Con los demócratas en el poder tememos más razones para preocuparnos. Los ataques a la paz, la estabilidad y la democracia en nuestro continente, no están en cuarentena. Bolivia se recompone de un golpe de Estado, Ecuador sobrevive a un segundo periodo de neoliberalismo, Colombia clama justicia en las calles; Perú defiende unos resultados electorales que no terminan de ser definitivos y nosotros combatimos un bloqueo, y todo, absolutamente todo, tiene el sello de EE.UU.
¿Por qué la actual situación de Haití y Cuba serían distintas?
La llegada de los demócratas de la Casa Blanca ha sido de todo menos silenciosa. Trayendo consigo más de la acostumbrada alharaca norteamericana que en medio de la peor crisis global, económica y sanitaria; ha optado por intentar salvarse el pellejo de la única manera que saben hacerlo: Atacando a los países que consideran enemigos o simplemente afianzando su hegemonía sobre los territorios que ya consideran suyos.
La visita del director de la CIA, William Burns, a Colombia y el paso del jefe del Comando Sur de EE.UU., almirante Craig Faller, comienzan a dar frutos. La frágil estabilidad del Caribe, se trastocó con el asesinato del presidente de Haití y amenaza con continuar su onda expansiva hacia la Cuba asediada y bloqueada por más de 60 años.
En el mismo escenario de desestabilización, Venezuela vuelve al ojo del huracán con nuevos ataques a la paz; donde figura el paramilitarismo colombiano como protagonista, junto a políticos de Voluntad Popular como operadores de las acciones violentas. La respuesta, obvia por demás, es el grito desesperado de los medios y la vocería pro estadounidense clamando intervenciones militares extranjeras y la entrada de ayudas humanitarias.
Es un hecho, la crisis toca la puerta del imperialismo con los demócratas en el poder, una verdadera amenaza, que junto a la pandemia, acecha a Latinoamérica y el mundo.
