No solo de pan vive el hombre: Un 1ero de mayo “extraordinario”

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Por: Régulo Boscán.

 

Propongo un ejercicio de imaginación: Ubíquese el lector en el año de 1973, “Eloísa”, como llamaremos a nuestra protagonista acaba de enterarse de que está embarazada. La cosa se complica, pues está sola. El corresponsable de este asunto ha renunciado a cualquier reconocimiento de paternidad, la familia de la chica ni cerca está de imaginar que dentro de nueve meses habrá “una boca más que alimentar”. Eloísa se tiene que enfrentar esta mañana a un encuentro crucial, debe decírselo a su patrón, dueño de la fábrica en la que trabaja desde hace apenas dos meses.

Ese sueldo, por exiguo que sea, es necesario para poner el pan en la mesa, sus padres ancianos y una hermana en el bachillerato son beneficiarios de cada centavo que Eloísa gana (y no son muchos) con sudor, parada 10 horas al día frente a la línea de producción de una fábrica hostil e inhumana, donde debe soportar a diario las miradas lascivas e insinuaciones grotescas de uno que otro de sus patrones. Eloísa piensa “Los sindicatos están prohibidos, eso ni pensarlo, el último que intentó establecerse terminó con una hemorragia de despidos… si yo de zoqueta le hubiera hecho caso a mi papá y me hubiera sacado el carnet de Acción Democrática…” Pero a lo hecho pecho, Eloísa entra a la oficina del patrón con la indeleble certeza de que en los minutos que se avecinan, su suerte quedará comprometida. Y no se equivoca, la llorosa exposición de la joven culmina en dos minutos, el veredicto llega en segundos. La joven mujer se marcha de allí con un sobre manila de pago en su mano, allí están unos billetes nuevecitos, la paga de una semana solamente. Nada de indemnización doble, “usted tiene acá menos de tres meses, no le corresponde nada, gracias por sus servicios. Quítese el delantal, y recoja sus cosas de inmediato…”

Ya afuera, camina desesperanzada entre la gente y al cabo de cierto rato, se detiene vacilante frente a una panadería que exhibe un rotulo atractivo “Se solicita muchacha para atender el mostrador”. A la tristeza la sobrepone la inventiva, la necesidad de sobrevivir, en un segundo, Eloísa tiene un plan determinado, feroz e inamovible, “No voy a decir nada de la barriga –piensa– y para que no se me note, pues me pondré una faja los próximos meses… cuando se enteren, Dios proveerá” y abre la puerta del local.

El trabajo aleja de nosotros tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad. Según Hellen Keller “Lo que mueve al mundo no son los potentes brazos de los héroes, sino la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honrado.”

La historia de la lucha por los derechos de los trabajadores, tiene en Venezuela una de sus más ardorosas batallas. Hagamos un poco de historia: Un tema central en la elaboración de la Ley del Trabajo de 1936 (que fue el epílogo sobre el que se reescribiría la historia laboral del país) fue la necesidad de controlar el naciente movimiento obrero, visualizado por el gobierno como excesivamente politizado, con una presencia preocupante de dirigentes comunistas. Además, la creciente conflictividad social durante el primer semestre de 1936 alertó a la élite política sobre el surgimiento de un poder obrero que cuestionaba la forma en que se estaba efectuando la apertura democrática, poniendo en evidencia el carácter autoritario y excluyente del régimen de transición. De ahí que la legislación fuese pensada para la sindicación por empresas y dificultase la creación de sindicatos nacionales por rama de actividad, independientes y autónomos.

La preocupación por evitar el desarrollo de corrientes marxistas, queda en evidencia en las declaraciones que hacen los funcionarios de la Oficina Nacional del Trabajo que participaron en la redacción de la ley, quienes consideraban que los dirigentes sindicales “instigaban a delinquir y promovían la lucha de clases”. El objetivo de evitar la sindicación por rama de actividad se obtuvo plenamente, pues a pesar de los antecedentes de organización por rama de industria que caracterizó a los sindicatos pioneros de la industria petrolera en su constitución, terminó con una estructura sindical por empresas, siendo este hecho una de las tantas causas de su debilidad. Pero ese es objeto de otro análisis.

La poderosa “Fedecámaras” venezolana, cenáculo formado en sus inicios por las grandes familias, por los “grandes nombres” del valle de Caracas, (emulando un poco a Herrera Luque) en su “Los Amos del Valle”,  fue, desde su origen, una organización de castas. De élites. Así las cosas, la oligarquía es patrona y la clase obrera, indefectiblemente, es plebeya. La presunción historiográfica de la mediocridad de pensamiento entre los menos favorecidos, relega a todo aquel que “no es propietario” a la penosa condición de estar a merced de los grupos oligárquicos. Para hacerlo más penoso, la CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela), no menos poderosa que su homóloga patronal, terminó desdibujada y a la orden de las élites. En el fragor del “Paro Petrolero” la posición de la CTV fue sin duda desmedida y antinatural, pues de manera pública, dejó claro que sus esfuerzos buscaban proteger a las élites y no a los trabajadores. Los partidos políticos eran, durante la 4ta República, suministradores naturales de “insumos” para la elaboración de las directivas sindicales. Al calor de esa conspiración perfecta, los patronos se hicieron mil millonarios y los dirigentes obreros, amasaron fabulosas fortunas. Vale citar el caso archiconocido del antiguo “Zar de Guayana”, Leopoldo Sucre Figarella, quien controló por décadas uno de los polos de desarrollo más grandes del país, (Sur de Venezuela) y el destino de las empresas básicas del estado. En su libro “Los peces gordos”, Américo Martín (quien años después traicionaría la lucha histórica con que irrumpió en la escena venezolana) relata como Sucre Figarella, aterrizó en el Campo de Golf del “Country Club” caraqueño, a bordo de un helicóptero de la CVG, (Corporación Venezolana de Guayana) para recibir de manos del Presidente de Fedecámaras, un automóvil Mercedes Benz blindado y un maletín con $2 millones de dólares. Era la paga por dejar atrás los intereses de los empleados y obreros de la corporación, para suscribir un Contrato Colectivo que favoreciera a los empresarios, quienes a su vez hacían negocios con los gobiernos de turno, en una parranda perfecta de corrupción y excesos de todo tipo.

Hugo Chávez parte en dos estas prácticas. Derrota el ominoso poder de las patronales y quiebra la asociación perniciosa de “patrones y obreros” exponiendo a la CTV como lo que realmente es. La guerra en contra del comandante Chávez, es en esencia una guerra en contra del pueblo. La legislación, comienza, bajo Chávez una audaz migración hacia territorios de Justicia Social, se reconocen los derechos de los menos favorecidos, se modifica el régimen de prestaciones sociales, el sistema de pensiones cobra una vigorosa fuerza, y por primera vez en la historia se incorporan a dicho sistema, millones de venezolanos sin esperanza alguna de lograrlo. Se protege especialmente a la mujer trabajadora y sus derechos, a los discapacitados se les da un lugar, imponiendo la obligatoriedad de contratarles sin hacer menoscabo de su condición. Se otorga al programa de “cesta ticket” un carácter legal, se separan las obligaciones legales de los patronos de las obligaciones legales de los empleados, es una lucha de clases, y Hugo Chávez sabe cómo y dónde pelearla. Disminuye la edad de jubilación para hombres y mujeres, se inmoviliza el despido injustificado, se firman contratos colectivos a lo largo y ancho del país, se reconocen compromisos contractuales contraídos durante la 4ta República que jamás habían sido honrados por ningún gobierno, se crean miles de puestos de trabajo y por primera vez en la historia, trabajo y felicidad comienzan a ser sinónimos.

El epitome de esta batalla tendrá lugar con la llegada de Nicolás Maduro al Palacio de Miraflores. Un obrero, un simple chofer, conduce ahora los destinos del país. Para Fedecámaras y sus organizaciones filiales (Conindustria y Consecomercio) aquello es mucho con demasiado. Los ataques son feroces, las conspiraciones se desatan con toda fuerza y toda malicia. Los dueños de los medios de producción ven en Nicolás Maduro un redituado argumento de esa lucha ancestral de los pueblos contra las poderosas oligarquías. Hay que desalojarlo a como de lugar y en eso están ahora mismo.

Es un 1ero de mayo extraordinario, Venezuela vive el bloqueo más furioso que nación alguna ha debido enfrentar en la era moderna. La economía del país atraviesa una severa contracción y un descontrolado y anormal comportamiento de sus indicadores, producto,  en buena parte de una colosal conspiración dirigida desde Washington, que impide al gobierno bolivariano por ahora implementar una tabla salarial capaz de hacer frente a un dólar especulativo, fijado de manera criminal como patrón de cambio y referencia de rigor para precios de bienes y servicios, un gobierno bolivariano decidido e indudablemente obrero,  resistiendo con firmeza en medio de una “tormenta perfecta”.

Si Eloísa hubiese vivido su desventura en tiempos de nuestra Revolución, el patrón, junto al estado, hubiesen tenido que admitir y proteger su condición de embarazo, enviarla a casa con remuneración garantizada, sin obligación de incorporarse a su puesto de trabajo hasta seis meses después del alumbramiento y una vez consumado, con un permiso especial concedido a diario para que se verificara el acto de amamantar al recién nacido. La conspiración mundial en contra de Venezuela, tiene entre sus objetivos que regresen esos días en donde los “nadie” perdían todas las batallas contra los “quienes”.

Adelante Camarada Nicolás, que está cerca la hora de ver cantar al gallo de la aurora.

 

Régulo Boscán.

@logicalchavez

 


 

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