Al rumor de clarines guerreros
Ocurre el blindado ocurre veloz
Con celosos dragones de acero
Que guardan la Patria que el cielo nos dio

Patria, Patria, Patria Querida
Tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol
Patria, Patria, tuya es mi vida,
tuya es mi alma, tuyo es mi amor

Paso, Paso, Paso al Blindado
Nada en la Lucha lo detendrá
Si halla la muerte gana la gloria

Y con la gloria la eternidad…


Himno del Batallón Blindado Bravos de Apure.

 

Las dictaduras militares en América Latina tuvieron siempre un tono fascista, ultraderechista y ortodoxo. Significativos son los casos de Getulio Vargas, en Brasil (1930-1954) y de Lázaro Cárdenas en México, entre 1930 y 1934. Pero la lista es larga. Sin ser citadas en orden cronológico, debe mencionarse a Pinochet en Chile, a Stroessner en Paraguay con la dictadura más larga del continente (35 años) a Videla y Ongánia en Argentina, a Pérez Jiménez en Venezuela, Trujillo en Dominicana, Somoza en Nicaragua,  Roldós Aguilera en Ecuador, Hugo Banzer en Bolivia, y pare usted de contar.

Quizá el rasgo más descollante de la versión militar de Hugo Chávez sea el hecho de que el joven teniente coronel irrumpe en la escena mundial con un golpe militar que pretende, aunque no se sepa ni se comprenda en ese momento, instalar una revolución de corte socialista. Años después de tener la sartén por el mango, en 2006, Chávez reconocerá abiertamente su Marxismo. Lo que convierte esto en un inusitado leit motiv es que hasta ese día, jamás salió de los cuarteles latinoamericanos ningún liderazgo de corte social. Nadie, desde la gloriosa gesta del Bolívar militar, había levantado la espada o las armas para redimir a los pueblos de la opresión y la tiranía. Bolívar destrona a Fernando VII, el Rey más poderoso de la tierra para entonces. No sería exagerado asegurar que algo así no tendría parangón en la historia del planeta hasta que Hugo Chávez asaltara Miraflores el 4F, con su “tropa rebelde” la misma tropa que horas mas tarde, le “escudriñaria los ojos” al valiente comandante. La eternidad acompañando al rango, por desgracia, estaba no muy lejos de ese punto…

Pero Chávez, hijo de la Academia Militar por una voltereta caprichosa del destino, Chávez destrona ya no a un emperador, derrota la perfecta concreción de una clase política atornillada alternativamente al poder, y un sistema mundial neoliberal y hambreador que sostiene y alienta los desmanes locales. Todos ganaban en medio de aquella “parranda” de desvergüenza y corrupción.

El joven barinés ingresa a la Academia Militar el 08 de agosto de 1971, y egresa de “La Casa de los Sueños Azules” como se consideraba  a la Academia, un 7 de julio de 1975. La motivación del comandante Chávez era convertirse en jugador de béisbol, y vio en el Ejército la oportunidad de alcanzar dicha meta. Pero le alcanzaron a el las lecciones de historia, las lecturas furtivas, las frustraciones de un joven que debía rendir honor a un presidente como Carlos Andrés Pérez, genocida, corrupto y delirante.

La condición humana natural en Hugo Chávez, ese irreversible, ese incorruptible talento con el que nació, no solo no se subordinan a la vida militar, sino que con irreverencia (pero sin faltar jamás al código de honor y de lealtad del estamento castrense), terminan pariendo un híbrido tan extraño y poderoso que aun asombra a los estudiosos de las ciencias sociales. Un militar redentor.

 

Jacinto Pérez Arcay, su mentor y definitivamente uno de los responsables del “viraje” histórico de Chávez ha dicho de el: “Hugo Chávez marcó de manera irreversible los puntos itinerarios a seguir por las fuerzas estatales del continente mestizo a los fines del equilibrio del universo” Chávez impacto su entorno académico, dejó una huella imborrable en sus compañeros, y durante años se dedicó a captar voluntades para sus intenciones rebeldes. Pero dejemos que sea la voz del propio soldado la que narre la experiencia de su fundamento histórico, hablando de Pérez Arcay: “Una noche casi que le digo: Mi general estamos a punto de alzarnos, sólo que la disciplina revolucionaria me impidió decírselo. Yo estaba seguro que, de decírselo, él se hubiera incorporado al movimiento revolucionario. Desde sus tiempos de teniente coronel –éramos nosotros imberbes cadetes– nos hablaba en el Patio de Armas: “Muchachos, Bolívar; muchachos, Sucre; muchachos, Miranda; muchachos, Zamora; ahí está la raíz de ustedes, muchachos militares del siglo XXI”.

El Chávez soldado, ya sabe desde ese momento que debe nacer una nueva fuerza armada. El vértigo de los años venideros lo apresurara en el asunto. El Plan Bolívar 2000 surge como una respuesta violenta ante la desigualdad social. El primer ejercicio cívico de esta nueva fuerza armada, es justamente servir a la población civil. Eso no fue, ni ha sido fácil de entender.

 

La responsabilidad admitida con virilidad el 4f, en medio del mediático “por ahora” catapulta a Chávez al estrellato del heroísmo meteórico. En segundos, el joven soldado se vuelve una esperanza en lugar de una amenaza, como pretendieron hacer creer. Y la historia, con sus inesperados desenlaces, ya había echado a andar. Un teniente coronel, acompañado por un grupo de oficiales de graduación media y un batallón de soldados, asaltan en aquella madrugada no solo a un gobierno. Asaltan un modelo carcomido y toxico, teniendo armas más poderosas en el valor y el honor que en los mismos fusiles. Hugo Chávez había demostrado al cabo de unas 5 horas, que no solo hacia aquello desde su dignidad de soldado del ejército, heredero de las glorias de Ayacucho y Carabobo, sino que lo hacía desde la plataforma moral más imponente.

El general Suárez Chourio comenta sobre aquel día: “Sabíamos que nos habían delatado y sabíamos que no iba a ser fácil. Sacamos 30 tanques. La misión nuestra era tomar el palacio de Miraflores, consolidar el palacio y si se encontraba el ciudadano presidente de la República, apresarlo, detenerlo. Siempre han dicho que querían matarlo. No, eso es mentira”. “Ya nos estábamos quedando sin municiones, las comunicaciones nos fallaron mucho por las delaciones (…) Nos superaban en hombres en 10 a 1 (…) Yo entro a la oficina del presidente y llamé al ministro de la Defensa, el general Ochoa Antich, y le digo que vamos a deponer las armas”. Agrega Suarez : “De casi 400 hombres, perdí a un solo soldado y me hirieron a 37”. Es mentira que Chávez no bajó a Miraflores porque no quiso, sino porque la táctica así lo establece (…) Hay un puesto de comando que dirige el escenario de combate. Por eso es que el cuartel de la Montaña es el sitio estratégico donde él tenía observación directa sobre el palacio y dirigía las acciones. No tenía que ir a Miraflores, él era el comandante de toda la operación, no sólo en Caracas, sino a nivel nacional. “Tenía que llevar el control de todo”.

Fernando Ochoa Antich, entonces ministro de la defensa del Presidente Pérez nos deja ver en este comentario la naturaleza exacta del primer éxito publico del Chávez Soldado: “Yo sabía que el alzado era Chávez. Lo llamé y le dije: ‘No tiene ninguna oportunidad, ríndase’. En ese momento llegó un oficial, Ramón Santeliz Ruiz, amigo de Chávez, y se lo mandé para que le mostrara la situación real. Una unidad de tanques tenía rodeada la base Libertador de aviación y amenazaba con entrar a la pista. Los aviadores (leales al presidente) decían que si había amenaza, volaban para atacar. Para evitar un enfrentamiento era importante que Chávez invitara a todas las unidades insurrectas que se rindieran. El presidente Pérez me dijo que autorizaba que hablara, pero que grabara el mensaje”.

“Pero entonces me dicen que no hay tiempo, que el combate (entre aviación y tanques) es cuestión de minutos y dejo que hable en directo. Ahí cometí un error. Cuando después vi el mensaje de Chávez dije que el movimiento había sido un fracaso militar, pero un éxito político. El impacto político en la sociedad venezolana fue inmenso, lo catapultó a la presidencia, me equivoque en permitirle hablar, no sabía que iba a llegar tan lejos…”

Soldado enorme, de honor colosal, de fugaz paso por este mundo, pero de eterna memoria, de inmenso coraje y de indomable carácter. Cuesta tanto aceptar que no estás aquí.

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