Los errores en política no perdonan. Esto debería ser una lección suficientemente aprendida para los «líderes» de la oposición. Sin embargo, no se cansan de cometer una y mil veces las mismas pifias. Con la decisión de no participar en los históricos comicios del 6D, de nuevo se han autoinfligido un daño tremendo.
Al no postular candidaturas, se quedaron fuera por un espacio de 5 años de la principal tribuna política del país. Pero además la derrota deja al guaidosismo en una posición sumamente comprometedora de cara a la opinión pública internacional, que ha sido su principal y único aval.
Aunque Guaidó trata de presentarse inmutable. En realidad, en su fuero interno sabe que su movimiento fue devastado por un aluvión de pueblo que votando y también sin votar, le expresó un rechazo contundente a su política gansteril. Pero quizás lo más doloroso para él, es que ya el apoyo de los fulanos 60 países que le alcahueteaban en su payasada, ya lo empiezan a ver con recelo.
Cadáver insepulto
Los primero en percibir el tufillo a cuerpo político en descomposición, fueron los caballeritos de la Unión Europea. Y es que por muy sumisos que estén a Washington, no pueden hacerse los locos. Saben que la tesis del interinato, por absurda e ilegal que fuera, estaba soportada en el mandato de Guaidó como diputado y presidente de una Asamblea en desacato.
En contrapartida, también saben que al vencerse el mandato de esa Asamblea e instalarse una nueva, como ocurrirá el 5 de enero de 2021, Guaidó queda desinvestido del poder parlamentario. En consecuencia mal puede seguir siendo la cabeza de un interinato que nunca existió.
Por eso la UE ha resuelto retirarle el apoyo a Guaidó, decisión que seguramente hará pública el venidero 6 de enero de 2021. Al cadáver insepulto le darán una especie de premio consolación: reconocerle como último presidente «democráticamente» electo de la Asamblea Nacional y presionar por «elecciones libres».
Riña de borrachines
Y mientras la UE le saca la silla a Guaidó, su gente se cae a dentelladas. O más bien se riñen cual borrachines en disputa por una botella vacía. El Grupo de las 4 Grandes Ratas Pelúas (G4-RP), como lo bautizó el presidente Maduro, se sientan a «negociar» las condiciones del «estatuto» para alargar la transición, cada quien con un puñal en la mano.
De un lado saltó Henry Ramos Allup a exigir el control de Citgo, para asegurarse el cobro de unos bonos. Y por el otro brincó Julio Borges, desde el dorado «exilio» en Bogotá, a pedir mayor control de gobierno de «transición». De Guaidó ni siquiera hablan, a nadie le interesa, lo consideran un monigote gastado y pasado de moda.
Pero si el desprecio interno por Guaidó sorprende, la treta de la continuidad administrativa provoca risa. Estos pillos pretenden pasar por encima de la Constitución Nacional y seguir llamando diputados a unas personas con el mandato vencido. Pretender arrogarse un cargo sin las credenciales para ello, constituye un delito. Se llama usurpación de funciones. Todo el que incurra en esa práctica delincuencial debe responder ante la ley.