Para seguir la revolución, «había que salvarle la vida al compañero Evo»

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Evo Morales si bien ya no está al frente del gobierno en Bolivia, es un actor político relevante en su país. La victoria del MAS y Luis Arce el domingo 18 de octubre se le endosa a su influencia y al prestigio de haber sido el mejor presidente en la historia de esa nación.

El periodista Ernesto Villegas consiguió una breve entrevista para su programa vía videoconferencia; un medio por el que el expresidente ha venido exponiendo la realidad de su país luego del golpe de estado en su contra el pasado 10 de noviembre de 2019.

Si bien su derrocamiento pudiera ser anticipado por cualquier como uno de los momentos más tristes de su vida, Evo lo coloca en el renglón de los instantes más difíciles.

Para él, la renuncia obligada por una conspiración política y militar fue perder por un rato el gobierno pero no la revolución. Haciendo metáfora de fútbol, un deporte que lo apasiona, el golpe fue un gol para la derecha, pero el triunfo del MAS el domingo fue el contraataque para poner al pueblo otra vez arriba en el marcador.

Recordó que en el instante crucial del Golpe de Estado tuvo que salir del país, porque él y sus compañeros entendieron que para seguir la revolución, «había que salvarle la vida al compañero Evo».

Instantes de dolor

En cambio los momentos tristes en la vida de Evo Morales son dos: la muerte de Chávez y de Fidel. Ambos fueron más que colegas en el oficio de gobernar, sino amigos. Por cada uno de ellos lloró, y hasta caminó kilómetros de una caravana popular en Caracas como el último gesto de lealtad con un camarada.

Volviendo al episodio del Golpe de Estado, el ex mandatario boliviano lo calificó como un sencillo zarpazo del gringo al indio. Su derrocamiento es la jugada violenta de un interés geopolítico de Washington de controlar políticamente al país y capitalizar sus recursos naturales.

Para Evo el golpe de estado tiene una lectura económica en su determinación de desarrollar el Litio pero sin la participación de los estadounidenses.

Pero además de las razones económicas, políticas o racistas en su contra, el expresidente boliviano considera que su derrocamiento obedeció también a un potente celo ideológico. La Bolivia con Evo, sin el tutelaje del FMI y otros organismos multilaterales, consiguió la fórmula inédita de una prosperidad que nunca conoció el país; y ese ejemplo es peligroso todavía para la narrativa del neoliberalismo.

Reír de felicidad

Si bien no le han faltado peligros al difícil camino de hacer próspero a un país con ecuaciones propias, Evo Morales tiene momentos felices. El más desbordante fue el 1ero. de mayo de 2006, día en que Bolivia nacionalizaba sus recursos naturales.

Por primera vez en su historia, el país disponía soberanamente de sus recursos, y sus rentas se convirtieron en la comprobación de que lo que está bajo la tierra de los bolivianos era y debe ser de los bolivianos.

Pero a lo mejor en ese instante supremamente feliz de Evo estuvo el comienzo de una acumulación de fuerzas y de odio que 13 años después le dio el golpe, porque como dicen popularmente, y también parece que funciona en política, a nadie le gusta ver sonrisa en cara ajena, y menos si es la cara feliz de un indio que gobierna sabiamente.

 

 


 

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