Este jueves 30 de julio cuando se cumplieron 3 años de la histórica convocatoria a una segunda Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el pueblo venezolano puede enorgullecerse de su probado talante democrático. El presidente, Nicolás Maduro, por su parte se consagró como un avezado estadista. Con este as bajo la manga, el liderazgo presidencial, de la mano con la participación ciudadana, pudo dar un jaque mate a la violencia irracional.
Fue 2017 un año sumamente duro. Se padecían los coletazos de un marcado bajón en los precios del crudo durante todo el año previo. Asimismo, la guerra económica interna estaba en su apogeo mediante las variantes de especulación abierta e intenso acaparamiento.
Por ello, formaban parte de la cotidianidad del venezolano, largas colas y anaqueles vacíos. Las fuerzas de extrema de derecha se habían jugado a Rosalinda con el plan de máximo sabotaje económico. Pero el pueblo aguantó con estoicismo todas las injusticias, abusos y atropellos de la burguesía a lo largo de 2016 y comienzos de 2017.
Soberbia adeca
La Asamblea Nacional en desacato con un ensoberbecido, Henry Ramos Allup, se estrelló con otra realidad. Producto de su mal cálculo político pensaron que la Revolución Bolivariana caería como fruto maduro. Sin embargo, lejos han estado de lograr su cometido.
El ansiado estallido social por el que tanto clamaban nunca llegó. Fue entonces cuando decidieron optar por una de las cartas más radicales de la violencia: Las guarimbas terroristas de 2017 tomaron la escena.
Este episodio ensombreció los principales centros urbanos del país. Y llevó a su máximo nivel destructivo una práctica conspirativa sacada de los manuales de desestabilización de la extrema derecha mayamera-venezolana.
Sin duda, las guarimbas de 2017 fueron las más largas y virulentas en la historia reciente del país. Lo que trató de presentarse como la lucha de la sociedad civil, dio paso a un estado de sitio con un saldo espantoso de muertos y heridos.
Malandros y pandilleros
A medida que la lucha se fue haciendo más encarnizada, la vanguardia de estos focos de “resistencia” fue tomada por mercenarios, pandilleros, malandros y delincuentes. Entonces dieron rienda suelta a toda la violencia de que eran capaces. El destrozo de bienes fue increíble.
Estos guarimberos recargados arremetieron con furia contra todo a su paso. De hecho a cuatro años de esta irresponsable aventura, hay zonas de las principales ciudades con la marca indeleble de la destrucción ocasionada. Y es que estos sujetos que se comportaron como verdaderas mangostas arrasando todo a su paso.
Muchos compatriotas tuvieron que vivir un poco más de 4 meses sitiados. Con la angustia de que cuando se trasladaban por la vía pública, podían ser emboscados por estos vándalos. Las pérdidas económicas en términos de caída de la producción y oferta de productos básicos fueron incuantificables. Todo eso pararía con la Constituyente.
Tensión sin fin
El país todo estuvo sometido a una tensión que no parecía tener fin. Los guarimberos se habían aprovechado del recurso de las redes sociales para organizarse y planificar las acciones terroristas de cada día.
La Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) se desplegaron en un esfuerzo titánico. Soportaron embestida, tras embestida. Se hizo tristemente célebre el uso de las pupútovs: bolsas de excremento humano que lanzaban a guardias y efectivos policiales.
Un sociólogo, supuestamente reconocido, mandó a lanzar materos contra los chavistas. La macabra sugerencia le costó la vida a la señora Almelina Carrillo, quien falleció producto de la contusión en su cráneo, que le causó un porrón lanzado desde un piso elevado en San Bernardino.
Como la Sra. Carrillo, más de 100 personas perdieron su vida de diferentes maneras y cerca de otras 3.000 resultaron heridas. De esos días fue la imagen aterradora de un hombre encendido en llamas, a quien los guarimberos literalmente quemaron vivo, porque su apariencia supuestamente le delataba como chavista. Esta forma anárquica de combate no se detuvo ante nada ni nadie. Desde Simoncitos y ancianatos, hasta edificios y residencias fueron brutalmente atacados.
Jugada maestra
Fue entonces, cuando el presidente Maduro y su equipo político convocaron a elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente. El pueblo respondió al llamado de su líder y con la fuerza del poder originario de los votos se logró desactivar la violencia irracional.
Desde el punto de vista táctico y político la Constituyente fue una jugada maestra. Este foro ha sido clave para consolidar la paz y empezar a instrumentar un programa de crecimiento y recuperación económica.
A tres años de esa heroica victoria popular el país se encamina a otra fecha crucial, las elecciones parlamentarias de este 2020. Será una oportunidad dorada para terminar de barrer, por las vías democráticas, a los fascistas guarimberos de la Asamblea en desacato.