Edgar Allan Poe, en su Filosofía de la composición, explica las posibles fuentes para hacer un cuento o poema. En primer lugar, la historia puede partir de una tesis, es decir, de un argumento valedero en el contexto en el que se escribe. Otras veces, el escritor puede inspirarse en un caso contemporáneo, en otras palabras, algún acontecimiento del entorno inmediato. En ambos casos, el literato se las arregla para combinar hechos, personajes, acciones y, de esta manera, producir un texto, en el cual, tanto la tesis como su anécdota, sintonicen con sus posibles consumidores.
Yo apuesto a comenzar por la tesis. Para mí, lo conveniente es partir de un tema o premisa, pues las anécdotas ilustran aquello que proponemos. Hoy parto de un tema-tesis muy conocido del apóstol cubano José Martí, en su célebre texto Nuestra América: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”. Hoy en día, a muchos les invade una soberbia o falta de humildad al creer que lo que les pasa o preocupa de manera particular, es un parecer colectivo o, incluso, universal.
Allí es clave el término aldea: un lugar limitado, de escasa dimensión espacial y, por tanto, restringido. Sin embargo, pensamos tercamente que lo que vivimos allí es lo que padecen y experimentan todos y cada uno de las personas que conocemos y las que no.
Hoy, en esta repentina activación de la polarización política, muchos buscan explicaciones del porqué no existe la crispación colectiva de otros años. Ciudadanos, compatriotas, personas de a pie, mantienen sus ideologías y convicciones, pero batallan en otro frente: su día a día. Ello no debe ser condenado por ningún bando. El reto de la política es recuperar ese sector que está peleando y que no dirige su mirada sobre lo que ocurre, porque presta mayor atención a su lucha particular y a garantizar el bienestar de los suyos.
Estas breves líneas la inspiró un amigo que publicó en sus redes sociales: “… Hay quienes resisten escribiendo un libro, dando clases, pensando el país”. Si la universidad y el aula son sitios de resistencia, como lo he expresado antes, sigamos desde allí batallando, no contra algún sector, sino contra la ignorancia. Enseñemos que la aldea particular no es el mundo entero y que es urgente formar a los que deben pensar de manera crítica, incluso su propio limitado y pequeño espacio.
ANTONIO NÚÑEZ ALDAZORO
ÚN.