por: Fidel Madroñero.

¿Se puede ser joven y se puede ser apasionado, exitoso y profundo? No. Se debe ser joven, solo si se es apasionado, exitoso y profundo.

 

Suele mirarse a la juventud como una etapa para aprender, para empaparse y para prepararse de cara al viaje de la edad madura. Chávez nos enseñó, nos preparó y nos formó desde su juventud. De haber estado vivo, Chávez sería poco menos que un apasionado del formidable acto de respirar, de estar vivo.

La juventud no es simplemente aquel momento en que se tienen menos años. Es una posición, una actitud y el camarada Hugo Chávez nos enseñó cómo hacerlo. Chávez volvió la cara hacia los menos notables en una sociedad excluyente y ambigua.

“Son la garantía de la Patria eterna, sin ustedes juventud consciente, sin ustedes juventud unida, estudiosa y sabia, sin ustedes con las luces y la moral, no habría Patria”, precisó.

En ese sentido, destacó la importancia de la lucha del pueblo joven, para vencer los ataques del imperialismo: “Así que el imperio ataca, ataca a Cuba, trata de apretar el cerco contra Cuba, ataca a Bolivia, ataca por Venezuela, ataca por el Caribe, por eso me parece tan importante, es vital, necesario, absolutamente necesario, que ustedes salgan a la batalla y con fuerza, cantando, diciendo lo que sienten con la fuerza extraordinaria de la juventud, con el derecho propio de ser jóvenes portadores de la Patria futura, con el derecho a impedir que les roben el futuro”.

 

Era un genio… Nadie le dio jamás a la juventud venezolana la oportunidad de copar espacios protagónicos en la vida del país. Ser joven en Venezuela era sinónimo de lejano triunfo. La irreverencia juvenil se pagaba con la vida. Diosdado Cabello, aseguró que lo que le hizo la derecha al luchador revolucionario Alberto Lovera hace 51 años, era la muestra de la persecución y la represión que se imponía a quienes pensaban distinto. De igual manera, aseguró que más de 11 mil jóvenes fueron desaparecidos por las represiones de la Cuarta República, al mismo tiempo que señaló que era importante hablarle a la juventud sobre la violencia de los que mandaban en la época, que “la derecha sabe matar”. Que no nos roben el futuro.

La juventud es una oportunidad, no es una condición. Perderla es perderse a si mismo. La irreverencia asociada al término es la concreción de una batalla histórica. Chávez nos enseñó a ser responsablemente jóvenes, y no hay lugar para el extravió ni las derivaciones laterales.

“Les invito a que con audacia revolucionaria, con esa actitud permanente irreverente de la juventud sean ustedes y asuman ustedes cada día posiciones en la conducción del proceso revolucionario”, decía el Comandante.

El virtuosismo comunicacional, el verbo suelto y cantarino de las voces juveniles, encontraron armonía con los graves tonos del líder, para constituirse en magnífica melodía de  triunfo ante las falaces matrices de la derecha, que presagian, tragedias y fracasos para el pueblo venezolano. Ello, nos permitió, durante esos momentos sublimes, percibir las certezas. Ya quedaron atrás los desmanes perpetrados por los bárbaros conquistadores y sus herederos, esas que en su momento, fueron descritos y sancionados por nuestros padres. Chávez nos hizo libres.

“Hoy es un día muy emotivo, estar en el mismo lugar donde fue encontrado Alberto Lovera, donde los asesinos lo dejaron pensando que nunca lo íbamos a ver y cuando veíamos que lo estaban sacando yo sentí que era él y me llené de indignación pensando a cuantos jóvenes mataron en la Cuarta República”, resaltó durante la sesión extraordinaria en conmemoración a los 51 años de la desaparición de este luchador social, realizada en el estado Anzoátegui.

 

Lejos de querer mostrar una visión negativa de la vida, José Martí, advierte sobre los peligros de vivir una vida arrastrada por el mundo. Ilustra claramente las batallas, que sin saber, el hombre adulto va perdiendo en la vida. Es como un llamado de atención a no vivir a tientas sino a tomar la vida que se nos ha regalado en nuestras manos y responder a los anhelos del corazón, que llevan inscritos como un código, ese plan maestro que el creador ha confiado a cada uno de nosotros.

Lo que comúnmente nos hemos acostumbrado a ver como madurez en el hombre es, en realidad, una resignada sensatez. Uno se va adaptando al modelo impuesto por los demás al ir renunciando poco a poco a las ideas y convicciones que le fueron más caras en la juventud. Uno creía en la victoria de la verdad, pero ya no cree. Uno creía en el hombre, pero ya no cree en él. Uno creía en el bien y ahora no cree. Uno luchaba por la justicia y ha cesado de luchar por ella. Uno confiaba en el poder de la bondad y del espíritu pacífico, pero ya no confía. Era capaz de entusiasmos, ya no lo es. Para poder navegar mejor entre los peligros y las tormentas de la vida se ha visto obligado a aligerar su embarcación. Y ha arrojado por la borda una cantidad de bienes que no le parecían indispensables. Pero que eran justamente sus provisiones y sus reservas de agua. Ahora navega, sin duda, con mayor agilidad y menos peso, pero se muere de hambre y de sed.

Chávez hizo que esa carga fuera menos pesada. Las juventudes del partido afirman “No desmayar, seguir enfrentando la guerra económica y psicológica a la que es sometido a diario el pueblo venezolano, a resaltar el orgullo de ser hijos e hijas de Chávez y contribuir en la construcción del único camino viable para el sostenimiento de una Patria libre, productiva, soberana y en paz; el camino del Socialismo Revolucionario, y defender así, hasta las últimas consecuencias, las conquistas sociales y políticas libérrimamente alcanzadas”.

“Hasta las últimas consecuencias”… el Comandante advierte: “No se trata solo del destino del pueblo venezolano, nosotros estamos conscientes de que del resultado de la batalla histórica que estamos dando en Venezuela depende, de alguna manera, el futuro de América Latina”.

 


Chávez tenía y tiene razón. Vamos a pelear esta batalla y llegaremos hasta donde sea necesario. Ser joven no es una posibilidad, ser joven hoy, es una obligación.


 

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