Contra llanto, viento y marea

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por: Carola Chávez

A las 5 de la mañana del 31 de diciembre pasado, amanecimos con nuestro CLAP, en casa de un compañero, recibiendo las bombonitas rojas para una jornada de venta de gas.
Éramos responsables 256 bombonas, y cuenta aquí y cuenta allá y taquicardia: ¡falta una! y el camión que iba a llegar a las 6 se demoró y la noche del día que apenas empezaba iba a ser larga y yo no sabía si podría luego vencer el sueño para recibir el año nuevo.
El camión tuvo una falla, hay que esperar que lo arreglen, hay que esperar y amaneció y los vecinos se fueron a sus casas y nosotros nos quedamos cuidando las bombonas y esperamos que llegara el camión que no llegaba, que no llegaba, y ¡llegó!
Entregamos todas las bombonas a sus dueños. La que faltaba apareció. Con los nervios contábamos y no la veíamos. Entregamos todo, cuadró todo y vino el alivio, la alegría, la satisfacción. No había mejor forma de terminar el año: otra batalla ganada por el CLAP.
Cuando cuento estas cosas, nunca faltan los desubicados que no entienden y reclaman furiosos al gobierno por su derecho a comprar el gas (más barato del mundo) donde y cuando les de la perra gana. “No sé que estás celebrando, conformista.” Estamos celebrando otra victoria sobre el bloqueo. Conformismo sería rendirme, pero bueno, mejor es no entender y quejarse; queda más chic.
“¿Qué tiene que ver el bloqueo con el gas, con el agua, con la luz, con el teléfono, con todos los servicios públicos que son mi derecho porque yo los pago (baratísimos)?” –dicen los desmoralizados desmoralizadores. ¿Qué tiene que ver? Todo. Pero ellos no quieren pensar, porque son superiores y ya pensaron y pensaron que si hay mantequilla de maní en un bodegón, aquí no hay bloqueo.
Remar en la tormenta no es fácil, pero es gratificante. Los CLAP remamos durísimo llevando incluso a los que van en el mismo barco con cara de turistas de primera. Expertos que dicen que así no se rema, que es clientelismo llevarle comida subsidiada a la gente para que esta guerra no se los lleve, que es control social, que los enseñes a pescar, claro, en este mar seco que se llama bloqueo.
”¿Ay sí, vas a seguir con el cuentico del bloqueo?” Y entonces da hasta fastidio explicarles que en un país como el nuestro, donde solo se produce petróleo, necesitamos traer de afuera casi todo, mientras no logremos producirlo nosotros aquí (con todas las limitaciones que impone y bloqueo, sí, otra vez el bloqueo). Que si se daña una bomba de agua, reponerla es una odisea, y mientras no se reponga, el agua no va a llegar. Que tenemos todas las cuentas bloqueadas, que para comprar una simple tuerca tenemos que hacer maromas y la primera de ellas es conseguir el dinero para pagarla porque -adivinen- el blanco principal del bloqueo es la producción de petróleo, nuestra fuente principal de ingresos.“Ah, justificadora, jalabolas, enchufada”.
Que el país dejó de ingresar la millonada que permitía hasta subsidiar vacaciones por Europa. Que no es por “ineficiencia”, como lo venden los gestores del bloqueo -¡bloqueo, bloqueo!- sino porque, además de apuntar a PDVSA, todas nuestros trámites comerciales y financieros son perseguidos. Da hasta fastidio tener que explicar algo tan obvio, en serio.
Y claro, mientras más arrecia la tormenta, se multiplican las desviaciones. Entonces la corrupción es el problema, no el bloqueo, la guerra que desmoraliza a los débiles y que alienta a los sinvergüenzas que terminan embarrados. La corrupción criticada desde la superioridad moral de quienes, en muchos casos, anhelan un pedacito de ella. Ladrones juzgando a diestra y siniestra por su condición.
Remamos por los turistas de primera y por los que no supieron aguantar la pela y que ahora quieren ser la voz de los que sí la aguantamos. Los que quieren decirnos que así no se pelea una guerra, porque no hay guerra, sino ineficiencia y corrupción y esa se cura con “MANO DURA; CARAJOOOO”, mantra en mayúsculas de los que no tienen ni memoria, ni la menor idea.
El pensamiento mágico, la creencia de que las más profundas taras culturales, las llagas más resistentes del capitalismo, se curan con un “¡CAMBIO DE GABINETE YA, CARAJOOOOO!” una especie de abracadabra pueril que cree que el problema es un ministro y que Maduro no lo sabe, como Chávez en su momento tampoco lo supo.
Esto por las redes sociales. En la calle son más de lo mismo pero de cerquita: como no hay un ministro a mano, la agarran con el CLAP. Recostados, viendo tele, se quejan de que el CLAP no trabaja, como si el CLAP, no fueran también ellos. Pero es que claro, para ellos no es más que una caja que aparece una vez al mes, como por arte de magia, y que -¡qué chimbo!- trae muchas lentejas.
Son como termitas cuyo trabajo, inconsciente o no, es corroer, sembrar dudas, cizañas, desmoralizar como ellos se desmoralizaron. Habrá quien caiga en ese juego, pero la mayoría lo que hacemos es reafirmarnos en nuestras convicciones. Si no fuera así, si la vida fuera como ellos la cuentan, hace rato que habría caído el gobierno. Lo habríamos tumbado con la misma fuerza con la que lo sostenemos. Creer lo contrario es creer que el pueblo es idiota y eso es muy mariacorinista para decir que es chavista ¿No?
En fin, que escribo esto porque ayer escuchaba la memoria y cuenta del Presidente Maduro, y él iba narrando la batalla heroica que dio el gobierno el año pasado, para evitar una guerra, para evitar una hambruna tantas veces anunciada, y él contaba la parte que le tocaba y yo recordaba la que nos tocó a nosotros, los que remamos en cada calle, incluso más allá de nuestras fuerzas, como un engranaje con nuestro gobierno, para que este barco siga avanzando en medio de esta tormenta, así no veamos su final, porque este río crecido es más largo que la vida.
Remando contra llanto, viento y marea, nosotros venceremos.
CAROLA CHÁVEZ
@tongorocho
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