa político-social de Argentina y Bolivia, la segura derrota a la agenda banquista de Ecuador -con el triunfo de Andrés Arauz este domingo-, y el crecimiento económico y militar que China y Rusia han experimentado en estos años de pandemia, indican que al menos este no es el mejor tiempo para el gobierno de los Estados Unidos. Eso sin hablar de las problemáticas raciales, sanitarias y económicas, que en sí, ya tiene el sherif norteño.

También podemos afirmar, que la historia presenta los golpes de Estado como: o la fórmula para que grupos de poder internacionales mantengan el control sobre países que consideran inferiores -pero donde tienen intereses económicos- o el intento desesperado de un pueblo por cambiar el rumbo de su historia. El primero casi siempre funciona. El segundo, nunca logra concretarse. Por lo que también la historia demuestra que los golpes son el arma de las oligarquías nacionales, cuando “la democracia” no les resulta favorable.

De esta manera, los pueblos y gobiernos soberanos, deben seguir apostando a fortalecer las bases institucionales y sus sistemas electorales; a procurar mejores fórmulas organizativas populares, que estrechen la acción de pueblo y gobierno; y a las alianzas regionales y mundiales, como antídoto a los venideros intentos por forzar la interrupción de las agendas democrática.

 


 

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