Los coletazos de la covid-19 han impactado casi todos los aspectos de la vida cotidiana en la mayoría de los países. La pandemia han impuesto nuevas dinámicas en la política, la economía, el intercambio social y por supuesto la salud. En buena medida, todo ha tendido a informatizarse y el gran protagonista de estos tiempos de confinamiento ha sido la internet, las redes sociales y los ecosistemas digitales.
Teletrabajo, teleeducación y telemedicina se han acrecentado de manera significativa. Y en ese contexto, un elemento medular de la denominada economía digital, como son las criptomonedas se han visto favorecidas de manera significativa. Un claro ejemplo de ello es el bitcoin, que nuevamente se acercado sus máximos históricos, al promediar cotizaciones por el orden de los 19 mil dólares. Ello representa una apreciación porcentual de 300%.
El incremento se explica como consecuencia del impacto negativo de la pandemia. Es decir las criptomonedas, en especial el bitcoin, se han convertido en un activo «refugio». De este modo, particulares e inversionistas, buscan protegerse de los tremendos desequilibrios asociados a la enfermedad contagiosa.
Más demanda
El mayor interés por esta moneda digital ha impulsado, a su vez, que existan mayores facilidades, en términos de navegabilidad para poder realizar las transacciones. «Antes, cuando comprabamos bitcoin parecía que estábamos haciendo algo ilegal. O bien que comprábamos en la deepweb. Por el desconocimiento tecnológico de como llegar a la fuente donde se puede comprar la criptomoneda», sostiene el CEO de Bitbase, Álex Fernández.
También han surgido nuevas opciones para facilitar el modelo de uso y su movimiento. Así, en el mercado español, se han importado desde Taiwan las «coolwallet» o billeteras frías. Estos monederos electrónicos, que se parecen a una de tarjeta de crédito, no dependen de terceros. Igualmente, se pueden utilizan para mover e intercambiar criptomonedas, almacenarlas y hacer un seguimiento de ellas.