“Febrero es rebelde, todas son fechas del pueblo; tenemos la moral a millón y el calor y la pasión para seguir construyendo nuestro camino revolucionario” La emotiva frase salió de la boca de Diosdado Cabello, Primer Vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Chávez declarando a la prensa asumiendo la conducción del Golpe Cívico Militar de 1992.

El segundo mes del año es un enorme referente en el registro e inventario de la moral revolucionaria en Venezuela. Coinciden en este mes, aniversarios de algunos de los eventos más relevantes e influyentes de los últimos años, que cambiaron el rumbo de un país que soportó por casi medio siglo, gobiernos que plagaron de miseria e injusticia a un pueblo que no tenía una esperanza posible, ni un sueño probable ni un anhelo realizable.

En 1999, el 2 de Febrero, Hugo Rafael Chávez Frías, un joven Teniente Coronel nacido en los llanos venezolanos, se juramenta por primera vez como Presidente Constitucional de Venezuela, ante el extinto Congreso Nacional (hoy AN). En un giro sorprendente de la historia, Chávez jura “sobre una moribunda Constitución” cambiar radicalmente al país, orientarlo por nuevos horizontes y derribar por completo un estado intoxicado de corrupción e injusticia. Si alguien tenía alguna duda de las intenciones reales de Chávez, desde este momento estelar de la historia, comenzaron a disiparse.

Un 3 de Febrero de 2003 finaliza la “huelga indefinida” que durante 63 días pidió infructuosamente la dimisión de Chávez. El mundo entero asistió asombrado a un evento sin antecedentes similares en la historia política del planeta. Asediado por todos los flancos, con un bloqueo absoluto de todos los medios de producción de bienes e insumos, sin prestación de servicios privados, y con la industria petrolera paralizada tras la traición de un grupo de gerentes de la entonces llamada “meritocracia” , El valiente militar conduce al pueblo a la victoria con su discurso de elevado tono moral y claro rumbo dinámico. Chávez logra algo impensable: logra imponer entre sus partidarios un compromiso ideológico que se sobrepone al hambre y las penurias. Esta hazaña es, definitivamente, inolvidable.

Y fue justamente en febrero, un 4 para ser más exactos, cuando las cámaras de televisión muestran por primera vez un rostro que se haría imprescindible en adelante. Con una audacia desconocida y una valentía inesperada, el joven teniente coronel le cuenta al mundo entero que acepta toda la responsabilidad por un golpe cívico militar que acaba de producirse horas antes, y que pone en jaque el gobierno de Carlos Andrés Pérez. En un país de impunidad y cómplices silencios, tal carga de coraje testicular fue demasiado. De inmediato, Chávez se convirtió en una estrella mediática en ascenso, cuya orbita no pararía de extenderse jamás hasta el día de su muerte. Y aun después de esto, su legado y su memoria son una huella indeleble en nuestra historia.

Un 15 de Febrero pero en 2009, se aprueba un referendo que da luz verde al Comandante para presentar su candidatura a la reelección en las elecciones de 2012. Las reacciones no se hacen esperar, y Chávez, fiel a su carácter abiertamente honesto, declara que efectivamente, piensa presentar su nombre una y otra vez en cada elección presidencial. Su motivación hacia el poder no tenía más pretexto que el de asegurar la continuidad y desarrollo irreversible del modelo revolucionario. Por esa dramática voluntad de un destino forjado, 4 años después para la misma fecha el Gobierno difunde imágenes del presidente por primera vez en dos meses, explicando que respiraba con dificultad, con la ayuda de una cánula a causa de una dolorosa enfermedad que le ganaría la batalla.

Chávez rescató del olvido y del polvoriento cuarto de la indiferencia a un héroe satanizado por el relato histórico que fabricó la derecha venezolana. Ezequiel Zamora, quien vio la luz un 1 de febrero de 1817, y que lideró una revolución campesina en épocas en que el latifundio, el esclavismo y la explotación eran la norma. Zamora encarna desde entonces un ideal de lucha, de resistencia y de inobjetable dignidad.

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