“La muerte solo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”, dijo André Malraux. Por eso la han llamado la hora de la verdad. Las experiencias cercanas a la muerte hacen que nos sintamos renacer y en adelante tomarnos la vida más en serio. Lo vivió Trump ante el planeta. Así dice al menos. Me cuesta creerlo, pero las realidades son las realidades. O no. Tal vez le vio la cara a Severa y vio que la tiene como una pantera, como cantó Maelo.
Pero es más poderoso que la muerte porque un supremacista anaranjado es inmune a esa enfermedad niche. No lo puede atacar virus tan balurde, por más corona que tenga. Por eso se “curó” tan rápido. O no se curó porque no se enfermó de veras.
Por supremacista no fue disciplinado: el domingo salió a dar un paseíllo electorero para saludar a sus prosélitos. Rubieras de baladrón. Porque de paso sus espalderos tienen ahora que confinarse 14 días. Era de esperarse del Irresponsable Mayor, cuya negligencia histórica e histérica llevaba a esa hora más de 210 mil muertes, solo en los Estados Unidos. Pero ¿qué es eso pa Trump?
A menos que no y que todo esto sea otro de los tantos reality shows del showman, que total ese es su único oficio conocido, aparte de prestidigitador de quiebras fraudulentas y evasor de impuestos.
No soy aficionado a las teorías conspiranoicas, pero esta vez estoy obligado a hacer un alto. El Desquiciado Supremo se dio de alta a sí mismo y sentenció por twitter con esa altanería tan suya: “No teman la covid. No la dejen dominar sus vidas. Hemos desarrollado, bajo la administración Trump, drogas y conocimientos realmente grandiosos. ¡Me siento mejor que hace 20 años!” (lunes 5/10/20 a las 2:37 pm, menos de cuatro horas antes de autodarse de alta a las 6:45 pm). ¿Tú qué piensas?
Lo que piensa su doctor es que “no ha salido aún del bosque”. Seguirá su tratamiento, es decir, su reality show, en la Casa Blanca.
Imposible saber si estuvo enfermo en esta era de la posverdad, en que lo dicho no se contrasta con la realidad sino con el tamaño del poder de su emisor y cuántas cotorras lo repiten. Por eso dicen una cosa y su contraria, a veces en un solo resuello. Como el Energúmeno Mayor, precisamente. Somos sus rehenes.
ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA
Publicado en ÚN.