A quienes decidimos –con Chávez– enfrentarnos a un sistema en crisis y decadente, día a día, como dice la serie española de Netflix; vivimos sin permiso.
Nunca me he sorprendido, por más doloroso que sea, al ver los síntomas de esa decadencia. El maravilloso artista, Fito Páez, en una de sus más hermosas canciones: “Al lado del camino” nos dice: Nadie nos prometió un jardín de rosas, hablamos del peligro de estar vivos.
Ahora, ¿Qué es lo que verdaderamente está en crisis?
✔️ Un sistema que necesita hacer espantosas guerras para sobrevivir.
✔️ Un sistema que necesita perseguir, bloquear o «sancionar» países para robar sus recursos impunemente.
✔️ Un sistema en el cual para acceder a un cargo de elección popular hay que ser multimillonario.
✔️ Un sistema en el que, luego de haber llegado a ese cargo de elección popular, debes multiplicar ese dinero que tenías para poder mantenerte.
✔️ Un sistema que, para hacer justicia o tenerla, sólo requiere ser multimillonario para garantizar impunidad.
✔️ Un sistema que exige que todo el mundo esté drogado para ser feliz, de algo real está huyendo.
Contra esa realidad global, no sólo en Venezuela; sino en el mundo, surgió la Revolución Bolivariana, contra esa podredumbre insurgió la primera revolución antisistémica del siglo XXI.
Sobre esa base ética y moral estallaron el 27 de febrero, el 4 de febrero, el 13 de abril; y surgieron la alfabetización, y Barrio Adentro; entre miles de luchas más por la dignidad. Y sobre ella los hombres y mujeres honestas de Venezuela, en los últimos 8 años han resistido el mayor de los ataques desde la independencia.
Pues la verdad verdaíta es que el único proyecto que le ha planteado a las y los venezolanos trascender el sistema podrido, es el planteado en la Constitución de 1999 y en el proyecto de Hugo Chávez del Poder Popular. La «democracia» tal cual se presenta en la actualidad global ya no le da respuestas a los dramáticos problemas de la sociedad; y sus crisis serán cíclicas con sus características cotidianas: corrupción, desigualdad, violencia, muerte, impunidad; entre muchas otras, hasta y mientras no la trascendamos definitivamente, las y los que vivimos sin permiso estaremos en la encrucijada entre asumir el poder hacia una democracia más radical o caer en el neofascismo más terrible; que ya tiene expresiones globales en todo el planeta.
En Venezuela, las y los honestos son más, y día a día lo demuestran heroicamente; a pesar de no tener viralidad o titulares en los grandes medios. Llegó la hora de arrebatar el permiso y hacernos dueños de nuestro propio destino; revolución ética, vacilar es perdernos.
GUSTAVO VILLAPOL