La Venezuela del año 2020 se enfrenta a una «amenaza inusual y extraordinaria»: el imperio estadounidense y todo el poder de la corporación militar económica se han ensañado contra nuestro pueblo.
La razón, muy sencilla: hacer respetar nuestra soberanía. Decimos al igual que ayer pues hace 200 años nuestra patria se enfrentó a un poderoso imperio: el imperio español. Nuestra idiosincrasia se levanta construida con la sangre de miles de venezolanos y en palabras del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre con «Gloria al vencedor y en honor al vencido». Hemos sido un pueblo heroico, noble, respetuoso y con integridad, nunca hemos sojuzgado a otra nación y como dice el lema de nuestro glorioso ejército nacional hemos sido un pueblo «forjador de libertades».
Y precisamente por estos días de noviembre, cuando se celebra un acontecimiento magnánimo que no solo refuerza con hechos sino que define y le da un toque de gallardía a nuestra herencia libertaria, la firma del Armisticio y el Tratado de Regularizaciones de la Guerra entre el 26 y 27 de noviembre de 1820. Como la historia popular lo conoce, el «abrazo» entre el Libertador Sr. General en Jefe Simón Bolívar y el general realista Pablo Morillo.
Este acontecimiento es, sin duda alguna, el primer antecedente del Derecho Internacional Humanitario de la humanización de los conflictos, derecho de guerra que contenía una serie de preceptos para la protección del honor de los ejércitos de ambos bandos.
La visión eurocéntrica y anglosajona del derecho entre las naciones, obvia este acontecimiento o le da una marginal importancia. Esto tiene su razón de ser: el reconocimiento de un imperio a una rebelión justa y llegar a acuerdos no es muy bien visto por el moderno imperialismo capitalista naciente en la segunda década del siglo XIX.
Doctrinal e históricamente el DIH se fundamenta entre el llamado “Derecho de la Haya” y el “Derecho de Ginebra”. El primero fija los derechos y deberes de los beligerantes en la conducción de hostilidades; el segundo protege a los militares fuera de combate y a las personas civiles en territorio enemigo u ocupado y, en general, a la población civil.
El Armisticio y el Tratado de Regularizaciones de la Guerra debe ser considerado una fuente vital para el nacimiento del DIH. A su vez es precursor del Convenio de Ginebra de 1864.
Como se ve no fue una «tregua» más, fue una muestra de lo que la genuina diplomacia bolivariana fue capaz de hacer. Hoy a 200 años de aquel magno evento, nuestra nación es agredida y amenazada por un poderoso Estado. Que no obstante su superioridad militar usa técnicas y tácticas absolutamente inmorales y reprobables. Un bloqueo económico que asfixia a la población y afecta a los mas necesitados y vulnerables, comparado a los estados de sitios que practicaban los ejércitos antiguos para doblegar a sus pobladores por hambre y enfermedad.
No se nos permite acceder a los mercados internacionales ni a nuestros recursos en el exterior. Se roban nuestros activos y hay una permanente injerencia en nuestros asuntos políticos, hasta el punto de estimular una guerra fratricida interna que justifique una intervención armada extranjera.
En este escenario, hemos tomado todas la iniciativas para contrarrestar esta avasallante agresión. Teniendo como ejemplo la conducta de Bolívar y Sucre, hemos resistido con dignidad e igual que nuestro pasado heroico, venceremos esta nueva afrenta con la prestancia y la bravura de nuestros antepasados.