¿Qué puede significar el distanciamiento de un General del alto mando militar de un Jefe de Estado?. En torno a esa pregunta se han desatado otras dudas sobre la solidez institucional en el seno del gobierno de Estados Unidos, luego de que el General Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército, se retractó de haber acompañado al presidente Donald Trump en un procedimiento reciente.
Milley declaró públicamente estar arrepentido de haber caminado junto a Trump el pasado 1° de junio, en inmediaciones de la Casa Blanca, donde fuerzas militares y policiales acababan de reprimir una de las jornadas de protesta antirracista que se han generado tras el asesinato del afroestadounidense George Floyd.
Apenas dispersaron la movilización popular, con la aplicación de gas pimienta, Donald Trump emprendió la caminata desde la Casa Blanca para fotografiarse en las afueras de la Iglesia Episcopal de San Juan, ubicada a pocos metros del centro de poder en Washington.
“No debería haber estado allí. Mi presencia en ese momento y en ese entorno creó una percepción de los militares involucrados en la política nacional”, dijo el General Milley.
El militar, quien ha expresado indignación por el crimen cometido contra el ciudadano George Floyd, se mostró arrepentido de haber participado en el evento donde Trump posó, biblia en mano, a minutos de haber arremetido su gobierno contra los manifestantes.
En un video dirigido a estudiantes de la Universidad de Defensa Nacional, agregó que “como oficial uniformado comisionado, fue un error del que he aprendido y espero sinceramente que todos puedan aprender de eso”.
Aunque Milley es el oficial de más alto rango en el Ejército de Estados Unidos, surgen diversas interpretaciones ante el hecho de que ponga en evidencia contradicciones, diferencia o falta de coordinación con el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del país norteamericano, figura que ejerce el presidente de turno.
