Afganistán: ¿Retirada o jugada gringa?

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La retirada de EE.UU. de Afganistán sigue generando dudas. El conflicto que inició aparentemente con el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001; desató la cacería de los supuestos culpables. Colocando en la narrativa mundial, la necesidad de una lucha frontal contra el terrorismo, encabezada por Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados de la Organización del tratado Atlántico (OTAN).

Lo evidente

Hasta este punto, la justificación de la intervención militar parece tener algo lógica; pero la realidad es que poco o nada tenía que hacer el ejército norteamericano en este territorio, pues si querían reclamar la autoría de los crímenes, podían empezar por romper lazos con uno de sus principales socios comerciales, Arabia Saudita, quienes albergaron a 11 de los 15 secuestradores del 11 de septiembre.

Lo cierto es que 20 años después, el mundo además de cuestionar la veracidad de los acontecimientos en el World Trade Center; ratifica el grave error cometido por las potencias occidentales, al someter a un pueblo a una guerra para luego dejarlo a merced de los supuestos villanos.

Por eso es necesario conocer, más allá del conflicto actual, las raíces de la organización que “hizo correr” al imperio militar más poderoso del mundo, las causas y las posibles consecuencias.

¿Talibanes o muyahidines?

Los Talibanes son un movimiento político armado, conformado por excombatientes muyahidines; organización paramilitar financiada por la Casa Blanca para derrocar la propuesta socialista de la República Democrática de Afganistán.

Conflicto, que desató una guerra en la que se involucró Rusia como aliado del gobierno, y que terminó en 1996 con la toma del control de los Talibanes y la fundación del Emirato Islámico; que reinó hasta el año 2001, cuando fueron derrocados por sus propios financistas, iniciando una guerra de guerrillas contra el Gobierno de Afganistán, socio de Estados Unidos.

Lo sucedido en los 20 años de ocupación militar de la OTAN, lejos de ser un misterio;  evidencia la indolencia de la comunidad internacional que además de callar crímenes, fungió como cómplice de las operaciones ilegales.

Hoy, por ejemplo, se sabe que una de las fuentes de financiación de los talibanes, además de la minería ilegal, ha sido el saqueo y venta de antigüedades; con la connivencia de coleccionistas y museos europeos. Así como el cultivo de amapola, materia prima del negocio de la heroína que suma ganancias de USD 2.200 millones al año a EE.UU.

¿Retirada o jugada maestra?

Identificar el momento en el que los Talibanes rompieron algún tipo relación con sus principales impulsores, puede ser confuso. En primer lugar, porque el disfraz de democracia liberal implantado en 2001, siempre estuvo opacado por la corrupción y la violación sistemática de los Derechos Humanos; y en segundo lugar, porque existe todo un historial intervencionista que señala a EE.UU. como responsable de acciones desestabilizadoras en todo el mundo.

La historia es la misma. EE.UU. crea monstruos para acabar con los «enemigos» de la libertad y la democracia, para luego perder el control sobre ellos. Lo cierto, es que la retirada de EE.UU. tras 20 años de guerra tiene un triste legado: 150 mil muertos (90 mil civiles); 1.2 millones de desplazados; 2 billón USD gastados.

Michael Moore: Una vez más, hemos sido derrotados por un ejército sin aviones bombarderos, sin destructores, sin misiles, sin helicópteros, sin napalm, solo un grupo de tipos en camionetas. No hemos ganado una guerra real en defensa de este país desde la Segunda Guerra Mundial. Hace 76 años.

En este  punto, no es descabellado sospechar del rápido avance de los Talibanes; que suma un nuevo elemento desestabilizador en Asia, que podría intensificar el conflicto con Irán y aumentar la tensión con China y Rusia.

Los Talibanes, no solo asumieron un territorio, ganaron el control de enormes depósitos de minerales cruciales para la economía, incorporándose al juego geopolítico en un momento en el que la hegemonía estadounidense está en jaque.

 

 


 

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