Hoy cuando se conmemoran 237 años del natalicio del padre Libertador, Simón Bolívar, la gloria de sus hazañas está más viva que nunca. Su ejemplo se ha encarnado en el esfuerzo tenaz del pueblo venezolano por consolidar la verdadera independencia nacional. Sin embargo, ha sido un héroe repudiado por las clases acomodadas de ayer y de hoy.
La lucha de actual, al igual que hace 200 años, ha estado signada por grandes dificultades. Especialmente, por los obstáculos impuestos por una clase política privilegiada. Este grupo económico se niega tercamente a aceptar las transformaciones, en pro de una sociedad más justa, donde haya lugar para todos.
Odio político
El primero en conocer de cerca el odio de esa clase política, de la que irónicamente formaba parte por sus orígenes, fue precisamente el héroe Libertador. Como refiere el célebre historiador y antropólogo venezolano, Miguel Acosta Saignes, Bolívar debió soportar, como pocos personajes en la historia, el repudio más enconado de un sector social. Además de ser traicionado políticamente, fue perseguido moralmente, intentaron asesinarle físicamente y lo hostigaron psicológicamente con crueldad inusitada.
Y cuál fue el “pecado original” del Libertador. Soñar con una Patria Grande donde la justicia fuera la reina de todas las virtudes republicanas, que a su vez sostuviera la libertad y la igualdad. Aspirar a la libertad para los esclavos. Abogar y luchar por la dignificación de los indígenas.
Esas ideas resultaron indigestas para oligarquía. Y por ello descargaron en Bolívar todo el odio del que eran capaces. “Su clase social lo perseguía como si fuese un animal dañino, sólo porque no se había plegado a las ambiciones de los antiguos gobernantes”, expresa Acosta Saignes.
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Prohibiciones e infamias
Asimismo, el también etnógrafo refiere que se le negó la solicitud del héroe de liberar a los esclavos. Luego en 1824 el Congreso le prohíbe dirigir el triunfo bélico máximo que coronaba sus hazañas. No pudo comandar la Batalla de Ayacucho.
Y luego sería peor a partir de los años sucesivos le acusarían de tirano. Hasta planificar su asesinato en 1828. También se le prohíbe la entrada a su tierra natal y en el ocaso de sus fuerzas debe soportar el vil asesinato del Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, a quien amaba como un hijo.
Su situación fue tan desesperada que desde Ecuador ofrecieron su solidaridad:
“Los padres de familia de Ecuador han visto con asombro que algunos escritores exaltados se han avanzado a pedir a V.E. no pueda volver al país donde vio la luz primera […] venga usted a vivir en nuestros corazones y a recibir nuestros homenajes de gratitud y respeto que se deben al Genio de la América, al Libertador de un mundo”, refiere Acosta Saignes.
Pero ya era demasiado tarde. El padre Bolívar falleció arruinado, traicionado y triste en Santa Marta. En su última proclama lo dejó claro: “Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”.
Oligarquía colombiana
Los continuadores de la traición han sido los representantes de la oligarquía colombiana, del santanderismo. Y acá en Venezuela gente como el diputado, Juan Guaidó, representa esa clase política que repudió a su Libertador. Como cantaba el gran Alí Primera querían asegurarse de que estuviera bien muerto en frías estatuas.
También tienen su representación en la agrupación VOX de España. Simpatizantes de esa extrema derecha arremetieron contra un monumento del Libertador en Madrid, recientemente.
Pero el Comandante Eterno, Hugo Chávez, avivó su llama sagrada. Y el actual presidente, Nicolás Maduro, encabeza las luchas contra un imperialismo norteamericano, rapaz y avaricioso. La lucha es dura, pero seguimos en batallas. ¡Independencia o Nada!