Los acontecimientos de los últimos días han dejado al descubierto una crisis sociopolítica de proporciones cataclísmicas a lo interno de los EE.UU. El país hegemónico de esta era se enfrenta a una tormenta perfecta, cuyo sector político más afectado son sin duda alguna los líderes del partido republicano. Lo del presidente saliente Donald Trump, sólo puede catalogarse como una enorme debacle. En menos de 1 año su bancada perdió la presidencia de la república, la Cámara Baja (Congreso) y acaba de perder el Senado.
Pero, un Trump ensoberbecido, que se aferra ciegamente al poder, ha potenciado la capacidad autodestructiva de las fuerzas conservadoras. Al cantar fraude sin pruebas y negarse casi hasta último momento a entregar la presidencia, una porción de sus seguidores pasaron de las amenazas a los hechos. Y así, de forma inédita, asaltaron el Capitolio la semana pasada, en una revuelta que costó la vida a 5 personas.
Todavía no está del todo claro si Trump finalmente va a entregar, sin que haya más violencia. El polémico líder mantiene un apoyo de casi 75 millones de personas. Y dentro de esa masa, abundan las personas fanatizadas religiosamente, fuertemente armadas y descocadas, a causa de una ideología supremacista, que raya en el neofascismo. De manera, que más allá de lo que termine ocurriendo, el Trumpismo seguirá siendo una fuerza política amenazante para la integridad territorial de los EE.UU y su paz interna.
Republicanos fracturados
Esto ha generado divisiones a lo interno de del partido republicano, cuyos voceros más renombrados han comenzado a desmarcarse de Trump. Consideran que ha llegado demasiado lejos, en su afán de mantenerse en la Casa Blanca, aún sin los votos requeridos. Hay analistas que consideran que el partido podría terminar de fracturarse o en su defecto unirse, para expulsar de sus filas al arrogante magnate.
Por lo pronto desde Mike Pence su vicepresidente, el líder del Senado Mitch Mcconnell y hasta sus más incondicionales aliados, como los furibundos anticastristas Marco Rubio y Ted Cruz, empiezan a dar señales claras de querer abandonarle. Obviamente, no porque estén en desacuerdo con sus ideas, sino porque su intransigencia con la institucionalidad supone un verdadero salto al vacío.
Sin embargo, la desgracia de los republicanos tampoco augura un escenario idílico para los demócratas. Todo lo contrario, el octogenario, Joe Biden, recibe un país en pésimas condiciones económicas, políticas y sociales. Ello reduce drásticamente su margen de maniobra y puede forzarle a desmontar casi todas las iniciativas de Trump. Todo con el afán de que ello le asegure una mínima estabilidad, para completar su mandato de 4 años sin más sobresaltos.
Temores de Rubio
Esto, en el caso específico de la relación binacional de EE.UU. con Venezuela podría abrir el compás para un contexto, si bien no amistoso, probablemente sí mucho más favorable para la patria de Simón Bolívar. Ciertamente, aún no existen suficientes elementos para darlo por descontado, pero ese es uno de los principales temores, en el seno de los grupos más ultraderechistas, como el que encabeza Marco Rubio.
El incendiario dirigente político de la Florida lo ha advertido. A su juicio Biden dará marcha atrás den la política de «máxima presión, para un cambio de régimen«, lo que terminaría de convertir a Juan Guaidó en polvo cósmico. Pero además abriría un compás inmejorable en la ardua tarea de reactivar la economía nacional.
Según declaró Rubio a la prensa internacional: «Varias personas que rodean a Joe Biden quieren entrar en negociaciones con Maduro (Nicolás, presidente constitucional de Venezuela)». Así lo afirmó el republicano en entrevista para el programa programa Ahora con Oscar Haza.
Rubio incluso expresó que las intenciones de Biden serían implementar un esquema similar al que aplicó la administración Obama con Cuba, y de la cual el propio Biden fue vicepresidente. Esa flexibilización representó el mejor momento de las siempre tensas relaciones de la mayor de las Antillas con el hegemón norteamericano.
Cambio radical
Hasta ahora todo está en el campo del análisis y las hipótesis. No obstante, el propio presidente electo, Joe Biden, deja claro en su cuenta de Twitter que, en líneas generales, se distanciará sustancialmente de su antecesor.
«El trabajo de los próximos 4 años debe ser de restauración de la democracia y de recuperación del respeto por las reglas y la ley. Y de renovación de la política como vía de solución de problemas. No para avivar la llama del odio y el caos», expresó Biden.
The work of the next four years must be the restoration of democracy and the recovery of respect for the rule of law, and the renewal of a politics that’s about solving problems — not stoking the flames of hate and chaos.
— Joe Biden (@JoeBiden) January 11, 2021
Semejante declaración es contundente. Y de cierta forma viene a confirmar los temores de Marco Rubio: una vez en el poder Biden, forzado por las circunstancias, meterá «freno de mano» a todo lo que huela a Trumpismo. Un contexto así ciertamente sería beneficioso para las relaciones binacionales Venezuela-EE.UU., las cuales están en su peor momento gracias a Trump. Además ocasionaron pérdidas mil millonarias a la nación y la muerte de decenas de miles de compatriotas. Habrá que estar atentos a los acontecimientos del mundo globalizado.
En RedRadioVe seguiremos tratando de aportar algunos elementos para el análisis crítico. Por lo pronto la debacle de Trump sí pareciera aportar nuevas perspectivas para la relación binacional de EE.UU. con Venezuela.