Juan Guaidó y su otro nuevo «gran plan» para Venezuela

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Juan Guaidó reveló su nueva estrategia para «recuperar la democracia en Venezuela», un eufemismo que en neolengua opositora es derrocar al gobierno.

El mensaje, que pretendió animar con un halo de expectativa épica anunciando antes de que publicaría los detalles de éste en horas de la tarde, fue un despliegue de política aérea en el que el opositor habló con un tono amenazante poco útil para alguien que tiene el supuesto objetivo de llegar a un «acuerdo».

El exdiputado habló de que la nueva estrategia, que no se sabe ya a cuál sustituye, es la de conseguir un “Acuerdo de Salvación Nacional” con el que el país pueda superar “la peor crisis de su historia”.

Lo último lo afirmó sin al menos sentir un poco de remordimiento por ser parte esencial de este mal trance en Venezuela.

¿Y en qué parte pinta el pueblo?

Lo curioso de todo este despliegue barato de comunicación para el que empleó 2 cámaras y un telepromter, es que en su fórmula para salvar a Venezuela nunca mencionó al pueblo; y ató varias veces la viabilidad y aseguramiento de un pacto al acompañamiento de la comunidad internacional.

Otro aspecto importante que revela el orden de prioridades en que Guaidó tiene a su propio país, es que la mayoría de las veces, y en los aspectos más importantes, siempre mencionó primero a la comunidad internacional que a sus aliados nacionales, y a las sanciones como moneda de cambio para conseguir «concesiones del régimen».

El dirigente que juega a ser presidente de Venezuela, dibujó su estrategia como un triángulo en el que están los factores del gobierno interino, las potencias internacionales y “los factores que sostienen al régimen”, y como siempre el pueblo no figura en las fórmulas del exdiputado.

La misma historia

El resto es una película repetida, con apenas unos cambios en los diálogos, pero en el fondo es el mismo argumento: presionar para la realización de unas elecciones generales, acompañamiento y tutelaje internacional para validar unas elecciones nacionales.

Como todas las veces anteriores, no reconoce al nuevo CNE. Apuntó contra la oposición democrática a la que dibujó de oposición útil y leal al “régimen”. Y forzando una pose de líder decidido no faltó el dedo acusador pinchando el aire asegurando que “nadie le cree a la dictadura”.

No faltó ofrecer violencia

Fiel a su tradición antidemocrática, no dejó de sugerir que todas las opciones en el horizonte, incluidas las violentas, llevan indefectiblemente a un acuerdo y elecciones presidenciales.

En descargo de Juan Guaidó, se le puede reconocer que es unas de las pocas excepciones en que se le entendió mejor un mensaje grabado, aunque eso no significa que se le crean sus intenciones.

 

 


 

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