A derrotar la tormenta perfecta en medio de la pandemia

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Fiscalización, control de precios, aumento salarial y dólar criminal

A fiscalizar con mano dura

El Gobierno de Nicolás Maduro comenzó este lunes a supervisar supermercados y comercios y a ajustar los precios de venta al público de varios alimentos, como parte de un “Plan nacional de fiscalización contra la especulación” que se implementa en Venezuela en medio de una creciente inflación y devaluación monetaria.

A pesar de la matriz ampliamente difundida por medios de comunicación privados, casi todos asociados en mayor o menor grado a la oposición de ultraderecha, que insiste en culpar a la Revolución Bolivariana por el complejo escenario económico que enfrenta la nación, para nadie es un secreto que el comportamiento descontrolado y caótico de los indicadores económicos en Venezuela, no puede explicarse sin considerar que solo moviéndose al compás de campañas bien trazadas en los laboratorios de la guerra económica, resultaría posible una “tormenta perfecta” como la que Maduro ha tenido que enfrentar desde su llegada al poder en 2013.

Los establecimientos dedicados a la comercialización de alimentos (víveres, verduras y hortalizas, productos cárnicos y derivados, lácteos y huevos, artículos de limpieza y cuidado personal) han experimentado una curiosa proliferación en los últimos dos años.

Estos negocios, conocidos ahora, al calor del modernismo como “bodegones” o “mini markets” son los herederos del viejo abasto popular y una alternativa simplificada a partir del concepto formal de “supermercado”, al que los venezolanos han estado acostumbrados. En Venezuela, los márgenes de ganancia exceden por largo trecho a los que se suele considerar como “normal” en el resto del continente (30% máximo) y amparados por un alto grado de informalidad en el ejercicio de las actividades comerciales, estos negocios han fijado los precios de los productos a su entero capricho y voluntad, llegando a obtener ganancias que pueden oscilar entre 500% y 2.000%, porcentajes insostenibles para cualquier economía, más aún si debe enfrentar los terribles ataques que sufre Venezuela.

Si se revisa cualquiera de los rubros más demandados por los consumidores se comprenderá de inmediato el nivel de mala intención que hay de por medio. Desafiando los rangos lógicos, escapa a la comprensión del consumidor, cómo resulta posible que un cartón de huevos (30 unidades) se cotice a un precio cercano a Bs. 1 millón de  bolívares, cuando los insumos para la producción de los mismos están amparados bajo subsidio gubernamental, de hecho, toda la cadena productiva (alimentos concentrados, vacunas, medicinas) y hasta la electricidad (gratuita en la mayoría de los casos).

Bloqueo económico, sanciones, injerencia y especulación, son solo parte de la estrategia neoliberal ideada por agentes externos e internos para asir el poder en una tierra cuya ubicación y riquezas la posicionan como una de las zonas geopolíticas más importantes de Latinoamérica.

La inflación inducida

Entre estas armas no convencionales se encuentra una de fuerte influencia que ataca a través de la moneda: la inflación inducida. El alza de los precios ha venido socavando el poder adquisitivo de forma progresiva desde hace 5 años, no obstante, las medidas tomadas por el Ejecutivo Nacional han permitido soportar en buena medida tales agresiones, pero ¿cómo se genera realmente la inflación galopante que aún no se detiene?

La economista Pascualina Curcio -en entrevista exclusiva para el diario Ciudad Caracas- explicó que: “en Venezuela los precios están determinados por el valor de la moneda con relación al sistema cambiario, ya que parte de los bienes que necesitamos para la producción son importados, lo cual implica que cualquier aumento del tipo de cambio en dichos bienes, va a incidir en las estructuras de costos en el mercado”.

En este sentido, Curcio enfatizó que la inflación en el país es el resultado de la manipulación arbitraria y desproporcionada mediante diversos portales web que se posicionaron a partir del año 2006, teniendo mayor influencia desde mediados de agosto de 2013.

“Realmente eso comenzó en el 2006–2007 con lo que se llamaba “La Lechuga Verde” (precursor de Dólar Today), pero comenzaron a manipular de manera acelerada y en escalada ese tipo de cambio que no es el verdadero valor de la moneda; entonces, cada vez que lo manipulan incide sobre los precios y tiene un efecto inflacionario, esa es la causa, no es la única, pero es la determinante de los niveles de precios en la economía actualmente”, sostuvo.

En Zimbabue la inflación llegó a 54% en el año 2000. 5 años después, los precios crecieron a una tasa de 585,4% anual. En 2006 la inflación escaló a 1.281%. Dos años más tarde, la cifra oficial era de 231 mil millones por ciento anual. El Banco Central dejó de publicar el índice el año siguiente. El expresidente Robert Mugabe, acusó a los comerciantes del incremento de los precios, ordenó perseguirlos y llevó a prisión a varios. Como la medida no frenaba la crisis, prohibió la inflación. Decretó que los precios debían bajar 50%. Los consumidores compraron todos los alimentos y electrodomésticos en pocos días. Forzado por la situación, Mugabe acepto la ayuda de multilaterales financieras. Entró en vigencia el uso de moneda extranjera, se liberaron los precios y cesó la persecución contra comerciantes y hacendados. La hiperinflación se detuvo.

Dólar inflacionario

Pero en Venezuela, los ataques de brutal impacto no solo no retroceden, sino que se agudizan. Apenas horas después del anuncio del aumento salarial decretado por el presidente Maduro, los precios tuvieron un primer envión hacia arriba de más del 30%. Por otra parte, el dólar paralelo, inevitable patrón de conversión, continúa su escalada indetenible (hasta ahora).

Tómese en cuenta que el deterioro en el poder adquisitivo del venezolano está indivisiblemente ligado a la imposibilidad de nivelar los salarios a valores realmente competitivos con una economía desdibujada por un precio artificioso de la divisa estadounidense, Venezuela debe enfrentarse a una reducción abismal de sus ingresos por el desplome del mercado petrolero, a la imposibilidad de colocar en el mercado papeles financieros a raíz de las sanciones de la banca mundial, al congelamiento de activos importantes en divisas y a la confiscación criminal de reservas monetarias, incluso en patrón oro, súmese a eso que la principal empresa del país, PDVSA, ha dejado de recibir insumos y materiales indispensables para la producción de crudos y derivados. Definitivamente una “tormenta perfecta”

Curcio ha sentenciado acertadamente: “Atacar la moneda e inducir la hiperinflación, son actos criminales, pero accionar esta arma en una situación de cuarentena mundial, es exponencialmente genocida”.

Así las cosas, el Gobierno bolivariano se resiste a desatender a los sectores populares de la población y mantiene empecinadamente una política de feroz protección social. El Presidente ha indicado que ha llegado la hora de quebrar la campaña en contra de Venezuela y sanear la economía del país. También ha convocado a todos los sectores a participar con honestidad y patriotismo en este proceso. Maduro cuenta con su pueblo, con el apoyo de buena parte de la comunidad internacional (aunque la derecha insista en vender a Venezuela como un Estado forajido) y con valiosas herramientas y riquezas para abordar una empresa de esta magnitud. No será fácil, pero no derrotarán a la Revolución jamás. Aún Rondón no ha peleado.

 


 

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