De maquinitas y trasnochos | Por: Carola Chávez

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Cuando mi hija era pequeña y me pedía algo que yo no podía comprar, decía: «es fácil mami, solo vas a la maquinita y aprietas los botones y sale el dinero». Claro, después creció y comprendió que para que la «maquinita» escupiera dinero uno tenía que trabajar y ganárselo primero. Desde que entendió esa simple regla ya no me pide más de lo que las maquinitas nos pueda dar.

Como en la casa, el país. No hay maquinita mágica que escupa dinero. Lo que sí hay es un bloqueo que limita enormemente lo que la maquinita podía dispensar. El Presidente Maduro lo ha explicado un millón de veces. También lo han explicado, muertos de la risa sádica, altos funcionarios del gobierno de los Estados Unidos.

Venir de un país de abundancia y de derroche; -hay que decirlo- y en cuestión de unos pocos años encontrarnos resistiendo el bloqueo más criminal de todos los bloqueos no es cosa fácil. La Revolución Bolivariana se dedicó a construir un estado de bienestar social y lo hizo tan bien que los extraordinario se convirtió en cotidiano. Lo vimos con nuestros propios ojos, lo vivimos en nuestra propia piel.

Algunos de los que vivimos los tiempos adeco-copeyanos, nunca dejamos de creer aquel estado de bienestar, aquella mayor suma de felicidad posible que nos llevó a ser, en los años 2006 y 2007, el país más feliz del mundo, era algo extraordinario, por muy cotidiano que fuera.

Otros se encandilaron con las maravillas de la abundancia y creyeron que la revolución era clasemediatizarse y se clasemediatizaron, aún sin ser muy conscientes de ello, y desde ahí empezaron a ver al pueblo como un objeto de estudio más que como parte de ellos mismos. Entonces quisieron elevarse pretendiendo ser «la voz de los que no tienen voz», pretendiendo hablar en nombre de un pueblo que protagoniza esta historia en primera persona… Pretendiendo explicarle al pueblo que el gobierno que les había dado voz, estaba bien, pero no tanto. Así, en medio de las maravillas que estábamos viviendo, se la pasaban perdonándole la vida a Chávez, que -qué bolas!- el uniforme, el crucifijo, el nuevo mejor amigo de Santos… Desde Chávez eran descontentos pero se iban a descontentar más, sí señor.

El primer gran crujido fue el fin cupo electrónico de CADIVI. El llanto tuitero -porque en Twitter habitan-la rabia, la frustración de quienes aquella madrugada del primero de enero no pudieron raspar su cupo en Amazon… El clamor en nombre el pueblo que merecía poder comprar en Amazon un teléfono nuevo cada año… esta revolución se la llevó quien la trajo, seguro que Maduro sí se compró un telefonote… ¡y Nicolasito!

Y por ahí se fueron…

Aprieta el bloqueo y nos saca el aire, y el descontentismo trasnochando, equidistante, dice que sí, que el bloqueo hace daño pero también hace daño el gobierno de Maduro, que maniobra entre sanciones como mejor puede y no como dice el manual. Que no teme buscar modos de mantenernos a flote, cuando según el plan imperial, a estas alturas ya deberíamos todos estar hundidos.

Jamás integraron un consejo comunal, sino que se dedicaron a encontrarles imperfecciones, los CLAP, ¡ni te cuento!. Eso sí, si hay un cargo que ocupar, una tarima donde dar una conferencia, donde presentar un libro -y si era es Europa mejor- ahí están de primeros chicharrones. Muchos de los que tuvieron cargos de responsabilidad, pasaron por ellos con más pena que gloria. Ellos parecen encontrar las fórmulas cuando el que tiene la responsabilidad de aplicarlas es otro. Ahí sí son implacables.

Ahora, en el momento más difícil que hemos vivido, cuando Nicolás con inteligencia, cautela y responsabilidad maniobra por este campo minado, los siempre descontentos, en lugar de apoyar, le lanzan taquitos ensalivados, burlitas y lero, leros, como unos pendejitos de liceo, creyendo que con eso lo van a descolocar. Y peor, creyendo que van a brillar.

Opacos lanzan soluciones mágicas con caras de sobrados, igualitas a las de mi hija pequeña y su maquinita que daba dinero.

Lanzan su demagogia al aire creyendo siempre que el pueblo es idiota y les va a creer. Entonces Nicolás les llama izquierda trasnochada y se trasnochan tuiteando que ellos no son trasnochados y llora y llora, el tradicional insulto a Carola y bla, bla, bla…

 

 

CAROLA CHÁVEZ

@tongorocho

Publicado en CEMD.


 

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