La última novela de Mario Vargas Llosa: Manda a votar por Keiko para «salvar» a Perú del «comunismo»

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La última novela de Mario Vargas Llosa es una apología a los corruptos buenos. Esta se lee de un tirón porque es una elocuente columna de opinión en donde el Premio Nobel de Literatura revela que contra las causas populares los “demócratas auténticos” pactan sin asco con el diablo.

Para el alguna vez escritor progresista, Perú eligió mal en la primera vuelta presidencial. Los electores le votaron más a un profesor rural llamado Pedro Castillo, quien se coló primero sin que nadie lo viera venir siquiera en un hipotético escenario.

De acuerdo a Vargas Llosa, el maestro Castillo es un peligro para la democracia peruana, por lo que sugirió una solución tremenda: votar por Keiko; una villana política que reconoce como un mal menor y a la que le perdona como un pecado venial haber robado.

A la usanza tradicional de casi todos los intelectuales de la derecha, el escritor nacido en Perú, y ahora súbdito del Rey de España, despacha la reacción popular mayoritaria como un impulso suicida de asomarse al abismo.

Desfigurar al rival

Describe a Castillo como un peligroso guiso de ideas de la “extrema izquierda política” con una agenda social de la rancia derecha católica.

Lo desdibuja como un radical marxista obsesionado con destruir la propiedad privada; y al mismo tiempo como un cruzado de imaginario rural y dogmático para el que están proscrito el aborto y el matrimonio igualitario.

Además de no poder reprimir la carga subjetiva de denostar de Castillo como un grotesco personaje de novela, Vargas Llosa envuelve su argumentación con el recurso favorito de la derecha del siglo XXI para desviar la atención de sus propios males mencionando el peligro de que con el Maestro Rural en la presidencia, el país se embarranque como “Venezuela”.

Al frente de esta pretendida pesadilla de soviet peruano liderada por un deforme minotauro ideológico, a Vargas Llosa se le ocurrió sin perder tiempo que la solución es Keiko Fujimori, una eterna candidata despreciada por el electorado y a la que le salpican las mismas causas de corrupción que llevaron a la desgracia política al expresidente Pedro Pablo Kuczynski: aceptar dineros de la contratista brasileña Odebrecht en la operación transnacional de sobornos conocida como Lava Jato.

Como reconoce en su columna, “pese a ello”, como si se tratara de una aventura perdonable a una adolescente confundida; dice que con Keiko hay “más posibilidades de salvar nuestra democracia, en tanto que con Pedro Castillo no veo ninguna”.

A cambio, el escritor le pide a su aliada circunstancial que garantice las libertades políticas y complete los 5 años de su gobierno con sosiego para evitar que Perú se convierta en una Corea del Norte, aunque Keiko se parezca más de cara a Kim Jong-un que Pedro Castillo.

Las lecciones del novelista

La columna de Vargas Llosa deja varias lecciones a tener en cuenta: que la derecha no distingue con quien se junta para derrotar los intereses del pueblo, que el escritor tiene una moral de plastilina que lo hizo desechar en un par de cuartillas la rabia vieja de haber perdido la presidencia una vez con un populista con cara de chino, y que los pecados de corrupción de sus políticos es un detalle que se puede omitir si juran leal sumisión a la causa conservadora.

Al mismo tiempo el escritor es un ejemplo elocuente de la efectividad de la derecha a la hora de unirse para derrotar a la izquierda; una virtud que los progresistas aun no terminan de tener ni entender cuando tienen en frente la misma disyuntiva.

 

 


 

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