En un nuevo episodio de la República de Narnia, su presidente vitalicio Juan Guaidó volvió al plano de las declaraciones para reafirmar que es un político literalmente que vive en otro planeta.
El exdiputado que juega el papel peligroso de Presidente sombra de Venezuela dijo que está en conversación con «figuras del chavismo»; todo esto para supuestamente buscar un acuerdo que logre elecciones presidenciales libres.
En su precaria puesta de escena, y para la que parece que cada vez invierte menos, Guaidó asegura que hay sectores dentro del gobierno que estarían dialogando con él en ese sentido; y que lo hacen tan «libre y voluntariamente» porque saben que sobre sus cabezas pesan sendas condenas por sus capturas.
Causa asombro el talante de su visión del diálogo político; ese que se funda en base del chantaje, la presión y la amenaza permanente sobre la vida de los adversarios.
Pero más curioso que la repetición bochornosa de esta caricatura dañina es que hay quienes replican sus pronunciamientos, dotándolos de una potencia inexistente.
Causa curiosidad que en las reseñas que anteceden la presentación de Guaidó como «presidente interino» ya le hayan limado hasta 50 la lista de países que dicen «reconocerle», cuando el mantra anterior mencionaba al menos 60.
¿Quiénes serán esos chavistas?
Guaidó celebra como una brillantez de su sapiencia política describir que «el régimen no es un conglomerado homogéneo»; y que entre esa raza de «oficialistas» que le reconocerían alguna validez política se le han acercado.
Hasta ahora la única revelación de algo parecido alguna vez a chavismo y que se han sentado con Guaidó con el supuesto mote de «chavismo democrático» ha sido una caravana de exministros y políticos que demostraron ser leales en tiempos de vacas gordas y críticos en tiempos difíciles.
Se trataría de una categoría rara de políticos revolucionarios. Unos que de tanto hablar de una utopía socialista, terminaron resbalándose hasta la distopía de una tiranía imaginaria y peligrosa como la República de Narnia.
