Las costumbres arcaicas de la vieja monarquía siguen andando en pleno Sol del siglo XXI. España, tan vigilante de las fronteras de otros, pero tan atrasada en las propias, ha sido eco de un hecho terrible y cuestionable sobre todo para un gobierno y un reinado que se jacta de defender las libertades y democracias en el mundo: el rapero Pablo Hásel ha sido detenido por cantar verdades.
La libertad de expresión ha sido golpeada en lo más sensible. Algo propio de las dictaduras más temerosas: el miedo a la protesta a través del arte.
El hecho contra Pablo Hásel recuerda a otro momento lamentable, cuando el Rey Juan Carlos en plena cumbre le dijo al presidente Hugo Chávez «¿Por qué no te callas?», por la misma razón: cantar verdades.
Este hecho condenable ha abierto protestas en todo el mundo y un debate pendiente acerca de las expresiones del fascismo en la actualidad. Los viejos poderes actúan a mansalva contra los acuerdos de derechos humanos consagrados en la Carta de Naciones Unidas y en la mayoría de las Constituciones del mundo.
Juan Carlos, el bobón
Este es el nombre del tema en el que Hásel denuncia las ilegalidades cometidas por Juan Carlos, pasando por el uso del erario público para la caza de elefantes, el robo de más de 65 millones de euros en un proyecto con empresarios españoles, entre otras.
Es de destacar que España, uno de los países que dedica mayores esfuerzos en conspirar abiertamente contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, es el país con mayor cantidad de artistas en prisión castigados por las letras de sus producciones artísticas.
España enfrenta una persecución por motivos ideológicos, sustentada en la llamada Ley Mordaza aprobada en el año 2015. Esta condena cualquier hecho de protesta de carácter público o de solidaridad ante casos de desalojo.
A partir de esta ley, activistas de distintos movimientos sociales han sido condenados. Sin embargo, hoy las protestas en España, con o sin pandemia, no se han hecho esperar. La represión tampoco. Al estilo de Chile, una joven perdió uno de sus ojos a causa del ataque policial.
La exigencia ahora en las calles es acabar con la Constitución proveniente de la dictadura y que actúa a favor de los intereses de las élites económicas.
Triste imagen la de España, cuando pretende condenar a Venezuela, un país con libertades garantizadas desde la llegada de la Revolución Bolivariana.
Los hechos hablan por sí solos y siguen cuestionando la hipocresía en un sistema que juzga cualquier expresión diversa. El fascismo en España está a la orden del día.
