Chile: Una policía decente es solo posible en un país democrático | Por: Ricardo Candia Cares

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Chile: Una policía decente es solo posible en un país democrático | Por: Ricardo Candia Cares

Ni una reestructuración, ni siquiera una refundación, podría terminar con la cultura violenta y corrupta que corroe a Carabineros de Chile.

Innumerables asesinatos, miles casos de torturas, tratos crueles y degradantes, mutilaciones, además de fraudes al fisco en cifras multimillonarias; no pueden ser parte del currículo de una policía en una sociedad democrática.

No se trata, como se insiste hasta el ridículo, de casos aislados. Se trata de la cultura corrupta y criminal que estimuló la dictadura en los estamentos armados, que la cobardía concertacionista no fue capaz de enfrentar y que viene como anillo al dedo a la ultraderecha.

El Cuerpo de Carabineros es un síntoma de una sociedad definitivamente enferma de dictadura.

La extrema violencia inoculada a la sociedad chilena a partir del día vergonzoso en que la derecha azuzó a sus militares para bombardear La Moneda; y seguir durante años en la más cobarde y cruel cacería humana, jamás fue tratada como una deuda que se tiene con todo el pueblo.

Los diecisiete años de tiranía ultraderechista es una herencia vigente y una de sus mostraciones más elocuentes es el Cuerpo de Carabineros; protagonista de primera línea de los peores sucesos sangrientos que han caracterizado estos ya interminables años de post dictadura.

Por cierto, no es la única.

Una economía que ha transformado un país pródigo en recursos en un miserable hoyo del que potencias extranjeras extraen esas riquezas y no dejan más que un reguero de pobreza, contaminación y devastación irrecuperable.

Y esa filosofía del despojo ha sido la base para poner precio a lo que antes se entendía como derecho; y hoy no es más que una forma de castigo en contra de los ya castigados pobres y que hace más ricos a los ya obscenamente ricos.

Una antigua herencia maldita hace que las Fuerzas Armadas sigan considerando enemigos a los pobres, los jóvenes, las mujeres, a indios y homosexuales; contra quienes no tendrían empacho en disparar sus tontas armas.

En estas instituciones persiste viva y saludable la dictadura y las ideas que la impulsaron y justificaron y ese afán por robar a manos llenas los recursos de todos.

No se trata, por tanto, de un ajuste oportunista y puntual para hacer más pasable esa cultura corrupta, represiva y criminal. Más bien se discute cómo hacer más efectivo el cometido represivo sin que cambie lo esencial.

Ha venido pasando con todo. Los modificaciones laborales, educacionales, impositivas y ahora constitucionales no son sino ajustes que lejos de terminar con los abusos, intentan perfeccionarlos.

Jamás ha habido la más mínima voluntad de cambiar nada de lo que, en esencia, dejó la dictadura, cuyo fundamento, como vemos a diario, es la violencia.

El sistema político se mueve en busca de voluntades para una reestructuración de Carabineros intentando convencer que por esa vía las cosas serán diferentes.

Jamás. Sería una contradicción.

Imaginar siquiera una policía respetuosa de las personas, que cuide a la gente y no la mate, que prevenga el delito y no lo promueva y cometa, que persiga al delincuente y no al que da su opinión, que tenga por el respecto de la vida e integridad humana como cuestión esencial, y que entienda que la propiedad privada jamás puede ser más importante que la más humilde de las vidas humanas, en el actual orden es imposible.

Un proceso para la fundación de otra policía será necesariamente parte de uno que se proponga la fundación de otro país. Solo en un país democrático, es posible una policía democrática.

Si el sistema político de verdad está interesado en corregir los estragos policiales, no haría mal que mostrara su constricción juzgando a todos los oficiales y tropa que han estado vinculados en los robos, montajes, asesinatos, torturas, mutilaciones, tratos crueles y degradantes.

Sería todo un gesto y quizás la historia podría juzgarlos como que algo hicieron.

Pero no. Imposible.

Solo la fuerza del pueblo organizado, con un claro compromiso democrático, con un proyecto que sea capaz a de seducir a millones, con una vocación de poder que emerja desde el seno mismo de la gente, podrá imponer la creación de instituciones, policiales y civiles, que respondan no solo al legítimo control del poder legítimo, sino que les sea simplemente imposible tomar lo que no les pertenece ni alzar la mano en contra del indefenso y del inocente.

 

RICARDO CANDIA CARES

Escritor y periodista chileno

 

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Publicado en kaosenlared.net


 

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