Entérate de cómo la CIA tortura a sus prisioneros

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¿Qué pasaría si alguien intentara invadir los EE.UU.?

“Tanto en Guantánamo como en Irak, y se presume que en Libia y Afganistán los detenidos recibían inyecciones de comida de manera forzosa por vía rectal, privación del sueño durante más de 70 horas, ahogamientos simulados, amenazas sexuales con palos y palizas varias son sólo algunas de las torturas a las que la CIA sometió a los detenidos acusados de actividades relacionadas con el terrorismo entre 2002 y 2006”

INFORME DE LA COMISIÓN DEL SENADO DE LOS EE.UU.

La frustrada incursión de mercenarios a las costas venezolanas, para derrocar y asesinar al Presidente Maduro y miembros del alto gobierno, por muy descabellada que pudiera verse ante los ojos de mucha gente, es un hecho absolutamente fuera de discusión. Incluso J.J Rendon, el oscuro “Gurú” de la guerra sucia, ha reconocido públicamente formar parte de la conspiración para provocar “un cambio de gobierno en Venezuela” y la eliminación de esa incomodidad llamada Nicolás Maduro Moros.

Si alguien tuviese la osadía de intentar ingresar de manera ilegal a los EE.UU. desembarcando en cualquiera de sus playas, La Florida, por ejemplo, con la determinación de asesinar a líderes políticos, incluido el Presidente, y promover un cambio de gobierno, las consecuencias serían terribles. Sin embargo, la preocupación por la” integridad física y moral” de los criminales detenidos en Venezuela, parece ser la nueva y recurrente obsesión de la derecha (la propia y la foránea) ¿Qué habría pasado de ser a la inversa? Una mirada a la historia homicida de las agencias de seguridad de Norteamérica sería reveladora.

Incluso el cine de Hollywood ha magnificado copiosamente las prácticas de tortura sistemática que emplea la CIA (Agencia Central de Inteligencia) a lo largo y ancho del mundo, y por supuesto, en sus instalaciones.

La antigua directora de la CIA, Gina Haspel, informó de forma detallada sobre prácticas de tortura física ejecutadas bajo su supervisión, incluido el ahogamiento simulado de un supuesto terrorista de Al Qaeda, cuando era jefa de una base de la agencia de inteligencia en Tailandia en 2002.
Según detallan cables desclasificados hechos públicos hoy, escritos y autorizados en su día por ella misma, la CIA llevó a cabo interrogatorios a sospechosos de terrorismo con técnicas de tortura que incluían el uso de electricidad, la desnudez publica, los grilletes, el confinamiento solitario y la inanición.

Las prácticas de ahogamiento simulado son un crimen de guerra según el derecho estadounidense y el derecho internacional, que se remonta al procesamiento de soldados japoneses en este país por torturar a prisioneros de guerra de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero no solo la CIA tortura a sus procesados, la tortura llevada a sus límites más humillantes también ha sido una práctica recurrente de las fuerzas armadas estadounidenses, como lo comprueba la exhaustivamente documentada operación iraquí, y la tristemente célebre prisión de Abu Grahib , escenario de una de las mas sórdidas tragedias de la historia militar del hemisferio en los últimos años.

«Me odiaba a mí mismo por los abusos cometidos en Abu Ghraib»:esta frase de dramáticos ribetes, es la opinión que sobre si mismo tiene Jeremy Sivits, un soldado norteamericano que develo una tapadera de crueldad y aberración abiertamente inhumanas, cometidas por oficiales del ejercito de EE.UU. en la pisoteada Irak. El escándalo de Abu Ghraib estalló el 28 de abril de 2004, cuando fotografías tomadas en la prisión por él y otros soldados fueron mostradas en la televisora CBS News.

Las imágenes mostraban a prisioneros desnudos apilados formando una pirámide, y en la que habían sido forzados a simular actos sexuales y a adoptar posturas humillantes. Una mostraba a una soldado estadounidense, Lynndie England, sosteniendo a un prisionero con un cinturón usado de tal forma que parecía una correa para pasear perros. Otra foto, la que se convirtió en el principal referente del escándalo, mostraba a un hombre con capucha de pie junto a una caja mientras sostenía cables eléctricos en sus manos. Sivits fue sentenciado a un año de cárcel por incumplimiento del deber, por cargos relacionados con la fotografía que hizo y por no haber detenido el maltrato a los detenidos.

Jeremy Sivits.

«El lado oscuro»

En esa época, unos 2 mil iraquíes, entre hombres, mujeres y niños estaban recluidos en esa prisión. Muchos (la mayoría de ellos) eran inocentes y no sabían nada sobre la insurgencia. Habían sido detenidos de forma accidental durante unas redadas. Para ese momento, el gobierno de Estados Unidos había probado el uso de duros métodos de interrogatorio en los centros de detención controlados por ese país. El vicepresidente Dick Cheney había advertido poco después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 que ellos trabajarían el «lado oscuro».

Con ese objetivo en mente, las autoridades modificaron las leyes para permitir el uso de técnicas de interrogatorio, que desde hace tiempo habían sido catalogadas como tortura. Estas fueron aplicadas a los prisioneros de Abu Ghraib.

Los detenidos eran golpeados, en algunos casos hasta que morían

Una fotografía muestra el cadáver de un preso, Manadel al Jamadi, quien estuvo detenido allí por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés). Su cuerpo estaba envuelto en plástico. Después de que se formó el escándalo, Estados Unidos perdió el argumento de su superioridad moral, de acuerdo con muchos de los que participaron en la guerra. Cientos de iraquíes murieron en esa prisión, bajo torturas espantosas ideadas por la central de inteligencia de la nación del norte. Sin ningún derecho  de por medio, y sin que nadie protestara ante aquello. Por eso las peticiones de “consideración a los DDHH” de los mercenarios de Chuao, entran en el terreno de lo risible, de lo inmoralmente absurdo y de la hipocresía mundial hacia Venezuela.

Los métodos de tortura patentados por la CIA competirían ventajosamente contra las prácticas de las SS de Hitler. Un prisionero de Guantánamo: Abu Zubaydah dibujó con sumo detalle las técnicas de interrogatorio que la CIA le aplicó en cárceles secretas. Zubaydah junto con otros dos procesados vivió en carne propia toda esta crueldad, dirigida por dos psicólogos especializados en técnicas de interrogación, padres a su vez del manual de torturas.

“Había 20 celdas en la prisión; cada una de ellas, una caja de zapatos de hormigón. En 16 de ellas los prisioneros estaban encadenados a una anilla de metal en la pared. Las cuatro restantes tenían como objetivo privar de sueño a sus ocupantes, de pie y encadenados por las muñecas a una barra por encima de sus cabezas. Los que estaban en las celdas «normales» tenían un cubo de plástico; los otros llevaban pañales. Cuando no había pañales los guardas improvisaban alternativas con cinta americana, o los encadenaban desnudos. Las celdas no tenían calefacción, permanecían oscuras como la boca de un lobo día y noche, con música a todo volumen 24 horas al día”.

«El ambiente era muy bueno», declaró John «Bruce» Jessen a un investigador de la CIA en enero del 2003, dos meses después de interrogar en las instalaciones a un prisionero llamado GulRahman. «Desagradable, pero seguro».

En noviembre del 2002, Jessen, uno de los dos psicólogos asalariados que diseñaron las «Técnicas de Interrogatorio Mejoradas» de la CIA, pasó 10 días en la prisión secreta cerca de Kabul, Afganistán. Cinco días después de su partida encontraron muerto por hipotermia a Rahman, desnudo de la cintura para abajo y encadenado al frío suelo de cemento.

Estos documentos, la mayoría previstos para servir como pruebas en el juicio, aportan la mejor descripción hasta la fecha de las calamidades por las que pasaron los tres hombres en aquella mazmorra de la CIA, y de cómo tuvieron la mala suerte de que sus vidas se cruzaran con el apogeo y la caída de James Mitchell y Bruce Jessen, los hombres que diseñaron el régimen de tortura.

Una serie de intercambios sobre el diseño de las «cajas de aislamiento» tiene títulos como «comentarios sobre el posible impacto psicológico de la caja de aislamiento durante el procedimiento con “AZ» y «Más comentarios sobre la construcción y otros detalles de la caja de aislamiento adicional que se utilizará durante el interrogatorio a Abu Zubaydah».

Otros informes describen al detalle cómo estas técnicas se utilizaron en sesiones de interrogación, y su efecto demoledor y deshumanizante. En una parte de un informe de seis páginas se describe el «sexto día de la fase agresiva» del interrogatorio a Abu Zubaydah, que tuvo lugar el 9 de agosto de 2002. «Los interrogadores señalaron la pequeña caja y le dijeron ‘ya sabes qué hacer’».

«A las 10 de la mañana, el sujeto se sentó en el suelo y se metió solo en la pequeña caja, sin protestar y sin requerir mayores instrucciones», escribió el equipo de Mitchell. Durante las siguientes ocho horas, Abu Zubaydah pasó por diferentes cajas de aislamiento y fue arrojado contra la pared, una técnica conocida como «walling». Cuando montaron la estructura para el «submarino», otra vez el interrogador dijo ‘ya sabes qué hacer’. Al prisionero le dijeron que podía poner fin a las torturas si decía lo que los interrogadores querían saber, dice el informe, pero «el sujeto lloriqueó y dijo que no sabía nada».

Era común que los agentes desprendieran a los detenidos de su ropa, arrastrándoles desnudos por el suelo, bañándoles en agua congelada y simulando su ahogamiento mediante la inyección de inmensas cantidades de agua por las vías respiratorias. También les horrorizaban con taladros eléctricos y les propinaban brutales palizas, sin olvidarse de amenazarles con hacer daño a sus mujeres y niños. Las torturas llegaron incluso a causar la muerte, en 2002, de un detenido por hipotermia que había permanecido encadenado, prácticamente desnudo, en una prisión secreta de la CIA.

¿Sera necesario agregar a la lista las violaciones a miles de niñas y jóvenes mujeres en Colombia por parte de “Marines” y agentes de la DEA?

Los Derechos Humanos de los mercenarios invasores de la patria de Bolívar, están garantizados. No por imposición de nadie, sino por un asunto de respeto, dignidad y principios que no obtendrían en ninguna otra parte. A Dios gracias, no están presos en un calabozo de la CIA. La CIDH puede seguir perdiendo el tiempo como siempre, por aquí todo normal y bajo control.

 


 

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