Luis Britto García
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Casi imposible es la cuantificación exacta del botín que España robó del Nuevo Mundo durante tres siglos. Gran parte de él no fue declarado: la prisión de Cristóbal Colón se debió a la omisión de cuentas correctas de sus viajes. Porción considerable de esas riquezas fue introducida a Europa como contrabando.
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Intentemos una aproximación. Ya en el viaje de Colón de 1502, los valores destinados a la Corona fueron estimados en 100.000 castellanos españoles, supuestamente 80.000 pesos en oro, la mayoría de ellos transportados en la Capitana (Walter Cardona Bonet: Shipwrecks in Puerto Rico’s history, vol 1 1502-1650, San Juan 1989, p 27). El economista español Valle de la Cerda calcula que al finalizar el siglo XVI España había sacado del Nuevo Mundo más de quinientos millones de pesos en oro y plata (el peso de oro pesaba casi cinco gramos de oro de 24 kilates, y equivalía a 15 o 16 de plata). El historiador Moncada estima que entre 1492 y 1619 entran en España dos mil millones de pesos en oro y plata americanos “demás de la cual es de creer que habrá entrado otra gran cantidad sin registro”. La plata del Potosí, hasta 1629, suma mil doscientos millones de pesos, según el economista español Peñaloza (Francisco Mota: Piratas en el Caribe; Casa de las Américas, La Habana, 1984, p 40).
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Las estimaciones basadas en fuentes primarias completan el cuadro de estos incalculables latrocinios. Clarence Haring reseña que entre 1556 y 1640 la plata extraída del Potosí alcanzó a 256.114.187 pesos, por los cuales la Corona percibió regalías por 54.056.208 pesos (C H Haring: El comercio y la navegación entre España y las Indias en época de los Habsburgos; Desclée, de Brouwer, París-Brujas 1939, pp 380-382). Indica Earl J Hamilton que “entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de San Lúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de siglo y medio excedía tres veces las reservas europeas.” (Cit por Eduardo Galeano: Las venas abiertas de América Latina; Editorial Siglo XXI, México 1973, p 33-34). Apunta Guillermo Céspedes del Castillo que “entre 1531 y 1660, llegan a Sevilla un mínimo de 155.000 kilogramos de oro americano y 16.985.000 kilogramos de plata. Añadiendo el contrabando, es posible que sólo durante el siglo XVI Europa recibiera en total de América hasta 18.300.000 kilogramos de plata”(Guillermo Céspedes del Castillo: América Hispánica 1492-1998; Editorial Labor SA Barcelona, 1985, p 140).
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Son cifras que suscitan el vértigo de los estudiosos, y la codicia de los piratas. La renta real que llega de Indias a la Casa de Contratación de Sevilla, que sólo es de 3.000.000 de maravedíes al fundarse ésta, asciende a 22.000.000 en 1505, a 34.000.000 en 1512; a 46.000.000 en 1518 y a 119.000.000 en 1535; pero sólo alcanza a 13.000.000 en 1516, y a 2.000.000 en 1521, años durante los cuales está en plena actividad el enjambre de corsarios franceses que arroja a los mares el conflicto entre Francia y España (Haring: El comercio y la navegación entre España y las Indias; p 188). Por el riesgo de tormentas y piratas, se limita la cantidad que puede ser transportada en un solo bajel: en tiempos de Fernando, el máximo es de 5.000 pesos de oro; cuando Carlos V, asciende a 10.000 y luego a 18.000; un decreto de julio de 1552 lo eleva hasta 25.000 pesos; los buques de las flotas no están sujetos a estos límites, y así, en la armada de Pedro de la Gasca cada nave acarrea un promedio de 180.000 pesos (Haring p 191).
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Se potencia así la acumulación primitiva sin la cual el capitalismo probablemente no hubiera surgido, o hubiera tardado muchos siglos más en desarrollarse. A pesar de la opinión que critica el estatismo español de la época, las mismas autoridades ibéricas que monopolizan el comercio con las Indias aceptan paralelamente un régimen liberal de intercambio con Europa que les drenará la riqueza conquistada en aquellas. Con el oro corre la expresión de que España era “las Indias de los demás países” (Lynch: España bajo los Austrias, T I p 163). Como destaca Noam Chomsky:“Un excesivo liberalismo aparentemente contribuyó al colapso del sistema imperial español. Este era demasiado abierto, permitiéndole a los ‘mercaderes, a menudo no españoles, operar en las entrañas de su imperio’, y permitiendo que ‘los beneficios salieran de España’” (Chomsky: 1992: The Conquest continues, op cit p 10).
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Ferdinand Braudel señala que España jamás tuvo la capacidad de explotar el mercado del Nuevo Mundo, ni en los primeros tiempos de la formación de éste, y ni siquiera movilizando todas sus naves, sus hombres, los vinos y el aceite de Andalucía y los tejidos de sus ciudades textileras. Y añade que “Por otra parte, en el siglo XVIII, cuando todo se había incrementado, ninguna nación de Europa hubiera podido hacerlo por sí misma”. Así, como advierte Hamilton, se produce una “extremadamente estrecha relación entre el aumento de las importaciones de metales preciosos y la subida de los precios de las mercancías a través del siglo XVI, en especial a partir de 1535” (Hamilton: American Treasure and the Price Revolution in Spain, p 30, cit por Lynch: op cit p 163). Durante la primera mitad del siglo XVI los precios aumentan en España más del 100 por ciento; a finales de siglo, se han cuadruplicado en relación a los de 1501; sólo a partir del corte drástico de las remesas periódicas de metales preciosos a partir de 1630 tienden a estabilizarse.
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Así se disipa en inflación y en importar superfluidades el más colosal saqueo efectuado en la historia de la humanidad. Preguntémonos con Guaicaipuro Cuautémoc “¿cuánto pesarían esas cifras calculadas en sangre?”. También aquí los cálculos son aproximativos. Arriba de ochenta millones de vidas humanas sesgó la invasión europea. Según los climatólogos, la inmensa extensión de campos cultivados que fueron reconquistados por las selvas frenó un incipiente calentamiento global. Y también el desarrollo de nuestras civilizaciones. Ese fue el precio de la hoy caduca hegemonía europea. Conviene recordarlo cada vez que alza la voz ante quienes fuimos sus víctimas.
LUIS BRITTO GARCÍA
Escritor