Tantas veces trece | Por: Carola Chávez

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Tantas veces trece | Por: Carola Chávez

El pueblo venezolano había visto una luz con Chávez. Apenas empezaba a verla pero ella tan brillante, tan prometedora… más que una luz de esperanza era una luz de certezas. Con Chávez abríamos una puerta, hasta entonces sellada, y nadie nos las iba a volver a cerrar.

Se llevaron a Chávez. El sentimiento de orfandad fue superado por una urgencia que parecía surgir de la tierra misma, un llamado, un impulso común: la conciencia colectiva.

Salir a buscarlo. Ir allá. Y nadie preguntó a dónde porque nuestros pies sabían el camino. A la calle, los cuarteles, a Fuerte Tiuna, a Miraflores, porque palante es pallá.

En menos de 48 horas, el pueblo venezolano derrotó al sifrinaje mayamero y les arrebató el placer de volver a entregar el país al amo gringo que ya a esa hora, sacudiéndose con rabia los restos de papelillos y serpentinas de una celebración prematura y brevísima, monitoreaba atónito el impensable fracaso de su sanguinario plan maestro.

Necesitó el pueblo venezolano menos de 48 hora para descubrirse inmenso e invencible. Chávez sentenciado y su pueblo, jugándose la vida, se lo arrebató a la muerte. Ese día no iba a pasar.

Pero eso no acaba ahí. El poder del trece de abril nos llevó a resistir el Sabotaje Petrolero. Aquel “¡No te rindas, carajo!” de la mujer que usó la madera de su cama para cocinarle a su familia, que fue el no te rindas de todos hasta que el sabotaje fue derrotado. Y “el pueblo unido jamás será vencido” dejó de ser consigna para ser acción.

Y tantas provocaciones. Y los militares de Altamira cocinándose en su propia salsa. Y las firmas planas y el referéndum que las borró. Y ¡Frrrraude! Cada elección que ganamos ¡Frrrraude!… ¡Dame paciencia!…

Y guarimbas, una y otra y otra vez, y “Estamos contigo para siempre” y entonces el país, para el antichavismo, fue un canal de televisión, y calle, calle y más calle, y Yongo Millongo, repartiendo puñetazos y amenazas pirómanas, se partió la nariz y le dolió. Y la musiquita pavosa y las lágrimas de cocodrilo y ¿Quién podía sentir simpatía por un tipo con petulantes bigotes engominados como Marcel Granier?… Hoy ni se acuerdan de RCTV.

Y ya ni me acuerdo en qué orden iba pero “¡No es No!” y el “no acateremos” de Cecilia Arocha y su U-U-UCV… y protesto aquí, me encadeno allá, y María Corina fúrica queriendo que mataran a alguien, y si era zambo mejor…

Y lo más duro y doloroso, y “¡Viva el cáncer!” y “Chávez se murió y no nadie se los va a devolver” y nos mordimos la lengua esa noche, y nos abrazamos para que ninguno de nosotros, en el dolor y la rabia rompiera la paz, que con su vida Chávez defendió y nos enseñó a defender.

Y «Maburro», «el cucuteño», y “descargue usted esa arrechera” y nosotros plantados poniendo los muertos y esquivando peines porque pisarlos es siempre perder. “Ok, mejor salgan a bailar salsa”, otra batalla ganada, otra derrota en el álbum de fracasos de la oposición.

Y vuelve el perro arrepentido con más guarimbas con nombrecitos gafos, cada vez más especializadas en la muerte, eso sí. La Salida se llama ahora y viene con guayas y degollados y Ucrania y Venezuela en los Oscars en la voz de un greñudo nominado que sufre por nosotros sin saber ni quiénes somos. Revoluciones de color sangre con sello de los yuesei. Te las tengo todas y las desteñimos.

Y como no terminábamos muertos o rendidos, Obama decretó que somos una amenaza inusual y extraordinaria para los intereses de los Estados Unidos. Es que Obama cree que nosotros debemos someternos a los intereses de su país y no a los del nuestro… ¡Ay, Barack!

Y se abrieron las puertas a las sanciones (no declaradas, pero aplicadas igual) y Lorenzo, tan valiente y patriota, se declaró en guerra y Ricardo Haussman, allá en Boston, lo aplaudió. Y se llevó la comida y Fedecámaras pidiendo dólares y sacando mercancía por la frontera, y Consecomercio toda “yo no fui”, y los bachaqueros que vistos en la distancia del tiempo quizá nos salvaron mientras llagaba EL CLAP, pero eso pasó después…

Porque antes vino “la última cola” y perdimos la AN, y Ramos Allúp, buscando peo, sacó con insultos a Bolívar y a Chávez del Palacio Legislativo. Y, según él, en seis meses sacaba también al “autobusero cucuteño”… Insultos, amenazas, provocaciones y un código de vestimenta que hizo Ronald Carreño para que todo fuera chic.

Y cómo veía que resistía fueron a buscar otro elefante y otra guarimba horrenda en 2017 con la modalidad de quemar vivo a cualquiera que pareciera chavista, o sea negro, o sea, niche, o sea, ¡muéranse!. Linchamientos que costaron decenas de vidas, que luego, los muy asesinos, se las endosaban al gobierno. Y el pueblo aguantándose, porque a veces provocaba pisar el peine para verle las caras de cagados a esos cobardes, pero el precio era la paz.

Al borde de una guerra civil nos llevaron y nosotros, con Nicolás al frente, plantados. “Nervios de acero, cabeza fría”, nos decía el Presidente y el pueblo apretando los dientes enfriaba. Y costaba tanto… en Lara, mataron a un niño que vivía en la Misión Vivienda. Cabeza fría -¡coño!-, lágrimas de rabia, nervios de acero, contra viento y marea porque nuestra venganza será que sus hijos tengan escuelas.

Y ¡Oh, eh, oh, eh, oh, la Constituyente va! Una genialidad estratégica de Maduro que muchos no entendíamos pero que sabíamos que iba a servir. Un domingo de agosto fue otro trece de abril y votamos millones de venezolanos y, como por arte de magia chavista el lunes amanecimos en paz.

Y toma tu sanciones, toma tu Guaidó, toma tu gobierno interino de ladrones psicópatas, dirigidos los psicópatas mayores de Washington. Y la “diáspora” y la satanización del Venezuela y Angelina Jolie… Y Cúcuta, y te invado sí o sí. ¡Y a que no, pedazo de gafo con pepas! Y otra vez el pueblo del trece en los puentes, en las calles plantándole la cara al pretendido invasor.

Y el robo, el saqueo, la persecución de las cuentas venezolanas. La escasez de medicinas, el deterioro de los servicios y el apagón nacional derrotado con sancochos comunitarios, dominó en las aceras, nuestros niños y niñas jugando al escondite en la oscuridad. Ni saqueos, ni muertos, ni nada. Solo un pueblo sabio que supo esperar porque la luz la lleva dentro y la de afuera siempre vuelve.

Y el COVID, y los millones muertos nos que nos auguraron salivantes. Y tampoco esa cuenta les salió porque guardar cuarentena fue otra de las formas que encontramos para hacer un trece de abril.

Y en plena pandemia Gedeón, una operación de nombre bíblico con mercenarios holliwoodenses, Rambitos entrenados en Colombia, armados hasta los dientes, dispuestos a matar… Y en un pestañeo, pescadores y soldados, la unión cívico militar en perfecta armonía y ¡zuás! los valientes de pacotilla meados, desinflados, tendidos de barriga en la plaza caliente del pueblo, mirando hacia la nada con cara de what the fuck.

Y así, dos décadas de planes, plancitos y planzotes para borrar al chavismo, para acabar con la Revolución Bolivariana que no han parado. Y nosotros, como aquel trece, que es el mismo de todos los días en esta larga, difícil, dolorosa, pero siempre hermosa batalla por la dignidad, no solo de Venezuela, sino de la humanidad toda.

Y perdonen la inmodestia, pero después de todo lo vivido, no sé, ni quiero, disimular el orgullo de lo que somos. ¡Somos el pueblo chavista: valiente, noble, leal, consciente, tantas veces indescifrable, lanzado, jodedor, irreverente… invencible. En fin, somos Chávez… y él nosotros!.

 

CAROLA CHÁVEZ

@tongorocho

CEMD.


 

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